Por Fernando Pereira
“Educadores venezolanos
también buscan mejor calidad de vida en el extranjero”, fue el trabajo con el
que Efecto Cocuyo recogió la situación de los docentes en su día (15-01-18).
Quienes trabajamos en el
sector no hay día en que no nos llegue la queja desesperada de algún directivo
buscando completar su nómina o los comentarios en reuniones y talleres sobre la
cantidad de docentes que han renunciado en los últimos meses
en escuelas de Fe y Alegría, de Avec, privadas. Como se recoge en el
reportaje, ya no se trata de hechos aislados aunque algunas autoridades
insistan en que es así.
Los ya mermados beneficios
que han atentado contra lacarrera docente desde hace años fueron
pulverizados por los efectos de la voraz inflación. No es cuento que algunos
deban gastar más en transporte que lo que perciben en su menguada quincena.
“Debo atender a los hijos de otros y no tengo ni siquiera para darle lo básico
a los míos”, deja escapar una docente que ha dedicado toda su vida a la
enseñanza.
Maestros Inspiradores
Ágora y Ashoka de
Venezuela organizaron un concurso de cartas dirigido a docentes que pudieran
dirigir sus misivas a ese maestro que lo inspiró a ser quién es, a abrazar la educación
como forma de vida. Desde Cecodap apoyamos esta iniciativa por
considerar hay que animar, acariciar positivamente a esos héroes y heroínas que
se mantienen en las aulas de clases especialmente en estos momentos
de adversidad.
Orquídea Flores obtuvo el
primer puesto con la carta con la que honró a su profesor de inglés. A
continuación el texto premiado:
“En honor al Profesor
Atilio, mi inspiración. En una modesta casa ubicada en la calle Liberal, entre
las plazas Miranda y Bolívar del casco histórico de Barcelona, capital del
Estado Anzoátegui, un pequeño aviso decía: “Clases de inglés y matemáticas” y
una pizarra con rastros del verbo to be, 4 sillas de mimbre en un porche… era
el aula. Una voz ronca, profunda y con un español con acento de inglés británico,
nos ofrecía la bienvenida con un “Good morning”. Ante mí, un señor de tez
morena, robusto y con una estatura mayor de 1.90, con ojos grandes y mirada
profunda, pelo enrulado y una boca con labios muy gruesos – creo que sobre lo
normal- y lo que más me llamó la atención fueron su pasos al caminar, una
pierna se quedaba atrás. Vestido con franela impecablemente blanca, tirantes
que sostenían su pantalón caqui y mocasines bien lustrados; uno de ellos
deformado por la forma de su pie. Solo años después, al visitar a New Orleans,
recordé su imagen reflejada en los cantantes de Jazz, alrededor del French
Quarter. Recuerdo cuando mi madre le saludó y le explicó por qué estábamos
allí, y su pregunta fue: – ¿Ud. quiere aprender Inglés? Yo respondí: – Sí. Ud.
me dijo: para aprender inglés necesitarás oír con atención, hablar sin temer al
qué dirán, escribir y leer con entusiasmo y hacerte amiga de un diccionario –
si es británico mejor-. La Gran Lección: Solo 6 semanas fueron suficientes para
que el intensivo de inglés, que Ud. con su pizarra, tiza, su británica
entonación y su viejo diccionario me llenara de emoción al mejorar mi
pronunciación y mi vocabulario. Cada lección era propia de un profesor nativo
con sus modismos e idioma, con reglas claras y elementos claves para la
comprensión, que sirvieron para definir mi vocación y a los 12 años, supe que
quería ser como Ud. Profesor. Su hablar pausado, la repetición ante la duda,
con paciencia y sus elementos para orientarme: desde un ejemplo con sonidos, una
flecha en tiza de colores, una imagen; me iban indicando cómo facilitar la
comprensión, desde ese momento que fui alumna, supe lo que debía ser como
profesora en el futuro. Hoy solo sigo sus pasos, gracias a la mística de su
vocación. Por mi madre supe, que jamás pisaste una escuela o universidad, que
tu caminar fue producto de la poliomielitis y que en una caja por años te
arrastraste y así fue como en el cuarto de un inquilino de tu hogar, un
diccionario británico encontraste, y muchos de esos petroleros trinitarios, que
en tu casa se residenciaban, el inglés te explicaban y las matemáticas te
enseñaban. Saber que cuando adolescente comenzaste a caminar y que vecinos y
allegados a San Celestino, Patrono de Barcelona, el milagro le otorgaba; me
motivaron a dedicar mis años de servicio a estudiantes con discapacidad y con
compromiso cognitivo. Gracias mi profesor Atilio por su motivación”.
Orquídea inspiradora.
Conocemos su trabajo como
profesora en un liceo público de Ruperto Lugo en el oeste de Caracas. Sabemos
de las limitaciones y del áspero contexto. Pero ella sigue empecinada en hacer
lo que soñó, lo que siempre ha hecho. Para Atilio, Orquídea y todos los
maestros con vocación de Venezuela nuestro reconocimiento. Son nuestra
inspiración.
22-02-18
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