Miguel Méndez Rudolfo 23 de marzo de 2018
Desde
hace unos pocos años venimos hablando de la conveniencia de tener muy claro que
vendrá un período de transición, época tan particular que requerirá ser apreciada
y abordada de una manera singular. Esto significa que la transición será la
etapa que comenzará inmediatamente después de la caída de este nefasto régimen
y las fuerzas democráticas inicien una nueva era en la gobernabilidad; se
extenderá por aproximadamente dos años e implicará un enorme esfuerzo de
reconstrucción y de recuperación de la normalidad operativa del país. De manera
que en el porvenir inmediato de la nación será un período de corto plazo que
sentará las bases para que se puedan aplicar las propuestas de mediano término
de las Políticas Públicas. Pero la transición que nos viene será la más dura y
difícil época que generación alguna de gobernantes haya enfrentado en el último
siglo y medio.
Las
condiciones de tierra arrasada en el sector agroalimentario que se reflejan en
la carencia absoluta de alimentos; los graves problemas en la salud, la
parálisis casi total en los hospitales, la desaparición de las medicinas; la
hiperinflación que asola a la comida y a los medicamentos, así como a toda la
economía; el cierre masivo de empresas privadas y la gran pérdida de empleos;
la destrucción de Pdvsa, de Corpoelec, de las hidrológicas, de las empresas
básicas, y en general de la administración pública; la migración forzada de
millones de venezolanos, sobre todo de jóvenes que se llevan en sus esperanzas
el futuro de Venezuela; la desolación de las escuelas públicas y privadas; la
entrega del país a las mafias; la impunidad de la delincuencia; el abandono de
los sistemas, controles y buenas prácticas de la gerencia púbica; el éxodo de
las empresas extranjeras que se llevan su aporte en inversiones, innovación y
tecnología, etc., etc., hacen de este período un tiempo que se requiere
asumirlo con una óptica muy diferente a la que se aplicaría en condiciones
normales de traspaso de un gobierno a otro.
Hace
dos años la transición implicaba condiciones muy duras y requería acciones
concretas, no convencionales ya que implicaba reconstruir los cimientos del
edificio de la democracia, corroídos por el cáncer chavista durante 17 años de
pésima gestión. Se trataba entonces de apuntalar las bases; reforzar la
estructura; restituir los servicios básicos; rescatar los equipos humanos;
volver a la cultura de la ética, la exigencia, el cumplimiento, la disciplina,
la responsabilidad, la meritocracia y la no injerencia política en la gestión
pública; restablecer la eficiencia de los sistemas y procesos; así como
devolver la productividad al país. Pero en estos dos años ha ocurrido una
catástrofe en términos humanitarios. Lo impensable está sucediendo: hordas de
venezolanos huyen de su país sin más pertenencias que su ropa y una maleta;
millones de venezolanos padecen la falta de medicinas para curar sus dolencias;
se ha instalado en Venezuela el hambre, hay hambruna en muchas regiones del
país y cada vez más zonas se agregan a la lista, más allá de los pruritos
técnicos para declarar la hambruna, lo cierto es que para los estándares de los
últimos 100 años en Venezuela, hay hambruna; el país presencia impotente la
fuga de sus mejores talentos; la población que quedará para afrontar tan tamaña
reconstrucción, será mayormente de la tercera edad, etc.
La
lista podría seguir, pero ya todos estamos claros en la gravedad de lo que
ocurre. Ahora bien, podríamos decir que los primeros seis meses, de los dos
años de la transición, el tema de alimentos y medicinas, tendrá la primera
prioridad; sin embargo, eso no significa que concomitantemente, en todos los
demás sectores (seguridad ciudadana, agua potable y saneamiento, electricidad,
educación, desarrollo urbano y vivienda, telecomunicaciones, turismo, etc.)
también se deben ejecutar acciones de reconstrucción y de restablecimiento de
la normalidad operativa. La transición será muy dura, pero igual que el país se
recuperó luego de las guerras de independencia y federal, de la misma manera
podemos volver a ser un país próspero. Un nuevo modelo de desarrollo nos
aguardará.
Miguel
Méndez Rudolfo
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