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lunes, 19 de febrero de 2018

Venezuela: ahora, tragedia de todos, por @RicardoTrotti ‏



RICARDO TROTTI 18 de febrero de 2018

Esta semana fue funesta para Nicolás Maduro. Todos reaccionaron en contra de su fraudulenta convocatoria a elecciones para el 22 de abril, en las que quiere competir sin oposición ni supervisión.

Quedó en el pasado la época en que los gobiernos mantenían silencio ante la tragedia política venezolana, por miedo a las represalias estridentes del régimen o a quedarse sin petróleo a precios subsidiados.

A la oposición no le resultó fácil revertir esa indiferencia general. Sus denuncias chocaron con el romanticismo que se le prodigaba al chavismo por su cháchara anti imperio, igual que al comunismo cubano. También tropezaron con una tramposa maquinaria electoral de apariencia democrática y con la construcción de procesos de diálogo que el régimen usó para comprar tiempo y acrecentar su poder.

Todo cambió. La tragedia venezolana ya no es política, sino humana y expansiva hacia otros países. El continente se apura ahora a buscar remedios para controlar el desborde de uno de los mayores éxodos en la historia de América Latina.

La agrupación Cáritas calcula que la desnutrición en menores de 5 años trepó al 71%. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) supone un 80% de pobreza. Se calcula que el 10% de los 31 millones de venezolanos emigró en los últimos años. Una parte fue asimilada por la fuerza laboral de otros países, pero muchos sistemas inmigratorios, del panameño al dominicano, están al borde del colapso. Otros como Argentina, por causas humanitarias, flexibilizan sus normas migratorias, mientras tanto los países limítrofes, Brasil y Colombia, llevan la peor parte de la ecuación. Unos 800 mil venezolanos recalaron en Colombia y la escalada migratoria obligó al presidente Juan Manuel Santos a coordinar con el ACNUR la construcción de campamentos para refugiados.

Es cierto que el régimen chavista está cosechando los frutos de sus incompetencias sembradas en todas las áreas. Pero no es el único culpable. La responsabilidad también recae sobre la comunidad internacional que hizo poco o nada para prevenir esta situación. Todos deben asumir las consecuencias por nunca haber aplicado la Carta Democrática Interamericana.

Esta semana los cancilleres del Grupo de Lima, entre ellos de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia y Perú, afirmaron que no le darán la bienvenida a Maduro en la próxima Cumbre de las Américas que se celebrará en Perú en abril. La medida política es elogiable, pero no quita que la tragedia humana venezolana tendrá que ser prioridad en la agenda.

La condena al régimen de Maduro llega tarde, pero es bienvenida. Y cabe una lección. Sería importante que los resortes preventivos que no se aplicaron contra Venezuela se activen para frenar a otros gobiernos autoritarios y, así, desactivar crisis y éxodos futuros. ¿Suena Nicaragua?


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