Por Víctor Salmerón
La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) elaborada por
la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de
Venezuela y la Universidad Simón Bolívar refleja cómo la contracción de la
economía y la inflación se traducen en incremento de la pobreza y deterioro en
variables esenciales como educación, salud, alimentación, seguridad y calidad
del empleo.
El estudio recolectó datos
de 6.168 hogares de distintas regiones del país entre julio y septiembre de
2017. Para medir la cantidad de hogares en pobreza, de acuerdo al ingreso, la
Encovi contempla que las familias que no obtienen suficiente dinero a través
del salario, bonos, becas y pensiones, para comprar cada mes una canasta de
alimentos básicos que permita a cada integrante ingerir al menos 2.200 calorías
diarias son catalogadas como pobres extremos. Luego, las familias en las que su
ingreso no les permite costear una canasta que añade a los alimentos básicos
servicios esenciales como luz eléctrica y transporte son pobres.
Las magnitudes de la pobreza
La encuesta determina
que la proporción de los hogares sumergidos en la pobreza aumentó desde 81,8%
en 2016 hasta 87% en 2017. Al mismo tiempo, la magnitud de los que se
encuentran en pobreza extrema se elevó desde 51,5% hasta 61,2%.
María Gabriela Ponce,
sociólogo, quien se desempeña en el Instituto de Investigaciones Económicas y
Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, explica que para determinar
la pobreza extrema se estableció una canasta de cincuenta alimentos, igual a la
que utiliza el Instituto Nacional de Estadística (INE), que para el momento de
la recolección de datos tenía un costo de 686 mil bolívares. Para calcular la
pobreza no extrema se multiplicó por 2,1 el valor de esta canasta de alimentos.
“Esto nos da una idea
del impacto de la inflación. Hoy en día con 686 mil bolívares solo se puede
adquirir un cartón de huevos”, dice María Gabriela Ponce.
Además del indicador
basado en el ingreso, la Encovi realiza una medición multidimensional soportada
en cuántos hogares presentan una o más de las siguientes características:
viviendas inadecuadas, viviendas sin servicios de saneamiento básico,
inasistencia escolar de los niños, hacinamiento crítico y alta dependencia
económica. Con estos elementos se construye la pobreza por necesidades básicas
insatisfechas.
Explica María Gabriela
Ponce:
“Combinando medidas de
pobreza estructural como la que arroja la medición de las necesidades básicas
insatisfechas y coyunturales, como la que surge del cálculo por la línea de
ingreso, se construye un indicador integrado que permite saber cuánta de la
pobreza es reciente y cuanta es crónica o difícil de superar. Del total de
pobreza, 56% es reciente y 30% crónica. Si se mantiene el empobrecimiento como
hasta ahora, año a año, el peso de la pobreza reciente será menor, el de la
crónica mayor y en consecuencia a los hogares les costará mucho más salir de la
pobreza”.
La Encovi realiza una
tercera medición de la pobreza que se ajusta al método adoptado por la Cepal,
conocido como multifactorial. Este toma en cuenta cinco variables: condición de
la vivienda (piso de tierra, ocupación ilegal, tres o más personas en un
cuarto), servicios (abastecimiento de agua por vía distinta al acueducto,
interrupción del servicio eléctrico), estándar de vida (ingresos per cápita
insuficientes para cubrir necesidades alimentarias), educación (rezago e
inasistencia escolar de los niños), trabajo y protección social (hogares donde
al menos una persona de entre 15 y 65 años de edad está desempleada o donde
ninguna tenga seguro, jubilación o algún sistema de previsión social).
“Este indicador
muestra el tamaño de nuestro empobrecimiento y sus causas. Entre 2015 y 2017
aumentó en 10 puntos porcentuales desde 41,1% hasta 51,1%, lo que quiere decir
que el empeoramiento de la calidad de vida no sólo se relaciona con la pérdida
del poder de compra sino que afecta las dimensiones más estructurales de los
hogares”, afirma María Gabriela Ponce.
Agrega un dato que evidencia
que la situación es más precaria en las ciudades pequeñas y caseríos: “Hay una
profunda desigualdad territorial. En Caracas, donde vive menos del 20% de la
población, la pobreza multidimensional alcanza el 34% de los hogares; en la
zonas menos pobladas donde en conjunto vive alrededor del 25% de la población,
la pobreza más que se duplica y alcanza 74%”.
Luis Pedro España, sociólogo
y quien junto a María Gabriela Ponce realiza el estudio de pobreza, indica que
“está creciendo la pobreza estructural porque no hay una política social
sectorial que distinga las necesidades de los hogares de acuerdo a sus
distintas características y evite las prácticas que llevan a que una familia se
atornille en la pobreza como la reducción del consumo, deserción escolar,
iniciación temprana en el trabajo y liquidación de activos. Estas son las cosas
que hacen que una crisis de ingresos se transforme en un alza de la pobreza
estructural”.
Los programas sociales que
el gobierno engloba bajo el paraguas de Misiones prácticamente han desaparecido
y se limitan a la entrega intermitente de las cajas o bolsas de comida por
parte de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
El número de personas
atendidas por Barrio Adentro (la misión emblemática en el área de salud) cayó
desde 2,6 millones en 2015 a menos de 200 mil en 2017 mientras que 12,6
millones de personas afirma haber recibido alimentos a través de los CLAP.
“La frecuencia de
recepción de las bolsas o cajas CLAP es discrecional. Poco más de la mitad de
los hogares beneficiarios no la reciben periódicamente, porcentaje que aumenta
al 69% en las ciudades pequeñas y caseríos”, añade María Gabriela Ponce.
El hambre
Marianella Herrera, médico y
profesora de la Universidad Central de Venezuela, resumió los hallazgos en
materia de alimentación:
“El 89,4% dice que el
ingreso familiar es insuficiente para la adquisición de alimentos, 70,8% señala
que desde junio de 2016 ha experimentado alguna situación en la que los alimentos
que tiene no son suficientes y no cuenta con dinero para comprar más, mientras
que 70,1% ha experimentado alguna situación en la que el dinero no alcanza para
comprar comidas saludables y balanceadas”.
Agrega Marianella Herrera
que 79,8% afirma que en los últimos tres meses ha comido menos porque no había
suficiente comida en el hogar y 78,6% porque la escasez le impidió adquirir los
alimentos, mientras que 61,2% se ha acostado con hambre.
“Para determinar Inseguridad
Alimentaria, tres o más respuestas positivas permiten clasificar a un hogar
como inseguro desde el punto de vista alimentario. El resultado es que el 80%
de los hogares presenta inseguridad alimentaria, 8,2 millones de venezolanos
ingieren dos o menos comidas al día. Seis de cada diez venezolanos han perdido
aproximadamente 11 kilos de peso en el último año por hambre” explica Herrera.
La dieta tradicional
continúa perdiendo calidad y cantidad. Destaca la disminución del aporte de
harina de maíz, y la que se expende en su mayoría es importada, la cual no está
enriquecida como lo exigen las regulaciones nacionales. La dieta se centra en
arroz, maíz, harina de trigo y tubérculos”, añade.
La educación
El fracaso escolar o un
nivel bajo en educación es un factor determinante para caer en la pobreza y
perpetuarse en ella. Anitza Freites, Directora General del Instituto de
Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, señala que “se estima en 12
millones 734 mil la población de 3 a 24 años, de los cuales casi 9 millones 931
mil asisten a un centro de enseñanza”.
La Encovi indica que en el
quintil uno, donde se ubica la población más pobre, el porcentaje de asistencia
escolar de quienes tienen entre 3-24 años cayó desde 69% en 2015 a 59%, pero
también se han visto afectados el resto de los estratos sociales.
La pérdida de poder
adquisitivo de las familias comienza a incidir y ha caído la demanda de
servicios educativos privados entre la población de los estratos socialmente
más aventajados. En 2016 el 46% de la población entre 3-24 años del quintil
cuatro y 55% del quintil cinco (el más rico) cursaba en algún centro de
educación privada, proporción que desciende en 2017 a 35% y 43%
respectivamente.
Un aspecto relevante es que
la alimentación incide en la asistencia a la escuela y el liceo en el estrato
de menos ingresos. Anitza Freites afirma que “en el quintil más pobre, 3 de
cada 4 dejan de ir a la escuela alguna vez por falta de comida. Se necesitan
mecanismos de protección social para niños, niñas y adolescentes quienes son
sujetos de doble violación de sus derechos al ser vulnerados su derecho a la
alimentación y a la educación, hecho que compromete seriamente su futuro”.
Empleo precario
Existe una correlación entre
la pobreza y las condiciones que tienen los trabajadores. El economista y
director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB,
Demetrio Marotta, detalló los resultados de la Encovi en lo que respecta al
empleo, y precisó que en 2017 la tasa de desempleo abierto se ubica en 9% y
afecta a 1 millón 177 mil personas.
No obstante, al sumar a este
indicador el 2,2% que se ubica en el subempleo, es decir, labora menos de 15
horas a la semana, y el 4,1% que gana menos de un salario mínimo integral y
trabaja más de 40 horas a la semana, el desequilibrio laboral es de 15,3%.
La precariedad del empleo
queda al desnudo al observar que 44% de los ocupados no tiene ningún tipo de
contratación y 10% lo hace con un contrato verbal. Asimismo, 37% de los
ocupados trabaja por cuenta propia, proporción que en 2014 se ubicaba en 30,6%.
Producto de la fuerte
recesión que golpea a la manufactura y la construcción, el porcentaje de
ocupados en estos sectores cayó desde 20,7% en 2015 hasta 11% en 2017.
“El trabajo productivo
y eficiente pierde significado y valor social. Se requiere, a mediano plazo
luego de un programa de ajustes, un plan de reinserción y reeducación de cara
al mercado laboral”, dice Demetrio Marotta.
La salud
Marino González, médico y
profesor de la Universidad Simón Bolívar, explicó que una muestra de la pérdida
de calidad en los servicios de salud es que solo el 19,2% de las mujeres
embarazadas que se ubican en el estrato más pobre de la población acude a
control desde el primer mes y 38,5% desde el segundo mes.
Al analizar la protección
con la que cuentan las familias, la encuesta señala que 68% de la población no
tiene seguro de atención médica, aun considerando como un seguro al Instituto
Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
“Venezuela vive un
shock prolongado en lo político, lo económico y lo social. Debemos tomar en
cuenta que los datos de esta Encovi se recogieron cuando la hiperinflación no
había comenzado a mostrarse abiertamente, por lo tanto, la situación en este
momento debe ser peor en todas las áreas”, concluye Marino González.
21-02-18
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