Por Edward Rodríguez
El 27 de febrero de 1989,
hace exactamente 29 años ocurrió en Venezuela el “Caracazo”, un hecho sin
precedentes en el país hasta ese momento; producto del hambre y el desespero de
los venezolanos ante una crisis económica inferior a la que padecemos hoy, que
es el resultado del fracaso de la llamada “revolución” liderada por el
fallecido Presidente Hugo Chávez y continuada, tras su deceso hace
cinco años, por Nicolás Maduro.
Tres décadas después, este
27 de febrero de 2018, Nicolás inscribirá su candidatura para reelegirse
como Presidente de la República; sin duda alguna obtendrá la
victoria, pues es el único aspirante en la contienda; los demás,
léase Henri Falcón y el pastor evangélico, Javier Bertucci, son los
“tontos útiles” que necesita el gobierno para darle el carácter legal a la
fraudulenta elección del próximo 22 de abril.
¿Qué hizo Nicolás en estos
cinco años? Nos llevó al nivel más bajo al que un gobernante puede conducir a
un país en materia económica y social: la pobreza extrema. Según el último
estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) “Encovi
2017”, la pobreza extrema alcanzó el año pasado el 61,2 % cuando
en el 2014 estaba en el 23,6%.
A pesar de las limosnas convertidas
en misiones, bonos o cuanto nombre se le ocurra, para controlar o comprar a
gran parte de la población, el estudio de la Ucab da cuenta de que el 56,9% no
las recibió, ni las recibirá, agregaría yo; mientras que el 42,8% recibió sólo
algunas. Ninguno de estos pírricos “beneficios”, ni la caja Clap, ni
mucho menos el carnet de la patria, han detenido la carrera hacia la
pobreza extrema, pues la inflación galopante, paradójicamente, se
crece con cada medida económica ejecutada por el Gobierno.
El candidato único que
aspira a reelegirse como primer Mandatario de Venezuela, en lo económico avanzó
en la destrucción del sector empresarial, basta con transitar un
kilómetro por alguna vía principal de cualquier ciudad del país para que note
la cantidad de negocios cerrados, pues el sistema los mató; también puede darse
una vuelta por cualquier zona industrial para ver que hoy son cementerios
industriales.
Los centros comerciales
están convertidos en espacios para ver y no comprar, con precios exorbitantes e
inalcanzables; el parque automotor, indicador del progreso de un país,
está pasando aceite: un gran porcentaje de concesionarios cerrados, modelos
viejos de vehículos, y un creciente museo automotriz, pues carro que se daña,
carro que se para porque evidentemente tampoco hay repuestos.
Estos son sólo algunos de
los logros del Presidente-candidato, a esto se le suma los problemas
del sector salud, la inseguridad, y el más palpable de todos: la
crisis humanitaria que con el pasar de las horas se agudiza, aunque el ahora
canciller Jorge Arreaza haya tenido la desfachatez de negarla en el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU, tal como lo hizo en su momento,
Delcy Eloína Rodríguez.
Como vemos, es ampliamente
conocida la gestión de Nicolás y la devastación que ha originado y que su
entorno insiste en negar porque cuando se vive o se está en el cogollo es
difícil detectar las necesidades y carencias de los demás, en este caso, de
casi 30 millones de venezolanos.
La guinda que le faltaba al
pastel la puso Oscar Figuera, secretario del Partido Comunista de Venezuela
(PCV) este lunes cuando le pidió a Maduro que en su reelección ejecute
la nacionalización de la banca e industrias. Ante esta bárbara
solicitud uno se pregunta: ¿este señor recién llegó de la isla? ¿No se dio
cuenta de que en 19 años de ejercicio de la “revolución”, por citar un ejemplo,
compraron el Banco de Venezuela, empresas de pañales, de leche, supermercados,
etc, y los llevaron al estricote?
Personas como Figuera
plantean ideas recalcitrantes y siguen siendo parte de la comparsa, la idiotez
a la máxima expresión, ni gobierno han sido, y mucho menos han tenido
incidencia, pero prefieren seguir en el papel que es mejor que le pasen y le
mojen la manito así sea en campaña.
Lo peor es que están
convencidos que el desastre es el mejor camino, nos falta ver mucha agua correr
y gente morir en esta Venezuela que está en terapia intensiva, y con
un pronóstico nada reservado: un solo candidato y un solo desastre.
27-02-18
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