Por Marianella Herrera
La publicación Encovi 2016
llevaba por título: Venezuela: La caída sin fin ¿hasta cuándo? Parecía
imposible pensar en un empeoramiento de los ya los aterradores datos de
pobreza, acceso a la salud, deserción escolar, calidad de la dieta, inseguridad
alimentaria y pérdida de peso de la población, pero el análisis de esta nueva
edición de la encuesta que ya es la cuarta, nos muestra que siempre se puede ir
para peor y que la compleja crisis que vivimos, tiene un ritmo de cambios hacia
el deterioro que pareciera tener vida propia, pues la velocidad del mismo y la
ausencia de intervenciones correctas así lo ha marcado. Este cambio hacia
peor, nos exige pensar de manera distinta para realizar el análisis correcto de
la situación y realizar las propuestas para solucionar.
Para 2016, un 82% de
venezolanos vivía en pobreza, esta dolorosa cifra a la par que el 93% que
manifestó que sus ingresos no eran suficientes para comprar alimentos, nos hizo
pensar en lo que podría ocurrir si no se tomaban las acciones necesarias, pues
en esa edición de Encovi también se habrían duplicado la cantidad de personas que
no hacen las tres comidas al día, llegando a un 33% de personas, es decir más
de 9 millones. Por si fuera poco y debido a la gran cantidad de casos de
desnutrición conocidos a través de los casos atendidos en los hospitales, las
denuncias desde los centros carcelarios y el ver a la gente hurgando en la
basura en la calle para buscar comida, se decidió preguntar acerca de la
pérdida de peso: un 73% de los encuestados reportó haber perdido 8 kilos
en promedio durante el último año.
Pero lo reportado en la
edición del 2017, no tiene precedentes, parece un abismo negro del cual es
difícil salir. La pobreza general alcanza al 87% de la población, y el 61% es
pobreza extrema.
En cuanto al patrón de
compra de alimentos por una parte, refleja la pérdida del “trono” de la harina
de maíz precocida como el alimento número uno en intención de la compra
semanal, siendo sustituido por el arroz, por la otra, la toma de los lugares
antes ocupados por las fuentes de proteínas por los tubérculos y la disminución
de la compra de hortalizas y frutas que de alguna manera compensaban la ingesta
de micronutrientes (vitaminas y minerales) el año anterior. La leche tiene una
intención de compra baja, igualmente los huevos y leguminosas. Esto constituye
un escenario patético para el logro de objetivos nutricionales, pues
básicamente no puede consumirse lo que no se puede comprar. 80% de los hogares
experimentan una situación de inseguridad alimentaria, 9 de cada 10 venezolanos
manifiesta que sus ingresos son insuficientes para comprar alimentos, y más del
60% se acuesta sin comer porque en su hogar no había dinero para comprar
alimentos. ¿Qué se ha hecho para revertir esta situación? Lo que aparece como
el único programa social, si es que puede llamarse programa, es la distribución
subsidiada de alimentos a través de la caja CLAP, con inconsistencias en las
entregas, con discriminación en la manera de obtenerlas, y con un contenido
nutricional insuficiente en calidad y cantidad.
¿Qué significa esto? ¿Cuál
es el análisis ulterior? Estos datos hablan de cómo transcurre la vida de
millones de venezolanos, que deben pasar penurias, y enfrentar la cotidianidad
desde la miseria. También significa, que en estos adultos venezolanos hay
mujeres y hombres en edad fértil, cuyos estados nutricionales
pre-concepcionales muy probablemente son deficitarios impidiéndoles enfrentar
la maternidad/paternidad en condiciones saludables. Pero a ello se suma, la
falta de control del embarazo adecuadamente que refleja la sección de salud de
Encovi 2017, la brecha entre el control adecuado que logran las embarazadas del
quintil más rico, versus el inadecuado y tardío que no se logra en el más
pobre, habla de unas brechas sociales que habría que trabajar para
proteger el futuro de las nuevas generaciones y disminuir el elevado costo
psicológico y económico de iniciar la vida en malas condiciones.
De manera importante, un
hallazgo siempre presente en todas las ediciones de Encovi, es que cuando
mejora el clima educativo, mejoran la alimentación y la actividad física, aún
en extrema pobreza, cuando el nivel educativo es mayor el patrón de compra de
alimentos mejora. Por eso preocupan los elevados niveles de deserción escolar y
la “carrera” educativa interrumpida que también muestra esta edición de Encovi.
Por esto alarma no ver políticas públicas ni acciones en la dirección correcta.
Todo lo que hace falta es voluntad de hacer, hacer para cambiar, todos los
cambios se inician con un pensamiento en la dirección correcta, pasan por la
voluntad de hacerlo y llevarlo a cabo. En este momento, si tenemos datos, no
todos los que quisiéramos pero si una buena cantidad de ellos, las acciones
públicas pueden diseñarse y podrían implementarse. El tiempo se acaba para
muchos, los tiempos de acción política hace mucho tiempo que están desalineados
del tiempo social, de salud y alimentación, y esta crisis compleja
requiere de distintos niveles de acción: atención al que necesita salvar su
vida, ciertamente, pero esa masa crítica que sigue camino al deterioro tiene
que atenderse en paralelo para que no engrose las filas de los que necesitan
atención para no morir, necesitamos varios planos de atención, siempre mirando
al futuro con optimismo para ayudar a los que lo necesitan, educando a los que
pueden evitar que su vida llegue comprometerse, porque al final lo urgente es
tan crucial como lo importante.
27-02-18
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