Por Simón García
La tardanza de la MUD en
decidir puede obedecer a elevar la presión por el cambio de las condiciones
electorales o a la inexistencia de consenso. El punto de participar o no en el
proceso electoral, lejos de ser un falso dilema, es nuevamente una piedra de
tranca. Tan decisiva que nubla la oportunidad de formular una política
alternativa y unitaria frente a un régimen que sigue destruyendo libertades y
generando hambre.
Uno de los puntos para
resolver ese dilema debería ser las experiencias de la abstención absoluta de
la oposición el 2005 o las parciales del 2017. Ninguna impidió el avance del
régimen ni evitó que los órganos electos en condiciones de ilegalidad,
alcanzaran una legitimidad de hecho.
En la otra banda, existe un
caso de participación unitaria el 2015, con objetivos claros y una eficiente
defensa del voto que logró asegurar una contundente mayoría electoral, aunque
posteriormente el autoritarismo anulara inconstitucionalmente a la
Asamblea Nacional. Ahora, tratándose de una elección presidencial, el
ventajismo será mayor y el comportamiento oficialista más rudo; pero el rechazo
al gobierno y las condiciones de sobrevivencia impuestas a la población son
también más propicias para alentar un sunami electoral que quiebre al fraude o
resalte sus tramposerías.
La decisión es de primera
importancia. Sea cual sea la que se adopte, debería salvaguardarse la
participación de unos y otros en la conformación de una estrategia unitaria de
mediano plazo para hacer más eficaces las tácticas de debilitamiento,
desplazamiento y derrota del régimen. La oposición, en sus variadas
gamas, debe dejar de atacarse a si misma para concentrarse en el combate a los
responsables de la descomposición y la ruina del país.
La unidad es imposible con
políticas contrapuestas, pero se debería mantener un mínimo de puntos comunes.
Esperamos que desde una u otra posición se eleve la defensa de la gente desde
sus problemas concretos, se le abra cauces nuevos a la protesta contra las
políticas de Maduro, se avance en las alianzas sociales, se tenga un discurso
para atraer al chavismo no madurista y se defienda activamente las exigencias
de restablecimiento de la Constitución hechas por la comunidad internacional.
La solidaridad internacional
hace lo suyo desde afuera. A nosotros nos corresponde asumir internamente la
lucha por la vigencia de la constitución y el empeño por resolver la crisis de
gobernabilidad con votos y no mediante un golpe de Estado o una invasión que le
arrebate a las fuerzas civiles el deber y el derecho a conducir la
reconstrucción del país. El ya debilitado soporte de los partidos terminaría
por ser anulado y las calamidades sociales agravadas al extremo, si nos
subordinamos a una confrontación armada.
El gobierno no quiere que la
oposición participe en este proceso y su trampa invisible es crear todas las
condiciones para quedarse sin una competencia no sólo que mida su rechazo, sino
que incluso, pueda derrotarla. Luce evidente que la abstención, aún con
intenciones en contrario de sus promotores, será usada para difundir
desesperanza y división.
16-02-18
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