Por Mabel Sarmiento
Graduado en el Pedagógico de
Caracas, fue diputado de la República, pero lo que hoy en día le llena es que
gracias a su trabajo con las comunidades hay doctores, médicos, artistas y
gente buena recorriendo las calles de Altavista.
Recorre sin pausa las calles
de Catia. Altavista, la cuna de sus dos hijos, es testigo de su incansable
espíritu de lucha social. Desde un torneo de pelotica de goma, graduarse de
docente, convertirse en un diputado de la República, hasta llegar a Miraflores
en la época de la Cuarta con un proyecto bajo el brazo, es parte de lo que
cuenta el historial de Ángel Cacique: un hombre empeñado en fortalecer el
tejido social.
Todo comenzó cuando pisó el
séptimo año de Bachillerato. En ese momento se le metió por las venas la espina
de la actividad política. “Ya para ese entonces me leía toda la literatura de
la época”. Habla de hace más de 40 años cuando dio los primeros pasos como
activista.
“Cerca de la casa había una
librería y yo llenaba álbum de barajitas. Me regalaban los libros que nadie
quería y me los leía con pasión, muchos de ellos de la literatura rusa”.
En ese proceso, Cacique
entró a la Juventud Comunista. Contando con 15 años se
involucró en las actividades comunitaria del partido, en los grupos de teatro,
en la sociedad bolivariana y en los equipos deportivos.
Sumido en estas actividades
terminó participando en la formación de La Causa R con la juventud de Catia. En
ese entonces, se inscribía en el Pedagógico de Caracas. Durante ese proceso lo
convencen de que el camino era la actividad popular y ahí es cuando se vincula
con la organización Procatia.
Es padre de dos hijos que
comparten con él todo el activismo comunitario. Así que no tuvo rollos en la
crianza. Igual los vio jugar, estudiar y hacerse profesionales. “Esa es una
ventaja cuando tu familia apoya lo que haces y viceversa”.
“Éramos una minoría
política, pero empezamos a hacer cosas novedosas. Nos decían que estábamos equivocados.
Igual decidimos meternos de lleno en eso”.
Cacique recuerda la
experiencia del torneo mundial de pelotica de goma en Altavista, la pelea que
dieron por el parque del Oeste —mientras la diatriba política era lograr
concejales uninominales, por ejemplo— la lucha por reforzar los niveles
educativos de los muchachos que optaban a un cupo en la universidad y el
rescate de lo cultural y lo artístico.
“Cuando me tocó analizar los
resultados de la Prueba de Actitud Académica (PAA) descubrí que 50 % de los
alumnos no respondía las preguntas de Matemáticas. Y cuando los entrevisté para
saber por qué ellos decían que como tres malas eliminaban una buena, no tenían
chance de entrar a la carrera universitaria. Por eso no respondían y eso fue un
drama para los muchachos de Catia, pues ellos querían y necesitaban estudiar.
Por eso hicimos un convenio con Fe y Alegría y nos metimos en la cabeza la idea
de introducir elementos culturales y artísticos en la formación, para cambiar
de alguna manera esa cruda realidad”.
Parecía muy complicado todo
lo que encontraba en el camino. Sin embargo, a decir del profesor, ese era el
trabajo social: comprender lo que estaba pasando, averiguar con los muchachos
por qué no tenían las competencias y buscar la solución.
Cuando está metido de
lleno en esta lucha ya está fuera de la Causa R. “Nos parecía que muchas
cosas no eran las adecuadas y por eso los jóvenes decidimos retirarnos y seguir
con la actividad social. Nos pareció que era mejor darle la vuelta a la política
y hacer esa vinculación con las comunidades”.
Así surge algo que, junto
con su esposa Mariángela, llamaron “Operación de cine clubes”. Se dedicaron a
pasar películas en el barrio y en los espacios del Pedagógico. Con la gente de
Procatia llegaron a muchas comunidades del oeste capitalino. “Y ahí fue
que nos dimos cuenta del déficit cultural social que tenía la gente. Por eso
era urgente replantearnos de qué forma seguíamos construyendo ese tejido
social”.
