Por Roberto Patiño
Alba Páez me dice que era
chavista hasta la médula. Ella, que vive en el sector Monserrat de Carapita,
trabajaba para el Ministerio de Educación y no se perdía una sola marcha
oficialista. Pero entre 2016 y 2017 empezó a sentir una sensación de traición,
de desencanto: la crisis del país se manifestó en la alimentación dentro de los
hogares y Alba pensó que eso no estaba bien.
“Llego a Caracas Mi Convive
porque los niños del preescolar en el que ahora estoy trabajando se acercaban a
la fundación para comer algo, y eso a mí me causó mucho impacto. Me acerqué a
ellos y ahora soy líder comunitario aquí en Carapita”, recuerda Alba mientras
conversa conmigo.
Aunque el preescolar al que
hace mención pertenece al gobierno, ella ahora realiza una incansable labor
dentro de su comunidad para hacer llegar el mensaje de solidaridad y
empoderamiento. Con Caracas Mi Convive trabaja en beneficio de los
niños, como una forma de hacer frente a la terrible crisis que padecemos y
que día tras día se cobra la vida de decenas de venezolanos.
“Toda mi familia era chavista y al principio
fue un poco radical, pero después fue viendo el trabajo social que hacíamos
nosotros y se fueron sumando. Al principio hubo roces, pero ya no: estamos
trabajando bien, ya vamos para dos años en esto”, me cuenta Alba, quien
aprovecha para poner de ejemplo el caso de su madre: “Ella se vestía totalmente
de rojo. Y ahora es ella la que está encargada del comedor de Alimenta la
Solidaridad”.
La situación actual del país
nos afecta a todos. Por eso, todos debemos sumar fuerzas desde los diferentes
sectores, y para esto es necesario superar diferencias, desechar ideas preconcebidas,
devolver la confianza a las personas y reconocer problemas y necesidades
comunes, trascendiendo el temor al fracaso o a ser avasallados por la violencia
opresiva del régimen.
En ese sentido, Alba opina que
quienes viven en los sectores populares son los más perjudicados, pues a estas
personas el gobierno las “trata de forma déspota: las maltrata”.
Una prueba de ello son las
cajas del CLAP, la cual le quitaron a Alba debido al trabajo social que
realiza. Los CLAP son un sistema de control y manipulación especialmente usada
por el régimen para afianzar la base chavista. No busca ni siquiera conquistar
nuevos adeptos, sino simplemente no perder los que ya tiene, los cuales, según
encuestas, representan alrededor de un 25% de la población: cifra que se
corresponde con lo que percibo al adentrarme en las comunidades. De hecho, como
ejemplifica el caso de Alba, lejos de funcionar, la relación clientelar, de
control y dependencia a cambio de un mínimo beneficio social, está llevando a
muchos venezolanos a la oposición hacia el régimen y al mismo chavismo con el
que se sintieron representados e identificados.
Indistintamente de las
ideologías, todos queremos recuperar las condiciones de bienestar y futuro para
nuestras vidas, por lo que todos estamos llamados a organizarnos para hacerle
frente al modelo destructor del régimen y manifestar nuestro rechazo
Para eso es necesario que se
produzca un encuentro efectivo de los diversos sectores del país. Esto ya está
ocurriendo con la conformación del Frente Amplio, unitario y nacional, el cual
también debe contar con la participación del chavismo desencantado, dentro y
fuera del gobierno, a través de una dirigencia que transcienda las estructuras
partidistas y sume representantes de organizaciones y gremios, así como de
sectores populares –muchos de los cuales alguna vez se identificaron con el
color rojo– y de la clase media. Todos trabajando juntos por un mismo objetivo:
superar la crisis fomentada régimen y restituir la democracia.
21-03-18
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