Por Maritza Izaguirre
Una vez más nos movilizamos a
depositar el voto, en esta ocasión en elecciones regionales, o sea la
oportunidad de elegir al gobernador de nuestra entidad territorial. Observamos
a tempranas horas la presencia de un número importante de votantes de la
tercera edad, fenómeno que se ha acentuado y que refleja la nueva estructura
demográfica de algunas circunscripciones del área metropolitana, donde se nota
la emigración de hijos y nietos.
En la conversación mantenida
–esperando la apertura de la mesa correspondiente, que tomó alrededor de
cuarenta y cinco minutos– intercambiamos experiencias y coincidimos en
reconocer que la Venezuela del pasado abrió el surgimiento de una clase media,
que contó con instituciones que, entre otras, le permitió educarse. Disfrutar
de un sistema de salud pública que facilitó la vigilancia epidemiológica al
disponer de centros de atención gratuita al alcance de todos. Con servicios
públicos –con fallas, asociado al crecimiento de la población– pero que
paulatinamente mejoraban, y se superaban las dificultades. Todo ello en un
entorno que mejoró la calidad y nivel de vida de la población, resultado de una
gestión pública que aprovechó la renta petrolera en un ambiente de estabilidad
macroeconómica. Impulsó el crecimiento del aparato productivo, lo que generó
empleo e ingresos y facilitaron el ascenso progresivo de la población.
Hoy, sin embargo, mis
compañeros votantes lamentaban cómo en los últimos años las deficiencias en la
gerencia pública, y en especial la política macroeconómica aplicada, ha
conducido a la caída de la actividad productiva y restado oportunidades a las
nuevas generaciones, para incorporarse a un aparato en expansión y en un
entorno de estabilidad que permita, al igual que sucedió con sus padres, el
avance económico del núcleo familiar. Aseguraba un ingreso estable no destruido
por la inflación, la inseguridad y la hostilidad ante la actividad privada, que
resta posibilidades al desarrollo económico y social, al facilitar
oportunidades de progreso para todos.
Por tanto, todos coincidimos
en que es urgente un cambio de timón, que asuma con responsabilidad la
aplicación de una política que permita las reformas necesarias con el fin de
revertir la tendencia destructiva observada en los últimos años. Para ello un
primer paso es el apoyo mediante nuestro voto a la descentralización y a una
mayor autonomía a los gobiernos locales.
17-10-17
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