Por Marino J. González R.
La hiperinflación de
Venezuela, según las estimaciones de la Asamblea Nacional (únicas oficiales en
el país), ya se encuentra en el cuarto mes. De tal manera que ya superó en
duración las hiperinflaciones de Perú (1988 y 1990) y la de Chile (1973), según
el recuento realizado por Steve Hanke y Nicholas Krus, investigadores de la
Universidad Johns Hopkins. Si se prolonga hasta el mes de marzo habrá superado
también la duración de la hiperinflación de Brasil (entre 1989 y 1990).
Todo parece indicar que al
menos hasta la elección presidencial fijada para el 22 de abril de este año, el
gobierno seguirá impulsando una política económica que no hará otra cosa que
agravar los factores que condicionan la hiperinflación. En este caso,
puede estimarse que la hiperinflación de Venezuela durará al menos seis meses. También
es previsible que un programa adecuado de estabilización económica no es lo que
el gobierno tiene pensado implementar.
La persistencia de la actual
política, entonces, puede aumentar la duración de la hiperinflación con las
graves consecuencias que están conllevando para los hogares venezolanos.
De allí que sea urgente
acometer los cambios de política que pudieran corregir el curso
hiperinflacionario. Ya las previsiones indican que, de no haber modificación,
Venezuela puede alcanzar en 2018 la tasa de inflación más alta de todas las
hiperinflaciones de América Latina (comparable con la de Nicaragua en 1987).
La diferencia en la calidad
de las políticas tiene efecto en la duración de las hiperinflaciones. Ello se
puede apreciar cuando se analiza la evolución de procesos de hiperinflación que
comparten características similares. Una comparación en este aspecto la
ofrecen las hiperinflaciones que se sucedieron luego de la disolución de la
Unión Soviética. En enero de 1992 comenzaron 14 procesos de hiperinflación en
repúblicas soviéticas. En nueve casos las hiperinflaciones duraron entre
uno y dos meses (incluyendo la de Rusia que duró un mes). En los restantes
casos (5) las hiperinflaciones se extendieron por dos años o más: Tayikistán
(22 meses), Turkmenistán (23 meses), Moldavia (24 meses), Ucrania (35 meses) y
Azerbaiyán (36 meses). Se puede inferir que las hiperinflaciones deben ser
atendidas con prontitud, de lo contrario tienden a prolongarse en el tiempo. De
hecho, las hiperinflaciones de Ucrania y Azerbaiyán solo son superadas en
duración por las de Grecia (1941-1945) y Nicaragua (1986-1991).
Ahora bien, no
necesariamente la corta duración de las hiperinflaciones es indicativa de que
la recuperación será rápida. Para ello tomaremos como criterio que la
recuperación de una tasa baja de inflación implica alcanzar dos dígitos. En los
nueve casos en los que las hiperinflaciones duraron entre uno y dos meses, solo
en dos de ellas (Estonia y Letonia) la recuperación de una baja tasa de
inflación llevó dos años. En los restantes casos llevó más tiempo, hasta cuatro
años en Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Uzbekistán.
El examen de la experiencia
en otros países permite precisar un poco más lo que puede durar la
hiperinflación en Venezuela, así como los rasgos de la recuperación. En
primer lugar, el hecho de que la hiperinflación no se haya enfrentado con
rapidez, es un signo de mal pronóstico con respecto a la duración. En segundo
lugar, en caso de tomarse medidas para enfrentar la hiperinflación deben ser
muy bien diseñadas para que la recuperación sea en el menor tiempo posible. Es
claro que la manera de enfrentar la hiperinflación marcará el rumbo de la
sociedad venezolana en los próximos años.
14-02-18
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