Por Simón García
Un virus parece desatar una
furia de todos contra la MUD. La cepa se propaga con una celeridad que crea un
ambiente tóxico que hace que, hasta los mismos seguidores de la MUD,
convertidos en adictos al rumor digital, la contagien.
Entre sus especies más activas
están quienes buscan sacar del juego a los partidos; sustituirlos por grupos de
presión y tomar la sartén por el mango, al modo Carmona, en el momento
apropiado. También hace su tarea el servicio de inteligencia cubano persistente
en descomponer a la MUD. Ambas quieren afectar a la oposición, bajo el grito
MUD vete ya.
El ensañamiento se concentra
en destruir la reputación de líderes políticos veteranos o emergentes que están
en la lucha. Si carecieran de la nobleza que sostiene todo auténtico compromiso
militante, hace tiempo anduvieran en el exilio interior.
Estas figuras son objeto de
ataques porque usaron indebidamente un término, porque un familiar tiene
contratos, porque Maduro dice que le mandan recados, por un pasado chavista o
cualquier dardo para crear desconfianza sobre la rectitud personal. A la
maquinita de moler prestigio han sido lanzados todos, incluso un hombre con una
obra política admirable, Teodoro Petkoff, sobre quien circulan de vez en cuando
señalamientos tan falsos como el de que vive en una mansión.
Ninguno de los vanidosos
personajes de la oposición, a la oposición han puesto en riesgo una uña,
dedicado el tiempo ni asumido los sacrificios, ni dado un aporte concreto para
lograr la vigencia de la Constitución, el rescate de la democracia y la
formación de un gobierno que afronte el hambre, el empobrecimiento y la
imposición de una crisis humanitaria. Mientras la MUD actúa, contemplan y
afilan la mala critica.
Los destinatarios verdaderos
de estos aguaceros de golpes bajos no son Leopoldo, Capriles, los dos Henry o
Rosales. Cuando se ataca a la MUD no se ataca sólo a sus líderes o partidos, lo
que se contraponen es a la oposición realmente existente. Se empuja hacia una
desesperanza en la cual sea imposible detener la consolidación de la dictadura.
Defender a la MUD hoy es
desafiarla solidariamente a que supere sus carencias, limitaciones, omisiones y
errores. Dirigir el señalamiento crítico a lo sustancial, a lo constructivo y
apartar el complejo cainítico.
Apoyar a la MUD es contribuir
a que revise sus diagnósticos sobre la estructura opresiva de poder, examine
una estrategia que revela que temas dados por resueltos, parecen no estarlo.
Está a la vista la dificultad para ampliarse, tejer alianzas con sectores que
provienen o aún están en territorio oficialista; convertir en
consensos intereses particulares o manejar apropiadamente la realidad militar.
La MUD no es la mamá de los dragones.
Pero es la herramienta eje para salir del infierno. No le tiremos más piedras.
27-10-17
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