Omid Safi 27 de enero de 2018
Estos
días me encuentro pensando mucho acerca del límite, si es que existe, entre lo
político y lo espiritual.
Si
entras a una librería, mucho del material en lo que está clasificado como
¨espiritualidad¨ está en la sección de ¨auto ayuda¨/Nueva Era. Parte de ella es
bastante profunda y profundamente transformadora. Una gran cantidad de ella,
bueno, quizás no tanto.
La
parte de ¨ayuda¨ de la ¨auto ayuda¨ – con la afirmación de que nosotros estamos
de alguna manera necesitando ayuda – tiene sus propios problemas. Y por
supuesto, está la inevitable parte donde las soluciones ¨espirituales¨ son
comercializadas, convertidas en cosas, mercadeadas y vendidas. Un taller de
trabajo aquí, un libro allá, un retiro aquí, un escape allá. Promesas de
¨felicidad¨ y ¨totalidad¨ abundan …
Pero
es la parte de ¨auto¨ de estos libros que captura mi atención. La parte de
¨auto¨ afirma sobre todo lo demás que nosotros tratamos los asuntos del
¨espíritu¨ como cuestiones de preocupación y actividades individuales.
Ser generoso, lo entiendo. Cualquier cambio real tiene que empezar desde
adentro. En última instancia, si queremos cambiar el mundo tenemos que cambiar
nosotros mismos. Tenemos que encarnar el cambio que queremos ver en el mundo.
Como Confucio nos recuerda hace mucho tiempo, la virtud comienza en el corazón,
y lo ondula hacia adentro y hacia fuera, para transformar a la familia, la
comunidad, la nación y el mundo.
Sin
embargo, la espiritualidad no es tampoco del dominio exclusivo del individuo.
Vamos incluso más allá de la espiritualidad, que ha adquirido una cierta
connotación ¨suave¨. Hablemos acerca de lo místico, esa afirmación atrevida y
audaz de que hay un misterio sobre el ser humano que se conecta con lo que no
se ve en el ser humano a lo mayor en el universo. Y somos nosotros, los
espíritus encarnados, que contenemos este misterio. Lo espiritual es
también acerca de nuestros cuerpos, los espacios que habitamos en el mundo
físico.
El
espíritu se mezcla.
Lo
físico ya está iluminado con la presencia de lo sagrado. Si nos preocupamos por
el espíritu, no podemos evitar preocuparnos por el aquí y ahora. Lo espiritual
es acerca de lo social, lo místico es también acerca de lo político. El cosmos
dentro de nosotros tiene que ver acerca de cambiar tanto lo humano como cambiar
el mundo del que formamos parte. La sanación interna y la sanación del mundo
están envueltas entre ellas.
¿No
estaba Moisés preocupado con lo político mientras conducía a los Hebreos fuera
de su esclavitud?. ¿No estaba Amos preocupado por la política cuando dijo:
“Dejemos
a la Justicia fluir como las aguas y a la rectitud como una poderosa
corriente¨?
¿No
estaba Jesús de Nazaret preocupado con el cambio social y la transformación
cuando se sentaba con las prostitutas y leprosos, manteniendo la compañía de
los marginados y oprimidos?.
¿No
estaba preocupado Muhammad de Arabia con lo político mientras destruía los
lazos tribales árabes y en su lugar insistía que los seres humanos se
mantuvieran radicalmente iguales, como los dientes de un peine?
¿No
estaba el Rabino Heschel preocupado con lo político cuando el dijo que el
estaba orando con sus pies machando por los derechos civiles,
cuando el dijo que las Iglesias y las Sinagogas estaban prohibidas mientras que
los Afro Americanos fueran tratados como estaban siendo tratados, y cuando el
dijo que no podía leer su libro de oraciones cuando cada vez que lo abría el
veía imágenes de los niños vietnamitas quemándose con napalm?.
¿No
fue el Hermano Martin político cuando el dijo que nuestra
preocupación era salvar el alma misma de América y luchar contra el
racismo, materialismo y militarismo?
¿No
fue Thomas Merton político cuando el dijo:
“El
mundo está lleno de grandes criminales con enorme poder, y ellos están en una
lucha a muerte entre s�.
Su
profundo despego a la vida del espíritu, incluso al silencio, no le impidió
involucrarse con asuntos sobre la justicia e injusticia, o hablar contra el
racismo y la guerra.
Un
hombre arrodillado ante un sacerdote Ortodoxo durante una protesta el 25 de
Enero, 2014 en Kiev, Ucrania (Rob Stothard /
Getty Images. Todos los derechos reservados).
Hace
algunos años, yo escribí un
libro sobre los místicos musulmanes (sufíes) . Me atrajo, en ese
momento, el estudio de los místicos porque estaba cansado de la política, y
quería perderme en el mundo etéreo, eterno, dulce, y lleno de amor de los
místicos. Todo eso estaba allí, por supuesto, y más. Pero mis amados místicos
se mantenían actuando social y políticamente. Debido a que ellos amaban a Dios,
ellos amaban la creación de Dios. Debido a que ellos les preocupaba el misterio
del ser humano, a ellos les preocupaba la totalidad del ser humano.
