Por Arnaldo Esté
Hay que darle la pelea a la
dictadura.
El fraude está cantado y en
marcha, pero hay que unirse para dar la pelea contra ese fraude y todas violencias
que seguirán y que serán muchas.
Las divisiones del gobierno
ayudan y cada vez son menos los que aún se refugian en pretensiones
ideológicas. El discurso oficial se queda en consignas y rezongos para
alimentar su poder y complicidad. El cultivo de la mendicidad es reiterado en
billetes y regalos sin mayor valor. La crisis general invade todos los
resquicios de la vida social e individual haciendo menudear las protestas. La
infraestructura en vías y servicios se desploma y los ingenieros anuncian una
caída de la energía eléctrica que lo paralizaría todo.
Frente a eso, el apoyo
internacional ha crecido y sigue haciéndolo. Nos toca a todos corresponder
superando el escepticismo y la amargura y, para ello, hay que incrementar
nuestra fuerza, hacer conciencia de ella y expresarla con la unidad. La unidad
requiere, además de decisiones y acuerdos, de unos símbolos que con economía de
recursos lo expresen, y esos símbolos se deben mostrar en el juego electoral.
Hay que participar en la farsa a sabiendas de lo que es, pero sabiendo también
que hay que enfrentarla y desenmascararla con todos los recursos.
Cuando escribo ahora, sé que
los dirigentes opositores están reunidos y en consulta y es bien posible que
para el sábado, cuando esto se publique, ya tengamos una propuesta, un
candidato y un acuerdo para apoyarlo.
Democracia y diversidad
En anteriores escritos me he
referido los valores éticos y su importancia en la educación, en la formación
de la gente. En las últimas dos semanas toqué la dignidad y la participación
como inherentes a la profundización de la democracia.
Ahora toco esto de la
diversidad. No es un valor establecido y en las aulas y en los juegos sociales,
incluida la política, la diversidad resulta incómoda. Las relaciones entre las
personas están priorizadas por la concepción tradicional y elemental del poder
que lo realiza como la negación o ignorancia de los diversos, como una
propiedad alinderada y más bien física. Pero la diversidad como valor emergente
implica que el logro de una creación o un producto está mucho más asociado al
acopio de los otros, de los diversos que a su ignorancia o sometimiento. Así,
el liderazgo responde ahora más a una capacidad para concertar y sumar que para
mostrar brillo o estatura. Las formas de comunicar, lo digital y los mestizajes
mundiales consiguientes, nos lo reiteran y evidencian.
17-02-18
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