Por Leonardo Morales P.
Los venezolanos hemos
enfrentado varios desafíos en el curso de nuestra historia. El más universal de
los venezolanos que emprendió la tarea de proveernos de libertad, Francisco de
Miranda, se apareció por estas tierras convertido en un sesentón para iniciar
la lucha por la emancipación de Venezuela. Otros siguieron sus pasos y junto
Bolívar nos hicimos libres de España. Casi medio siglo tuvo que
transcurrir del siglo XX para que los venezolanos lograrán superar las
revueltas, revoluciones y otras convulsiones para comenzar a acariciar las
ventajas de la naciente democracia. De cualquier forma, ese lapso comprendido
entre 1945 y 1948, si bien se alcanzaron importantes libertades no dejaron de
ser convulsas.
No fue sino hasta 1958
cuando se inicia un largo recorrido democrático, con sobresaltos, pero
democrático. Se sucedieron varios presidentes y se alternaron partidos en el
ejercicio del poder.
Nos alcanza el sigo XXI y la
admonición recibida en el última década del siglo anterior es vivificada. Han
transcurrido 18 años de este nuevo siglo con libertades amenazas, con un orden
civil coaccionado y debilitado. El déficit democrático que observa el país
en las casi dos décadas de esta joven centuria es notable y alarmante.
El régimen de Maduro va
avanzando, coloca piedra sobre piedra, ha cimentado y amalgama sus posiciones,
va liquidando los avances democráticos adelantados desde 1958. Las libertades
conquistadas son arrancadas de las manos a los venezolanos sin que una
dirección política coherente logre impedirlo. Es la tragedia de estos
desafortunados tiempos.
Nadie ha erigido a Maduro
dictador, aun cuando este lo desee. Tampoco la ANC, electa de manera excluyente
y sin la consulta al titular de la soberanía puede arrogarse tal papel, aun
cuando los poderes públicos hayan desfilado a hincar sus rodillas frente a
ellos.
Las pretensiones
dictatoriales han de ser enfrentadas con audacia y decisión. A las dictaduras
les da por consultar y convocar elecciones sin ofrecer las condiciones mínimas
que exigen los procesos democráticos, siempre han sido desventajosas para la
oposición democrática.
Exigirles condiciones
decentes, equitativas y justas va contra su propia naturaleza. Esperar el
cumplimiento de un proceso electoral dictado por los principios democráticos no
es otra que consentir pasivamente la eternización de la dictadura”
La actitud de algunas
fuerzas democráticas de hacerse a un lado en las elecciones presidenciales por
falta de condiciones electorales aceptables supone otorgarle al régimen un
carácter que no tiene. Si este es un régimen dictatorial- como se afirma- cómo
ha de suponerse que garantice condiciones para que sea derrotado. Dónde y en
cuál régimen con esas características se ha ofrecido elecciones
justas. Ahora, qué ha pasado cuando aún en circunstancias adversas, como
las que ahora plantea Maduro, los sectores democráticos han participado activa
y masivamente. No veamos la historia como los niños la sopa.
Lo cierto es que hasta ahora
la participación ciudadana se ha llevado por delante regímenes autoritarios. La
abstención y la inacción electoral solo actúan, sin desearlo, como legitimadora
del régimen, configurándose, de esa manera, una dictadura consentida. Eso
es justamente lo que emerge de la quietud: Ex nihilo nihil fit.
Entregarse sin dar la pelea
es una opción, ciertamente la peor, y a eso juega Maduro: a la inmovilización,
al escepticismo, a la abstención, a la inacción y a que los venezolanos miren
indiferentes como le arrebatan la libertad.
La sociedad puede ejercer su
poder intimidatorio con una inmensa movilización de votantes el día que
corresponda. Ya lo hizo, lo logró y puede volver hacerlo.
24-02-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico