Por Ismael Pérez Vigil, 19/01/2018
Inicié la semana pasada una
“conversación” con los temas políticos, económicos y sociales de 2018,
relevantes desde el año anterior y señalé en primer lugar el rescate de la
democracia y la vía electoral como forma de lograrlo.
Sin duda esa es la preocupación de un gran sector de la
oposición democrática; pero no cabe duda que para la gran mayoría del país,
para más del 75% de los venezolanos, sean de oposición o no, la sobrevivencia,
lasatisfacción de las necesidades básicas −alimentos y medicinas−
es la prioridad. A eso se unen otras prioridades −salud, seguridad personal y
social, un empleo digno, el costo del transporte y de la vida en general− que
se constituyen en la verdadera agenda para la gran mayoría de la población, la
materia pendiente, urgente, impostergable.
Por ejemplo, en diciembre asistimos al episodio de las protestas
por la falta de entrega de los “perniles” ofrecidos en la última campaña
electoral de la dictadura; en vez de analizar y reflexionar sobre el
significado de ese acto de protesta −por hambre y el incumplimiento de una
promesa electoral− y como convertirlo en un símbolo de una lucha más profunda,
algunos prefirieron pontificar sobre la falta de “principios” y “valores
democráticos” del pueblo.
Decía Marx, en las primeras líneas de El Capital que “La riqueza
de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos
aparece como un "inmenso arsenal de mercancías" y la mercancía como
su forma elemental”; frente a los demagogos, el voto es para el pueblo su
primera “mercancía” de cambio, la más valiosa con la que cuentan, para mitigar
hambre y necesidades y no dudan en intercambiarla; sobre todo porque cosas como
elecciones, democracia, libertad, derechos humanos, respeto a la propiedad,
libertad de expresión, democracia liberal y similares, muy importantes para
nosotros, no son más que un sistema abstracto de valores carente para ellos de
contenido.
Ante el hambre y la escasez, se opacarán todos los demás y ese
es un tema pendiente desde hace muchos años, que solo ocupa un efímero espacio
en la demagogia de las campañas electorales, de corte cada vez más populistas;
sobre todo desde 1998, cuando se presentó aquel “líder” indiscutiblemente
popular, Hugo Chávez Frías, con un discurso demagógico −visto lo transcurrido−
que dirigió su discurso directamente a los más humildes y vulnerables y se
montó sobre las necesidades del pueblo y el anhelo anticorrupción de millones
de venezolanos de las clases medias, ofreciéndoles un “nuevo país” que nunca
llegó.
Qué duda cabe que el pueblo se sintió interpelado y convocado
por ese discurso populista y durante un tiempo, Chávez Frías, cabalgó sobre la
ola de los ingentes ingresos petroleros, que le permitieron desarrollar un
sistema populista, clientelar y ganar elecciones al hilo. Al principio usando
solo, aunque ilegalmente, recursos del estado para movilizar votantes y ganar
elecciones; después lo fue combinando con la intimidación y el chantaje a la
oposición y a sus propios seguidores. Pero a partir de 2013, ante el
agotamiento de los cuantiosos recursos para hacer demagogia, el mero populismo
del despilfarro de los recursos del estado, la intimidación y el chantaje para
movilizar votantes, cedió paso, entre otras, a la violación reiterada de las
leyes y reglamentos electorales, la manipulación del registro electoral, de los
circuitos electorales, el desplazamiento de los votantes, la manipulación de
votos y resultados y el forjamiento de actas, en resumen al secuestro y
desconocimiento de los derechos políticos para mantenerse en el poder.
El tema de las necesidades básicas, es un tema prioritario,
pendiente. Una parte del país creyó que ese “líder” de 1998 lo resolvería y
aunque ya muchos han descubierto que la situación ha empeorado, hasta
convertirse en tragedia, otros −no necesariamente seguidores del chavismo− aún
conservan la esperanza del surgimiento de un nuevo “líder” que resuelva ese y
otros temas pendientes.
Para quienes creemos en el rescate de la democracia por la vía
electoral el tema pendiente es −lo he dicho anteriormente− como llegarle a ese
pueblo con un discurso que penetre, poderoso, convincente, inspirador, con la
fuerza de arrastre, alternativa al poderoso discurso populista de la dictadura,
que le llegue a las grandes mayorías del país, a ese 32% que aun vota por la
dictadura y a ese 35% que es indiferente y que ni siquiera vota. Esta tarea es
también impostergable y retadora. Más importante que las interminables disputas
internas.
@Ismael_Perez
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