Muchos
de ellos se posicionaban como campeones de los débiles y marginados, y actuaban
de una manera que hoy nosotros llamaríamos “decirle
la verdad al poder.” En su profundamente jerárquica sociedad – y
admitamos la nuestra hoy en día es todavía profundamente
jerárquica, todavía una discrepancia profunda entre los súper ricos y los que
no tiene casi nada – estos místicos se mantienen recordándole a los gobernantes
que fue Dios quien fue el último Rey. (SI ellos hubieran estado conscientes de
subvertir la jerarquía de género igualmente a fondo, quizás ellos hubieran
hablado de Dios como el Último Rey y Reina.)
Después
de todo, ¿De qué se trata la política?. Búscalo en un diccionario: viene
del Latín (a su vez de los Griegos) politikos, de politēs,
“ciudadano,” de polis, “ciudad”. Por último política es sobre el
arte de ser un ciudadano, acerca de la organización y administración de
la polis, la ciudad donde vivimos. Es acerca de la polis,
y hoy en día, acerca de la policía, brutalidad policial y la vigilancia de
nuestros pueblos.
La
combinación de la religión y la política está plagada de abuso potencial. Puede
ser fácilmente co-optado por los gobernantes, reyes y reinas, dictadores, y
presidentes para prestarles un aura de autoridad sacrosanta. Y puede despojar a
los predicadores comunes de la facultad de hablar en nombre de los débiles, y
amplificar la voz de aquellos que tienen una voz, pero cuya voz está
temporalmente silenciada y marginada.
Por
otra parte, ningún gobierno – ya sea Cristiano, Musulmán, Judío, Hinduista o
Budista – puede implementar una religión sin interpretarla también. Y cuando el
gobierno se involucra en la tarea de interpretar e implementar la religión,
estamos quizás en graves problemas.
Quizás
esto sea lo mejor que se pueda decir en relación a los líderes espirituales y
místicos. Como Martin King nos recordó, no hemos de ser termómetros sino
termostatos. No es simplemente para medir donde estamos con respecto a los
débiles y marginados, sino el poner en marcha un movimiento que nos ayude a
hacerlo bien con Dios y la sociedad.
“Debemos
golpear a esta nación con el poder del amor.
Debemos
golpear a esta nación con el poder de la misericordia.
Debemos golpear a esta nación y luchar por la justicia para todos.
Debemos golpear a esta nación y luchar por la justicia para todos.
No
podemos abandonar el corazón de nuestra democracia.
Ni
ahora, ni nunca.”
Los
líderes espirituales y sus seguidores tienen una tarea complicada en
involucrarse con la política. Si, nosotros sabemos que Dios nos llama a hacer
justicia, y a amar la misericordia, y, como
Miqueas nos dice, caminar humildemente con nuestro Dios. Si, el
caminar humildemente con Dios nos llama a siempre, siempre estar en guardia
contra pensar que tenemos el monopolio de la verdad y una marca comercial de
justicia.
Pero
llega un momento que no es sobre liberal o conservador. Republicano o
Demócrata, estado azul o estado rojo, sino sobre lo correcto e incorrecto. Cada
vez que miramos a un niño hambriento, un refugiado huyendo, una madre llorando,
un padre agonizando, sabemos donde está esa línea. Llega un momento cuando
debemos decidir que no seremos compasivos por delegación, sino que tomaremos
acción directa para aliviar el sufrimiento de unos y otros, y de nosotros
mismos. Es una caminata desordenada, esta caminata del espíritu en la polis.
Pero caminar humildemente debemos, en tanto que es para hacer justicia y amar y
ser misericordiosos comenzando con los ¨menores de los hijos de Dios¨.
Muchas
instituciones religiosas y cívicas (incluyendo a On Being misma) tienen pautas
que se abstienen de asumir una postura política a favor de uno u otro
candidato. La preocupación fundamental de aquellos que se preocupan por el
espíritu, por el misterio del ser humano, no está con una sola elección
presidencial, sino con construir la amada comunidad. El objetivo de la política
es nada menos que construir la comunidad amada a través de un proceso, sucio,
desordenado e imperfecto.
Una
oración en la manifestación a favor de Philando Castile en las afueras de la
residencia del Gobernador en San Paul.( Lorie
Shaull / Flickr. Algunos derechos
reservados.)
Ese
intento de demarcar la participación de las instituciones cívicas y políticas
en las políticas electorales se vuelve aún más complicada, tanto más turbia, y,
sin embargo, quizás irónicamente, aún más urgente, cuando tenemos candidatos
que aumentan la demonización a los Afro Americanos, los Musulmanes, los
Hispanos, la gente pobre y a los discapacitados a un nivel no visto en
generaciones, ¿Cual debe ser la posición de los líderes religiosos en tales
tiempos?.
Nunca
nos disculpemos por nuestros ideales y pasión. Y nunca nos permitamos poner
todas nuestras esperanzas en un solo candidato, una campaña, o incluso un
partido. Cada campaña es un paso práctico, comprometido, hacia estar más cerca
de conseguir la comunidad amada. Y, si, esto significa trabajando con, aunque
no trabajando para,los candidatos y campañas fallidas,
imperfectas.
El
espíritu se mezcla, Y nos llama.
Si, el
proceso es desordenado y lleno de trampas y peligros potenciales. Pero
mantengámonos buscando el espíritu en el seno mismo del desorden de nuestras
sociedades.
Levanten
todas las voces y canten, empezando con las voces que en estos momentos están
muy débiles para cantar, voces que están silenciadas o suprimidas. Es esta
cacofonía de voces que componen una sinfonía de espíritus pájaros cantando las
canciones de Dios.
Omid
Safi
@ostadjaan
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