Editorial del Tiempo de Bogotá 20 de enero de 2018
La
Iglesia católica venezolana calificó el hecho de “horrible masacre”. Defensores
de derechos humanos, de “ejecución extrajudicial”. Nadie ha sido indiferente a
la muerte de Óscar Pérez, el policía rebelde que fue abatido junto con otras
seis personas en una operación prácticamente trasmitida en vivo por las
víctimas a través de las redes sociales.
Se
habla de ejecución extrajudicial porque en los videos difundidos por Pérez él
clama que les permitan entregarse. Además, material que ha circulado muestra
una operación desproporcionada en la que lanzagranadas hicieron volar por los
aires la edificación en la que se resguardaba el grupo que, según las
autoridades, mató a dos policías. El argumento del Gobierno es que “los
terroristas” se resistieron a la entrega.
El
piloto Pérez se había convertido en una pesadilla para Maduro por protagonizar
varios hechos espectaculares en los que había dejado en ridículo la competencia
de las fuerzas de seguridad. Alzado en armas desde junio, cuando sobrevoló
Caracas en un helicóptero y atacó varios edificios públicos sin dejar víctimas,
Pérez había grabado varios videos en los que pedía a sus pares que lo ayudaran
a derrocar lo que llamaba “tiranía” chavista; o se aparecía en las
multitudinarias manifestaciones para burlar a sus perseguidores. En diciembre
pasado, su asalto a un cuartel para robar armas lo hizo ver como una especie de
Robin Hood.
Su
manera de morir –según la autopsia, de un disparo en la cabeza– fue un mensaje
claro de lo que le podría pasar a quien desafíe la dictadura y, por otra parte,
la excusa para dinamitar el diálogo con la oposición, porque el ministro
Reverol dijo que de esa mesa había salido el delator.
No se
sabe aún si Pérez se convertirá en el símbolo de la resistencia al
totalitarismo de Maduro. Los más de 130 muertos de la represión del año pasado
y los presos políticos que consumen sus días bajo la tortura y la oscuridad
probablemente ya llevan ese título. Lo ocurrido con este episodio es una
muestra más de hasta dónde será capaz de llegar Maduro ante cualquier
disidencia. Ya se cayó la máscara.
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