Por Arnaldo Esté
Me equivoqué. Sabíamos del
fraude y del ventajismo y también sabíamos de la crisis general, la mengua y el
hambre. Pero no advertí el grave efecto de las maneras de actuar del gobierno
en el uso de sus amenazas, extorsiones y engañifas. Creía que la crisis era
suficiente para superar esas trampas.
También me equivoqué en cuanto
a la esperanza en la fortaleza de la gente para interpretar las causas de su
adversidad. Aún domina la petrofilia, la clientela y el mundo de los carnets, y
el gobierno los usa con descaro. Esa petrofilia le saldrá muy cara a la misma
gente, y, en los próximos días y meses, el hambre y las carencias se podrán ver
en las caras, y el destrozo del país continuará con un crecimiento sabido, pero
no reconocido, por el gobierno. Es mentira que el pueblo no se equivoca: la
sumisión obliga al engaño y muchos dictadores se han mantenido con votos.
El referéndum del 16 de julio
anunció una emergencia de autogestión y valores emergentes. Pero no se mantuvo.
¿Qué paso? Habrá que estudiar la cosa.
Se equivocaron los
encuestólogos y los dirigentes de partido. Los intelectuales y el episcopado.
Tal vez por esa grave incomprensión de los fondos y venalidades de la gente.
Una comprensión que sí la tuvo Chávez y en la que basó su imagen, despilfarró
el país, destruyó sus instituciones y socavó sus industrias.
Y si yo me equivoqué, por qué
no pensar que la gente también tiene el derecho de equivocarse.
Los opositores, entrampados en
sus diatribas, no actuaron en profundidad, hasta el punto de que su
comparecencia primera mostró sorpresa e improvisación: el fraude estaba en
curso y habrían de tener preparada la respuesta. No hubo mención de los votos
en actas.
Eso revela importantes
deficiencias en el liderazgo. Incluyendo a los que de manera solapada o abierta
convocaron a la abstención.
Si antes lo que se perfilaba
era un largo camino, ahora será más largo.
El gobierno hablará de
negociaciones desde su nueva posición de fuerza. Los opositores dirán,
naturalmente, que no. En esas condiciones parece que presión mayor para la
negociación vendrá desde el exterior, con una fuerte presión política y
económica.
Santos propone elecciones
generales en condiciones legales. Pero allí también conviene preguntarse si en
ellas la gente acudirá con la misma actitud de las regionales y con qué
lenguaje y propuestas habría que convocarlas.
No obstante esta derrota, sigo
pensando que es necesario negociar, estableciendo normas y propósitos para un
país seriamente dividido y amarrado a su desesperanza.
21-10-17
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