Luis Manuel Esculpi 24 de octubre de 2017
@lmesculpi
Las
fuerzas democráticas están frente a la necesidad imperiosa de afinar su
planteamiento estratégico y recomponer la alianza unitaria para poder colocarse
de nuevo a la altura de las exigencias planteadas.
Más
allá de el proceso de fraude continuado, al cual nos referimos en nuestra
columna de la pasada semana, está planteada la revisión de nuestra actuación en
las recientes jornadas; para extraer de allí los aciertos y errores con la
finalidad de redefinir la acción política futura.
El
tránsito de las movilizaciones que durante tres meses constituyeron el centro
de la acción de las fuerzas opositoras, con la brutal represión desatada por el
régimen dejando un lamentable saldo de 140 muertos, miles de heridos y
centenares de presos a la participación en la elección de Gobernadores, resultó
un pasaje traumático e incomprendido por sectores de los adversarios del
gobierno e insuficientemente explicado por los principales voceros de la Mesa
de la Unidad.
No es
esa la única causa de la inhibición y desmovilización de esos sectores, pero
indubitablemente influyó en la conducta que asumieron, si bien es cierto que
los dudosos resultados del CNE, ubican la cifra de abstención en los parámetros
históricos para este tipo de elección, también es verdad que dado la situación
económica y social, la magnitud del rechazo al gobierno se podía esperar que el
se expresara electoralmente, venciendo obstáculos, trapisondas y triquiñuelas
del fraude sistemático. Partiendo del supuesto que una masiva movilización
espontánea de los electores superaría todos los escollos impuestos por el
gobierno a través de las damas del CNE.
Mucho
se ha argumentado como consecuencia de lo sucedido que la viabilidad de la ruta
electoral está seriamente cuestionada, hay quienes incluso plantean el
agotamiento de lo que ha sido hasta ahora la definición estratégica de la MUD
para promover el cambio político; es decir la vía constitucional, electoral y
pacífica.
En
nuestra opinión procede la ratificación de la ruta diseñada, lo que requiere de
elecciones verdaderamente competitivas, con garantías de transparencia,
observación internacional imparcial para los próximos procesos y designación de
un nuevo CNE equilibrado. La lucha por lograr estas condiciones pasa a ser un
objetivo de primer orden para las fuerzas democráticas.
Avanzar
exitosamente solo es posible manteniendo la plataforma unitaria y ampliándola
con nuevos actores no sólo representantes de organizaciones políticas, sino con
otros del mundo de las fuerzas del trabajo y de la cultura, organizaciones
populares, profesionales, académicos etc. Es decir que reflejen la diversidad
de la sociedad opositora para poder interpretar y orientar sus inquietudes, sentimientos
y aspiraciones.
La
expresión unitaria no está limitada por la pertenencia a la MUD, se debiera ser
más exigente con las manifestaciones en las definiciones de políticas
fundamentales para poder avanzar.
La
coherencia entre el discurso y la acción, entre la teoría y la práctica
constituyen requisitos indispensables para poder superar las dificultades
actuales.
La
conducción política tiene que lograr la reconexión con la base social opositora
para así recuperar la credibilidad y la confianza, vencer la confusión y el
desaliento, eso solo se logra asumiendo la responsabilidad tanto en los fallos
como en los aciertos, actuando con coherencia y cumpliendo con la función de
dirigir y orientar las fuerzas del cambio en propósitos claramente definidos, con
sentido de amplitud, sin arrogancia ni autosuficiencia.
La
inercia actual tiene que ser superada para recuperar la iniciativa política,
despejar la incertidumbre, recomponer la unidad y afinar los lineamientos
estratégicos, relanzar la alianza con nuevos bríos, es un rol histórico
irrenunciable para poder conducir con acierto la lucha por el cambio. Ese es
uno de los desafíos al que se debe responder para colocarse al nivel de las
exigencias del presente.
@lmesculpi
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