Por Tomás Páez
Como toda dictadura
socialista, pido disculpas por la redundancia, la de Venezuela no puede
contener la destrucción que ha provocado, es su sino. Tampoco puede frenar el
acelerado crecimiento de la diáspora, es su destino. Ese modelo, de manera
congénita, propicia el crecimiento de la diáspora allí donde se instala. Su
ilimitada capacidad para generar hambre y escasez, asfixia de las libertades y
convertir la interacción humana en un “sálvese quien pueda” lo inhabilita para
frenar su crecimiento. No la detuvo el Muro de Berlín, los tiburones, ni las
peores barreras, las legales y las de los papeles.
El régimen está tullido para
pensar en el aprovechamiento de aquello que niega, desprecia y odia desde sus
vísceras. Sus respuestas son verdaderos monumentos al cinismo que destilan toda
su arrogancia: “quien no esté con nosotros que se largue”, se van a sufrir y
recibir maltratos, no hay migración sino “un robo de cerebros” o la última de
las perlas, prima “biliar” de la primera, no solo váyanse sino que “ojalá no
regresen más nunca”.
Los cerca de 3 millones de
ciudadanos, distribuidos en más de 90 países y 300 ciudades, los nuevos y
mejores embajadores con que cuenta el país, le son absolutamente ajenos porque,
como la mayoría de los venezolanos, juegan en el campo de las libertades y la
democracia. Por ello el régimen no está en capacidad de entender, y mucho menos
valorar, la significación del know-how de ese capital humano y de la
importancia para el país de sus nuevas relaciones personales, empresariales e
institucionales.
Lo contrario ocurre con la
Venezuela de las personas, organizaciones e instituciones políticas y sociales
de carácter democrático, para quienes la diáspora es un fenómeno inédito y sin
precedentes al que es necesario prestar una verdadera atención. Este
reconocimiento de la realidad, de sus dimensiones y de su importancia, es lo
que le permite pensar en políticas públicas dirigidas a aprovechar todo su
potencial y convertirla en un gran aliado del proceso de recuperación de la
democracia que hará posible mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Tal conciencia se ha
traducido en el diseño de estrategias, políticas e iniciativas, la primera de
la cuales es crear mecanismos que favorezcan la participación de la diáspora
que ha manifestado su compromiso y disposición a formar parte de este proceso.
No es poco lo que se ha avanzado en el mundo y en Venezuela, y lo realizado
arroja información muy valiosa acerca de las prioridades, modalidades
organizativas y de conexión más adecuadas entre los venezolanos en la “nueva
geografía del país” que se ha venido fraguando en el siglo XXI.
Se ha progresado mucho, pero
se hace necesario imprimir mayor celeridad, puesto que cada día que pasa se
ahonda el daño que la dictadura socialista ocasiona al país, que hoy se
encuentra fatigado y exánime. El esfuerzo hay que mantenerlo y profundizarlo en
los dos extremos de la relación. En este empeño es necesario crear y fortalecer
los mecanismos organizativos y de conexión tanto en el país de origen como en
el de acogida, concediéndole al migrante y a las organizaciones de las que se
ha dotado la centralidad de esta ecuación.
La conexión hará posible
identificar proyectos e iniciativas con las cuales dar respuesta a las
múltiples necesidades y exigencias, desde las más urgentes hasta aquellas que
demandan lapsos más amplios. Se ha adelantado mucho en cuanto a la
cuantificación de la diáspora en países y ciudades, organizaciones con las que
cuenta y proyectos en marcha, información que se recogen en el tercer
observatorio de la diáspora, y ello constituye un buen punto de partida para el
despliegue del trabajo.
En el terreno de la creación
de mecanismos de conexión la pionera ha sido la “diáspora ucevista”. Esta
cuenta con la información que ha sido recabada entre los amigos y egresados de
la UCV que se encuentran en la diáspora. Los datos obtenidos permiten
identificar la disposición a participar en la recuperación de la UCV, así como
las distintas modalidades de apoyo para lograrlo. Esperamos poder presentar muy
pronto los resultados del estudio que dan cuenta del profundo afecto y del
enorme arraigo de la UCV en todo el mundo.
Una iniciativa más reciente,
que nace luego de un intenso intercambio institucional, culminó con la creación
de la Diáspora del Estado Carabobo, recientemente anunciada, y que está
constituida por la Asociación de Ejecutivos del Estado, los gremios
empresariales y la Universidad de Carabobo. La fase inicial consiste en la
articulación con el equipo global y la identificación de los carabobeños y
amigos del estado, interesados en la recuperación de una región que ha sufrido
la guerra que el régimen ha declarado a la empresa privada y a las
universidades. El lanzamiento público de esta iniciativa ha motivado a otras
localidades y regiones a desplegar iniciativas similares.
Tales proyectos forman parte
integral de la plataforma de la diáspora y suponen la puesta en escena de un
set de políticas públicas dirigidas a esta. Las mismas se erigen sobre el
principio de la “circulación de cerebros” o del informe del Foro Mundial sobre
migración y desarrollo (2013-2014) elaborado bajo la presidencia de la sueca
Eva Akerman Borje, cuyo lema es “liberar el potencial de la migración para un
desarrollo incluyente”. Dicho informe asume y reconoce el importante aporte que
hace al desarrollo toda migración que aprovecha las oportunidades que ofrecen
los países de acogida.
El foco de la atención se
centra en el ser humano, quien aporta su know-how, su capacidad emprendedora y
de trabajo y además impulsa la demanda en el país de acogida. Como reconoce el
citado documento, “las migraciones representan también una oportunidad para los
países en desarrollo en lo que se refiere a captación de conocimiento,
competencias y tecnologías, y capital social, que estos no están en condiciones
de generar por sí mismos o cuyo coste de oportunidad resulta elevado”.
Ninguna acción sustituye al
migrante en el plano individual y en el de las organizaciones que ha creado,
que fortalecen y potencian el esfuerzo individual. El trabajo con
organizaciones posibilita desarrollar proyectos de mayor alcance e impacto. En
el mismo documento se destaca el papel que puede desempeñar una diáspora
altamente calificada, como la venezolana, que al mantener “una fuerte
vinculación con su sociedad de origen puede generar, mediante la transferencia
de los capitales que va acumulando y con un coste relativamente bajo, una serie
de aportaciones con notables efectos para las economías y la sociedad de
origen”.
Venezuela es hoy un país
diezmado, cuyos alarmantes datos se asemejan a los que exhibe un país recién
salido de una confrontación bélica. Serán necesarios muchos recursos y
proyectos provenientes del capital y la cooperación internacional para rehacer
un país desde sus despojos. En este terreno la diáspora se “convierte en un
vector de solidaridad con el país de origen”, como lo confirman todas las
iniciativas en las que participa. Todos los esfuerzos dirigidos a comenzar la
restauración del país, cuando recuperemos la democracia y las libertades,
impedirá dilaciones innecesarias. La recuperación convoca a todos los
venezolanos, pues en ella todos tienen cabida. El cambio se inicia desde las
instancias locales que han sido severamente afectadas por el proceso de
recentralización que exige todo socialismo, pasando por las instancias
regionales, nacionales y supranacionales.
Somos conscientes de que
nadie en su sano juicio invertiría hoy en Venezuela, pero ello no es óbice para
entablar las relaciones institucionales y empresariales, para que las
inversiones se produzcan cuando creemos el entorno de libertades, paz y respeto
a los derechos que las hace posible. Hay todo un menú de opciones para el
desarrollo de proyectos conjuntos y alianzas de tipo comercial, tecnológico y
financiero entre socios internacionales y contrapartes nacionales. Estas
propiciarán la ampliación de mercados, mejora de los productos y procesos, y
reforzarán el ambiente que estimula el desarrollo.
Además, impulsar la difusión
y transferencia de conocimientos, así como de tecnologías y de los recursos
financieros, favorece la promoción de la cultura democrática y el modelo de
libertades que asegura la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos. La
cooperación trasciende el ámbito económico e integra los asuntos
institucionales y los intercambios sociales y culturales.
23-02-18
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/diaspora-participacion-reconstruccion-del-pais_224219
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