Por Leonardo Morales P.
Sí, pero no. Dale y después
vemos. Espérame que no llegaré. Expresiones de una política sin aliento y
sin futuro que solo se inspira en una abreviada mirada. Son como aquellas aves
de atractivo plumaje y de pico largo, que a muchos atrae, pero que su mirada
corta y bajo vuelo la hacen presa fácil de los depredadores.
Eso es lo que hoy se ofrece
a los venezolanos: ahora abstención y luego ya veremos; antes lo habían hecho
los adecos del 52 cuando llamaron a la abstención negando los votos a Jóvito
Villalba, luego, en el 2005, junto al resto de los partidos le entregaron a
Chávez toda la Asamblea Nacional. Lo repitieron en el 2017, regalaron las alcaldías
y debilitaron la unidad.
Lo común en cada uno de esos
momentos es, por un lado, que la dictadura no cayó sino hasta 1958 y no por
obra de la abstención electoral, mientras que en los eventos más
recientes, 2005 y 2017, revelan con meridiana claridad la inutilidad de la
abstención como instrumento de cambio político: el chavismo sigue allí.
El argumento que siempre
reposa en la mesa para defender la abstención es el de la legitimidad que
otorgaría al régimen la participación electoral, cuando en verdad la
legitimidad viene originada por el apoyo que recibe el gobierno por sus
acciones. Dice Pierre Rosanvallon: “La elección solo valida un modo de
designación de los gobernantes. Ya no implica una legitimación a
priori de las políticas que luego se llevarían a cabo.”
A partir de esa precisión
del historiador francés, bien puede concluirse que aun cuando no se participe
en una elección, la designación que emerja de allí no queda deslegitimada por
una baja cantidad de sufragios a favor del ganador. Así como tampoco por una
alta abstención. Basta recordar que en su segundo mandato Caldera obtuvo
cerca del 30% de los votos y en ningún momento se puso en duda su
legitimidad y jamás se solicitó su dimisión por el escaso apoyo obtenido.
Durante el período correspondiente
a la AN electa en 2005, se aprobó una Ley Habilitante que produjo 26 leyes. Los
partidos políticos interpretando el clamor popular-esa fue la excusa-
advirtieron que los actos de esa AN serían írritos y revestidos de ilegitimidad
por los escasos votos obtenidos. Bien: ¿cuántas de esas leyes fueron
boicoteadas por los partidos y el clamor popular? ¿Se dejó de cumplir alguna de
ellas? ¿Dejó de gobernar Chávez? La obviedad de la respuesta salta a la vista.
Insistir en la abstención
como una salida mágica es y seguirá siendo un error, una ruta cuyo fracaso
es conocido. La vida de los venezolanos no la construyen actos fortuitos ni el
destino; el futuro de Venezuela estará signada por las cosas que hagamos y por
la que dejemos de hacer. El gobierno cambiará si en conjunto obramos en esa
dirección.
Los últimos sondeos de
opinión revelan una decidida inclinación de la sociedad de superar sus
dificultades a través de las elecciones; no menos del 65% de la población lo
señala. Cómo explicarle al país que se optará por la inacción, por la
abstención, cuando ya se conocen sus resultados.
Despojarse de las
anteojeras, superar las diferencias y optar por un mecanismo científico,
estadístico y confiable para decidir un candidato unitario es una opción que
debe ser adoptado con prontitud. Los partidos políticos de oposición no deben
impedir que la oposición nacional, bastante superior a la de los partidos, se
exprese mayoritariamente a favor de una salida democrática.
No existe una condición
dilemática entre participación y abstención. La primera representa una
oportunidad, la otra nos mantiene en ese oscuro túnel de la certidumbre de que
nada cambiará para bien, sino para mal.
17-02-18
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