Papa Francisco 27 de enero de 2018
Evangelio
según San Marcos 4,35-41
Jesús
detiene la tempestad: En aquel tiempo, al atardecer de ese mismo
día, Jesús les dijo a sus discípulos: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había
otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas
entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa,
durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te
importa que nos ahoguemos?" Despertándose, él increpó al viento y dijo al
mar: "¡Silencio!¡Cállate!" El viento se aplacó y sobrevino una gran
calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?"
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este,
que hasta el viento y el mar le obedecen?". Palabra del Señor.
Reflexión
del Papa Francisco
Cuando
en esa barca sube Jesús, el clima inmediatamente cambia: todos se sienten
unidos en la fe en Él. Todos pequeños y asustados se vuelven grandes en
el momento en el cual se arrodillan y reconocen en su maestro al Hijo de Dios.
Cuantas
veces también a nosotros nos sucede lo mismo: sin Jesús, lejos de Jesús nos
sentimos miedosos e inadecuados, a tal punto que pensamos no poder lograr nada.
Falta
la fe, pero Jesús está siempre con nosotros y escondido
quizás, pero presente y siempre pronto a sostenernos.
Esta
es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que tiene que enfrentar la
tempestad y a veces parece estar a punto de ser embestida.
Lo que
la salva no es el coraje ni la calidad de sus hombres, pero la fe, que permite
caminar también en la oscuridad, en medio a las dificultades.
La fe
nos da la seguridad de la presencia de Jesús, siempre a
nuestro lado, de su mano que nos aferra para sustraernos a los peligros. Todos
nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de
nuestros límites y nuestras debilidades.
Nos
encontramos seguros especialmente cuando nos ponemos de rodillas y
adoramos a Jesús, el único Señor de nuestra vida.
A esto
nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza. (Reflexión
antes del rezo del ángelus 10 de agosto de 2014)
Oración
de Sanación
Señor,
Tú eres la luz del mundo, la que ilumina mis senderos, esa luz que vino para
sanarme de vicios, odio y egoísmo y me guía hacia mi salvación.
Tú
reparas mis fuerzas con tu amor para salir victorioso de los que quieren verme
caer. Ven Señor, pasa por mi vida y sana las heridas de mi corazón.
Aleja
de mí todas las angustias y preocupaciones causadas por tormentas de
dificultades que a menudo atravieso. Tú todo lo puedes y de todo me liberas.
Tú
siempre me das lo que necesitamos si lo pido con insistencia y si es para el
bien de mi alma, basta con que yo tenga fe y confíe en tu poder consolador.
Reconozco
las miserias de mi vida esperando que me limpies y me hagas nueva criatura. Te
entrego mis cargas, libérame de toda crisis y adversidad.
Dame
una fe pura y ardiente, una fe capaz de calmar las tempestades de mi alma y
detener la furia de los vientos de la amargura que invaden al corazón.
Confío
en tu amor que todo lo restaura, que calma todo descontrol emocional y que
aparta de mi lado todo peligro que pueda hacerme daño.
Confío
en que ya me estás bendiciendo en este momento y por eso repito a viva voz:
"Señor, creo, pero aumenta mi fe". Amén
Propósito
para hoy
Buscaré
en todo momento ver el lado bueno de las cosas y de las personas y así estaré
practicando una forma de caridad hacia prójimo
Frase
de reflexión
"No
podemos dormir tranquilos mientras haya niños que mueren de hambre y ancianos
sin asistencia médica". Papa Francisco
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