Por Arnaldo Esté
Ha quedado evidente el
carácter autocrático, dictatorial del gobierno en el desarrollo de un fraude
bien cuidado con la violación de la Constitución y la división de poderes, con
el manejo descarado del Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral
y el uso ventajista y doloso de los bienes nacionales. Un gobierno ausente ya
de preocupaciones sociales y solo ceñido a la preservación del poder y sus
elaborados beneficios.
Así mismo, ha quedado evidente
la superficialidad y magra organización de los opositores.
A lo anterior se agrega, y
como cosa difícil de decir, la gran ignorancia y disposición al sometimiento de
una buena parte de la población. Una petrofilia muy cultivada y
arraigada que se expresa en la autopostergación, extravío de la dignidad y
espera de que otro resuelva lo que solo es posible con el propio trabajo y
compromiso. Un trastorno que tal vez encuentre antecedentes en el mercantilismo
español, también llamado “bullionismo”. Una orofilia que implicaba la
dependencia del oro procedente de América, concentrado y distribuido por el
monarca y que llevó a considerar el trabajo como oficio vil y que se agregó a
la venta de indulgencias como argumento para la Reforma luterana. Ahora son
carnets de la patria perdida que reemplazan la abandonada pretensión
ideológica.
Hay que derivar de estas cosas
importantes aprendizajes.
El juego social es fuente del
aprendizaje social. Ejemplos, modelajes, acciones o inacciones, enunciados,
leyes, medios, comunidades y redes que deben encontrar apoyo en la educación
formal. Aprendizajes y educación que va conformando lo que es sustancialmente
la eticidad de una nación, mucho más que su territorio o sus recursos
naturales.
Es tarea de los políticos y
maestros interpretar y conducir estos procesos. Los políticos en actividades y
gestiones más bien inmediatas. Su responsabilidad es grande y su errores
evidentes: deben comprender a la gente y lo que sucede y expresar eso en
organización, acuerdo y acciones.
A los maestros les toca crear
los ambientes de aprendizajes necesarios para que se cultive en las aulas la
dignidad, la participación y la ética que expresa una profundización de la
democracia.
Este curso de aprendizaje y
educación no es corto ni sencillo. Tomará tiempo y trabajo consecuente.
Mientras tanto, la crisis general seguirá su curso: hambre, mengua, destrozo,
angustia e incertidumbre. Son los precios que pagará la misma gente por
mantener a un gobierno hábil e inescrupuloso y a unos dirigentes ahogados en
sus conflictos.
28-10-17
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