Por Fernando Pereira
No hay institución
educativa que no haya pasado por el trance del hurto de objetos de todo
tipo, desde una caja de colores o un sacapuntas, hasta un juego de video o un teléfono
celular. Muchas veces los colegios se ven atados de manos. Los expertos
coinciden en que nunca se debe dejar pasar por alto un problema de este tipo.
Porque además se trata de una forma de violencia.
No nos hacemos responsables
Afirmación que aparece en
cartel a la entrada de un centro educativo emulando el estacionamiento de un
establecimiento comercial. Nada más lejano a lo que representa
una escuela.
En el centro por excelencia
para la formación de la ciudadanía “se pierde de todo” y no podemos hacer
nada. Reconocer que los casos que se solucionan son en los que actúan los
afectados para retomar sus bienes, es reconocer que la autoridad de la escuela
está cuestionada; que las clases de sociales y ética son lecciones huecas.
¿Es un delito aspiracional? ¿Tomo
para mí lo que me gusta o no puedo adquirir? ¿Sé que no habrá consecuencias por
el acto que estoy realizando? ¿Está relacionado con lo que ve en su casa y en
su entorno?
¿Qué hacen
las familias cuando sus hijos llegan a la casa con objetos que no les
pertenecen? ¿Los reprueban? ¿Los devuelven? ¿Celebran su viveza? Todo
esto está gravitando y pesando en condiciones normales sin entrar a medir el
impacto que tiene los saqueos, materializados o abortados, que han puesto en
vilo al país.
En esa asignatura estamos
reprobados. No podemos decir que nuestros hijos han aprendido eso en
la televisión o en internet porque en nuestra sociedad pasa
exactamente lo mismo. Cualquier objeto que se deja fruto de un descuido,
desaparece. No importa que sea en un restaurant, centro de salud, supermercado,
tienda, aula universitaria, organismo público… Nuestros estudiantes están
reproduciendo lo que están viviendo.
Lo que puede esconder el hurto
Dificultad para entender el
concepto de propiedad. En sus primeros años a los niños y a las
niñas les cuesta entender el concepto de la propiedad. No entienden a sus
familias cuando les regañan porque toman una pertenencia de un hermano, primo o
compañerito de la escuela. En su imaginación creen que están tomando algo que
necesitan o desean y que se lo pueden llevar sin que esto tenga mayores
consecuencias. A medida que crecen van aprendiendo que no está bien tomar lo
que es de otros.
Una
provocación o venganza. En la pubertad e inicio de
la adolescencia muchos estudiantes hurtan como una manera de
demostrar autonomía en sus decisiones, lo hacen como una forma desafiante para
agredir y molestar a sus familias, profesores, compañeros… Puede, incluso, ser
una forma de llamar la atención. Cometer faltas, es la manera que consiguen para
que sus familias estén más pendientes de ellos.
Presión grupal. Los
compañeros de grupo ejercen una presión
importante. Hurtar o robarpuede ser una forma de llamar la
atención, buscar la admiración al atreverse a realizar actos que transgreden
las normas. Hurtar puede ser una forma de sentirse retador para ser aceptado
como parte del “grupo de los malos”
Chantajear y manipular a
otros, impulsándolos a que roben para satisfacer las exigencias de un líder que
lo amenaza con golpearlo si no le da lo que le pide. Hay causas más graves,
como la necesidad de conseguir dinero para la compra de drogas o
sustancias a las que son adictos.
El poder del consumismo.
Vivimos en una sociedad de consumo que permanentemente crea necesidades y
muchas veces robar o apoderarse de lo ajeno es la posibilidad más fácil para
obtener lo no pueden comprar por la situación económica de sus familias.
Irrespeto a la propiedad del
otro. Situación que afecta las relaciones porque genera desconfianza y
violencia cuando descubren que los mismos compañeros o compañeras hacen uso
indebido de sus pertenencias.
Es un hecho
punible. Apropiarse de bienes ajenos (hurto, robos) está tipificado en la
ley como un hecho punible. La Lopnna establece que todo adolescente
que cometa un hecho de este tipo es responsable penalmente de sus actos y la
sanción dependerá de la gravedad del hecho (Art. 528).
Es necesario actuar. Ser
víctima o testigo de una situación como esta suele generar mucho desencanto,
malestar, rabia… porque se pierde la confianza y se siente la
impotencia de no poder recuperar lo que es propio; sin embargo, quedarse
callados, hacer silencio, puede estimular la complicidad y la impunidad, y
siempre quedará la duda sobre todo el grupo, afectando las relaciones.
Las autoridades educativas
desde nivel el nivel nacional hasta llegar a los centros educativos no deberían
desentenderse de asuntos que les atañen como formadores.
21-03-18
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