Por Tulio Hernández
I
Tampoco el perezjimenismo
instauró la dictadura de un día para otro. Aunque la asonada militar con la que
derrocaron a Gallegos había ocurrido en noviembre de 1948, no fue sino hasta
finales de 1952 cuando el general Marcos Pérez Jiménez se hizo formalmente un
dictador.
Dos hechos fueron decisivos.
El asesinato en el mes de octubre de Leonardo Ruiz Pineda, el máximo símbolo
nacional de la resistencia clandestina contra la dictadura en ciernes. Y el
fraude en las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente. El partido
Unión Republicana Democrática había ganado de modo aplastante. Pero el
resultado fue revertido a favor del FEI, el partido provisional creado para
darle un viso de legalidad al gobierno de facto que comenzaba. Los 11 miembros
del árbitro electoral renunciaron de inmediato a sus cargos. Tenían dignidad.
Con el fraude quedó claro
que se clausuraba la salida política. La convocatoria a elecciones para la
Constituyente había sido el último simulacro democrático del gobierno militar.
La tiranía se desnudaba. URD lo había perdido todo. El partido, inhabilitado.
Sus líderes, a la cárcel o el exilio. El país entraba en un largo y paralizante
silencio. El que a veces ocurre, al revés, antes de la tormenta.
A partir de ese momento
nadie más se hizo ilusiones. La salida no era fácil. Pero tampoco se le hizo
más el juego al gobierno dictatorial. La unidad era una obligación. No había
más. En 1957 comenzó a hacerse evidente. El 23 de enero de 1958 un avión
atravesando el cielo de Caracas, con el dictador a bordo y su legendaria maleta
llena de dólares, anunciaba el fin de una era. La Vaca Sagrada apodaban
popularmente a la nave.
II
Ahora estamos en una
situación equivalente. Maduro, más la suma de civiles ultraizquierdistas y
militares golpistas que nos gobiernan, también se desnudan. Sin mayorías para
ganar elecciones, se deshacen del antifaz democrático que ocultaba el verdadero
rostro del socialismo del siglo XXI.
Dos hechos marcan el quiebre
del modelo anterior y la entrada en el régimen de facto en cuyo borde, sin
cruzar definitivamente la raya amarilla, se supo mantener por más de una década
el presidente que murió en La Habana. Uno: la detención de Leopoldo López, para
su momento la figura más emblemática de la resistencia democrática. Por suerte
para todos no le ocurrió lo que a Ruiz Pineda, pero igual lo sacaron de juego
sin importarles la ley ni los derechos fundamentales.
Dos: el más grave, y por
tanto decisivo, el fraude poselectoral cometido por el gobierno una vez que le
arrebató a la oposición, por vía de la fuerza, el triunfo que legítimamente
había obtenido en las elecciones legislativas de 2015. No hubo reconteo de
votos como en 1952, pero el efecto es el mismo: una cúpula militar desconoce,
rodilla en tierra, la voluntad popular. Con el nombramiento de la asamblea
nacional constituyente comienza formalmente la dictadura.
La misma historia. Otra vez
no hay retorno. Nada que buscar a ciegas en el territorio de la acción política
electoral. Un territorio que la oposición democrática supo jugar muy bien hasta
demostrar fehacientemente que se había convertido en la mayoría sobrada del
país. Hasta confirmar por vía de los hechos sus intenciones constitucionales.
Pero se acabó. El paso está cerrado y ahora a desalambrar.
III
Pareciera que, salvo los
grupos políticos de salario mínimo, hay un acuerdo abrumador. La Iglesia, los
partidos importantes, la comunidad democrática internacional, el empresariado,
eso que llaman la opinión pública no quieren simulacros. No así.
De ahora en adelante tenemos
la certeza de que no se puede ir a elecciones sin condiciones justas y, además,
convocadas por un ente ilegítimo. Puede venir un período de oscuridad mayor.
Como el que dicen ocurre cuando se avecina el día. Puede que el poder de los
milicos y la ultra lo cope todo. Miraflores, el Parlamento, las asambleas
estadales. Por un rato. Pero ya no tendrán argumento alguno que los justifique.
Porque al final tampoco lo necesitan. Cuando el poder es solo poder de fuego es
porque el simulacro ya era insostenible. Entonces una nueva etapa comienza y la
imaginación no tiene límites. Tiempo de que bailen solos.
25-02-18
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