Fernando Camino Peñalver 27 de enero de 2018
@fernandocaminop
2017
ha sido el peor año que ha padecido nuestra nación, si analizamos el
comportamiento de todas las variables utilizadas para calibrar el bienestar de
la población, la estabilidad política y el crecimiento económico. El pasado
año, la economía familiar fue golpeada en su capacidad adquisitiva debido al
desempleo y al alto costo de la vida. La escasez de bienes y servicios, la desatención
de los servicios médico asistenciales, la inseguridad y el colapso de los
servicios públicos, conformaron una situación de caos en la población que nos
indica que estamos en presencia de un estado fallido, incapaz de solucionar los
problemas más elementales de la población.
La
desacertada política económica del régimen ha traído como consecuencia el
desequilibrio de todas las variables macroeconómicas de nuestro país. La
aplicación del control de cambio lo que ha hecho es aumentar la fuga de divisas
y fortalecer el precio del dólar no controlado. El valor del dólar no
controlado se ha convertido en referencia de los precios en detrimento de una
población que cobra su salario en bolívares devaluados.
La
caída del crecimiento económico público y privado, incluyendo la disminución de
la producción de petróleo, ha generado un déficit fiscal el cual el BCV,
carente de toda autonomía, ha pretendido frenar con la emisión de dinero
inorgánico. La base monetaria creció en 2017 más de un mil por ciento. La inyección
de dinero sin ningún tipo de compensación productiva, ya que no es fruto de la
recaudación tributaria, ha desatado una hiperinflación de más de 2.700% en
2017.
La
actividad económica interna de nuestro país ha venido disminuyendo
consecutivamente durante los últimos 16 trimestres. En 2014 cayó un cinco por
ciento, en 2015 el PIB se contrajo un ocho por ciento. En los dos años
anteriores a este que se inicia, la caída de la producción interna se mantuvo
en dos dígitos: 16% y 14% respectivamente.
Este
desacertado manejo de la economía de nuestro país, tiene un ingrediente
político que es la aplicación de un modelo ideológico fracasado, edulcorado con
un llamativo nombre de: Socialismo del siglo veintiuno. El régimen en ningún
momento ha pensado que la aplicación de este fenómeno anti natura, fue
concebido para beneficio social de nuestra nación, eso le importa muy poco a
ellos. Al igual que en Cuba el diseño de esta política está concebida para
perpetuarse en el poder.
La
destrucción del sector productivo privado es un hecho totalmente calculado por
el régimen. Se le quiso dar visos de legalidad con la pretendida reforma
constitucional que se sometió a votación en 2007, que se convirtió en la
primera derrota electoral sufrida por el chavismo. Sin embargo, el régimen de
forma arbitraria e ilegal fue aprobando una tras otra las leyes rechazadas por
los electores. Para ello contó con la complicidad de todos los poderes
públicos.
Estas
leyes conformaron un cuadro de inseguridad jurídica que dio la capacidad
destructiva al régimen para avanzar con mayor fuerza, en detrimento de los
derechos de propiedad y en la aplicación de mayores controles sobre la
actividad económica cercenando de esta manera la libertad económica,
establecida en nuestra Constitución Nacional.
La
ignorancia de los jerarcas del régimen de las variables económicas del comercio
internacional, sobre todo de la volatilidad de los precios del petróleo, los
condujo a un cálculo errado sobre la permanencia de los altos precios del
crudo. Asimismo, el fracaso y la ruina, debido a la corrupción y la mala
gerencia de las empresas expropiadas, trajo como consecuencia el fin del
espejismo de un bienestar ficticio mediante el cual tenían engañada a la
población.
La
consecuencia de la aventura del Socialismo del Siglo Veintiuno está reflejada
en la caótica situación en que está hundida nuestra nación. El saldo en rojo
que reflejan las cuentas del balance de la gestión social del régimen habla por
sí solo.
Cerramos
2017 con la única hiperinflación existente en el planeta, con un aumento de
precios en diciembre pasado de más del ochenta por ciento en un solo mes, es
decir que los precios aumentaron en promedio más de 2,5% diario y más de veinte
por ciento semanal.
Este
aumento diario, es la inflación anual de cualquier país que maneje
responsablemente su economía. Abastecerse de alimentos es la peor pesadilla de
quienes administran la economía familiar. Para poder comer lo básico en una
familia de cinco personas en diciembre pasado, se necesitaron disponer de
550.000 bolívares cada día, misión imposible si consideramos que el ingreso
mínimo estaba en diciembre en 457.000 bolívares mensuales.
Misión
imposible es la misión más exitosa del régimen. Es imposible para el noventa
por ciento de nuestra población disponer de 16.500.000 bolívares para comprar
los alimentos básicos. Como también resulta imposible conseguir los productos
de la dieta básica a precios no dolarizados y con incrementos de cuarenta mil
por ciento superior a su valor normal.
Nos
encontramos frente a un régimen cada día más reacio al normal cambio político.
El régimen intenta hacer unas elecciones presidenciales que ni siquiera reúne
las condiciones adversas que enfrentamos en las parlamentarias de 2015. Pero
ante este atropello a las normas democráticas, vamos a exigir enérgicamente
condiciones justas. De no ceder en la pretensión de institucionalizar sus
marramucias electoreras, el régimen tendrá que enfrentarse a un costo político
hasta ahora desconocido para ellos. Pero definitivamente tendremos cambio de
sistema de gobierno en este 2018.
Fernando
Camino Peñalver
@fernandocaminop
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