Por Simón García
Nuestra lucha es para
reconquistar la democracia, entendida como relaciones abiertas entre ciudadanos
y de éstos con los partidos, el mercado y el Estado. Supone disfrutar una
libertad al día, irreductible a secundaria promesa a futuro. Un bien humano que
se debe preservar y ejercer, sobre todo en condiciones adversas y ante
regímenes que la anulan.
Rendir un derecho, esencia de
la abstención, es legitimar al poder. En el fondo materializa un
consentimiento, como lo evidencia la derrota en Miranda. Detrás de este tipo de
pérdidas aparecen, hasta hoy, dos factores principales. Uno, el fraude
estructural que destruye o merma, antes del día de la elección, las condiciones
de equidad entre los competidores. El otro, la ausencia de personas que votaron
el 2015 y que ahora no se movieron.
Está por desentrañar si hubo
un fraude coyuntural, el propio día de las elecciones, que resuelva el misterio
de que todas las encuestas y los exitpol indicaron un resultado casi
exactamente inverso al que finalmente presentó la Secretaria Electoral del
régimen. La auditoría exigida por la MUD podría determinar si hubo o no otros
factores que alteraran las tendencias y predicciones existentes hasta media
tarde, cuando comenzó a aparecer el ala de un cisne negro.
Llamar a los ciudadanos a
renunciar al derecho al voto es abandonar la posibilidad de generar democracia.
Su éxito supone un fracaso cívico. Su fuerza proviene de parasitar errores de
los demócratas para incurrir en uno mayor.
Negarse a ir a una elección no
promueve la vigencia de la democracia, especialmente cundo la forma viable de
vencer al ventajismo y las trampas del poder es con la votación masiva. Ni el
golpe, ni la insurrección son opciones para desplazar al gobierno por medios
pacíficos, democráticos y constitucionales. ¿Vamos a cambiar estos medios?
La abstención es nociva para
el país. Para vencerla hay que combatir desde ahora el pensamiento extremista
que la fundamenta. No podemos condenarnos, por una falsa visión unitaria, a
entregarle al régimen Alcaldes, concejales, legisladores y hasta la presidencia
de la República. Ese es el camino más corto para perpetuar en el poder a la
maraña de privilegios y negociados que está destruyendo el país que todavía
sobrevive.
La culpa no es de los
ciudadanos. Ellos derrotaron con votos a la dictadura y al abstencionismo en
cinco Estados. Los números oficiales muestran que la abstención fue derrotada,
pero el gobierno pudo aumentarla en los electores de la oposición y reducirla
en sus partidarios. ¿Bastará el control burocrático y el ventajismo para
explicar este raro fenómeno?
La abstención oxigenó al
régimen. Y no vamos a debilitarlo sin saldar cuentas con el pensamiento extremista
que ya sueña con una salida 3 y pretende introducir división levantando el
espejismo de que con la abstención si se tumba una dictadura. Tampoco si la MUD
no asume sus errores, abandona la soberbia dirigente y se empeña en enfrentar
con eficacia a un régimen que está estrangulando a la sociedad.
22-10-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico