Por Henrique Capriles
Una guerra de hambre, eso es
lo que ha desatado el gobierno contra nuestro pueblo. Y se han tomado tan en
serio su misión que para el 89,4 por ciento de los venezolanos el ingreso
familiar ya no alcanza ni para comprar alimentos.
Con el precio de la canasta
alimentaria de enero el poder adquisitivo del salario del venezolano cayó al
nivel más bajo de los últimos 20 años. El salario mínimo, de 248.510 bolívares,
apenas alcanza para adquirir el 2 por ciento de la canasta alimentaria.
Lo único que produce Maduro
es destrucción. ¿Alguien lo duda? Él no es capaz de pisar una comunidad para
hablar con los venezolanos, mucho menos si se trata de los más humildes, pero
sí ha entrado en sus hogares para sembrar pobreza y poner en riesgo la salud,
el estado nutricional y la vida de cada familia.
Mientras el gobierno ocupa
su tiempo y los recursos de los venezolanos en idear nuevas fórmulas para
mantenerse en el poder, la situación del país continúa deteriorándose.
Fantasean y mienten a través
de su aparato de propaganda, reciclando conspiraciones ficticias y hablando de
un país que sólo existe en sus delirios. Pero la realidad no se puede
maquillar, estalla en cada rincón de nuestro territorio y produce tanto ruido
que ya es tema de conversación y preocupación en las más diversas instancias
del mundo.
La radiografía, por demás
dramática, de Venezuela, que recoge la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida
(Encovi), desarrollada por nuestras principales universidades, puso en cifras
lo que vemos a diario en nuestras calles, en el rostro de los venezolanos, en
el llanto de los niños y sus madres.
¡Nunca hubo tanta pobreza en
nuestra Venezuela! Hemos llegado a una cifra sin precedentes: pasó de 81,8 por
ciento en 2016 a 87 por ciento en 2017 y la pobreza extrema subió de 51,5 a
61,2 por ciento en el mismo período.
Y los responsables de la
economía, que quieren seguir conduciendo el destino del país, no hacen nada
para revertir la situación. Al contrario, parece que trabajan para
profundizarla. La pobreza no se resuelve con una bolsa de comida. Por eso cada
día hay más venezolanos pobres. ¡Estamos en emergencia y así hay que asumirlo!
Lo que estamos viendo puede
parecer producto de la incompetencia, pero incluso un gobierno inútil que ve
sufrir a su pueblo tiene en sus manos la posibilidad de rectificar, de
asesorarse y buscar soluciones. Es precisamente la falta de voluntad y el
empeño de atornillarse a Miraflores lo que deja al descubierto sus verdaderas
intenciones, muy distantes del discurso humanista con el que se llenan la boca.
Lo hemos advertido antes,
los países con gobiernos totalitarios recurren a la escasez y al hambre como un
mecanismo para el control social, para mantener al pueblo en una situación de
dependencia y conformismo. Esto no sólo es macabro, es criminal.
Nuestra Venezuela no se
reconoce, no quedan vestigios de lo que llegó a ser la vida de nuestro pueblo.
El venezolano ya no trabaja para forjar un futuro para su familia, ahora la
mayoría lo hace escasamente para sobrevivir. 9 de cada 10 venezolanos no pueden
pagar su alimentación diaria y 80 por ciento de los hogares sufre inseguridad
alimentaria.
En 2017, 8 mil 130 millones
de personas en Venezuela ingirieron dos o menos comidas al día y en su mayoría
de mala calidad. 61,2 por ciento dice que en los últimos tres meses se ha
acostado con hambre.
Los resultados de Encovi
muestran que la dieta ha perdido variedad, cantidad y es anémica, por el
consumo de alimentos bajos en micronutrientes. Como consecuencia, 6 de cada 10
venezolanos reportó haber perdió alrededor de 11 kilos en un año. “La dieta de
Maduro” para muchos venezolanos se ha convertido en ayuno.
En apenas dos meses, 18
pequeños fallecieron por desnutrición en el Hospital Universitario “Dr. Manuel
Núñez Tovar”, en Maturín y cuatro en Trujillo.
Por más que queramos, la
realidad es que no hay una cifra en Venezuela que no hable del desastre en el
que han convertido a nuestro país. La salud también está en terapia intensiva.
Se evidencia en la reaparición de enfermedades que ya estaban erradicadas, en
el calvario que sufren los enfermos y sus familias, en la muerte de pacientes
que pudieron salvarse de haber tenido acceso a tratamiento.
Codevida, reporta que más de
300 mil personas están teniendo consecuencias devastadoras en su salud porque
existe 95 por ciento de escasez de medicamentos de alto costo y 90 por ciento
de ausencia de medicinas complementarias.
Esta semana los padres de
los niños pacientes del hospital JM de Los Ríos protestaron pidiendo auxilio y
exigiendo tratamiento para salvar sus vidas y la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos otorgó medidas cautelares a todos los niños que se evalúan y
reciben tratamiento en el Servicio de Nefrología de este centro de salud por el
grave riesgo en el que se encuentran.
La ENCOVI aporta información
alarmante. Presentamos el peor desempeño en mortalidad materna desde 1998, sólo
superado por Cuba. También tenemos la peor desprotección financiera de salud de
toda América Latina. Otro logro de quienes quieren gobernar 6 años más a
Venezuela.
En toda crisis quienes más
sufren son siempre los más vulnerables, en el caso de nuestros niños, 280 mil
están en riesgo de morir por desnutrición.
Amnistía Internacional indica que la tasa de muerte infantil aumentó en más de 30 por ciento por enfermedades como la septicemia neonatal, la neumonía y la difteria.
También es crítica la
situación de la educación, que es la que da a nuestros niños las herramientas
para tener acceso a mejores oportunidades. Entre 2016 y 2017 más de un millón
de niños, niñas y adolescentes, de entre 3 y 17 años, estaban fuera del sistema
escolar. Casi la mitad de los niños que asiste a la escuela, lo hace de forma
irregular fundamentalmente por la falta de comida en el hogar o en el centro
educativo.
La situación es tan difícil
que muchos venezolanos, desesperados ante la inacción de quienes se supone
deben garantizar sus derechos básicos, prefieren buscar oportunidades en otros
países. Hoy se estima que entre tres y cuatro millones de venezolanos han
emigrado. Estamos hablando de entre el 10 y el 12 por ciento de la población
del país, lo que equivale a dejar a Caracas despoblada. Venezuela se desangra,
está perdiendo lo más valioso, que es su gente.
Ante la emergencia
humanitaria, son muchas las voces que están levantando tanto nacional como
internacionalmente exigiendo al gobierno que reconozca el deterioro de la
calidad de vida del venezolano y permita la asistencia para aplicar medidas
oportunas y garantizar los derechos humanos. Pero su afán de poder y pobreza de
espíritu no le permiten al ocupante de Miraflores asumir su responsabilidad.
En el país con las mayores
reservas petroleras del mundo lo único que produce el gobierno es pobreza.
Los venezolanos queremos
salud, paz y tranquilidad. No queremos perder un solo venezolano más, ni por la
crisis de salud, ni por la delincuencia, ni por el hambre, ni por la frontera.
Aquí quienes tienen que irse
son ellos para dar paso al cambio que nos permita salir de la oscuridad. Por
eso tenemos que seguir luchando por el país que soñamos. Venezuela siempre
valdrá la pena y no podemos desfallecer.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela!
25-02-18
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