Para el segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez,
queda electo como diputado suplente, pero con los sucesos del caracazo (febrero de 1989)
muchos parlamentarios “dejaron el pelero” y él asume como principal.
Desde esa tribuna impulsó un
plan para apoyar a los comerciantes afectados por los saqueos.
En Altavista un alto
porcentaje de los vecinos sabe dónde ubicar al profesor Cacique. Pero también
en el barrio Federico Quiroz y en Propatia conocen de sus andanzas. “Ya sé
quien es. Es muy buena persona, ayuda a los chamos de la comunidad”, dijo Rosa
Ramos.
En ese proyecto también lo
apoyó su esposa y lograron que entre 85 % y 89 % de los beneficiados pagaran
los créditos de manera completa.
Con lo poco que les dieron
económicamente la gente se pudo recuperar y eso fue satisfactorio para
Cacique. “Se produce un importante cambio para mí que tenía una visión marxista–socialista.
Pasé a una concepción más avanzada y liberal. Entendí que eso era necesario
para el desarrollo económico y desde ahí entendí que ese era el camino. La
realidad me llevó a entender eso y más cuando ocurren los sucesos de 1992 y
entra a la palestra Hugo Chávez, hombre que para mí estaba equivocado cuando
vino con eso de la economía comunitaria, algo que nos llevó al desastre”.
La proactividad por delante
La trayectoria política de
Cacique, graduado en el área de Química en el Pedagógico de Caracas, siempre la
hizo de la mano de su esposa. Esta no tuvo problemas cuando pasaba horas, quizá
noches, ayudando al vecino, porque ella tambiénformaba parte de esa labor
humanitaria.
Ambos socorrieron a los
afectados de la llamadas tragedia de Vargas, específicamente a los del sector
de Macayapa. Salvaron la vida de muchos, los llevaron a refugios y luego los
socorrieron con comida e insumos médicos.
En ese andar y venir del
barrio organizaron concursos de carruchas y desde el punto de vista educativo dieron
—labor que sigue en pie— cursos de nivelación para que los jóvenes becados para
las universidades no perdieran ese chance y pudieran estar en el mismo nivel de
preparación académica de otros bachilleres; se conectaron con las iglesias de
la zona para ir conociendo otras necesidades y desde ese espacio iniciaron
talleres a fin de que la gente pudiera ser proactiva y productiva.
Y, por si fuera poco, el
tema de los servicios también ha sido la punta de lanza de su lucha. Por el
transporte logró que se creara hace 20 años la ruta alimentadora
Altavista-Chacaíto que hoy está vigente; a la basura intentan darle jaque mate,
han hecho reuniones, peticiones a la Alcaldía y planteado soluciones a corto
plazo.
“Nada ha sido fácil, nos han
llegado los colectivos, nos han amedrentado, pero si algo hemos hecho bien mi
esposa Mariángela y yo es tener ese vínculo social, eso que aprendí del
profesor Luicio Segovia, eso de entender y comprender al otro, de argumentar
mis racionamientos y de hacer del aprendizaje algo colectivo. Por eso la gente
ahora nos defiende y respeta. Aquí [en Altavista] los motorizados de la parte
alta y los vecinos han salido a protegernos de los colectivos”.
Por eso, sostuvo, no es
verdad que los partidos se apartan de la crisis y no entienden las necesidades
del pueblo.
“Estar en un partido me ayudó a conectarme con
las comunidades, a fortalecer ese tejido social. El problema es que este
sistema político actual no te deja actuar, te quita cualquier posibilidad
económica de ejecutar un programa social. Y por eso es difícil hacer efectivo
un trabajo social. Algo tan sencillo como una asamblea de vecinos, necesitas
insumos para hacerla. Nosotros teníamos 25 marcadores y con las reuniones de
trabajo buscándole solución al tema de la basura se acabaron. ¿Ahora, cómo lo
reponemos? Nada, simplemente hay que seguir, pues hay mucho camino por
recorrer”, concluyó Ángel Cacique, quien este miércoles llena el espacio de
Gente Buena.
La política y el trabajo
social se fueron juntos al barrio.
Fotos. Cortesía familia
Cacique
24-01-18
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