Por Froilán Barrios
La imagen de la madre como
progenitora del género humano ha estado asociada a múltiples circunstancias, al
calificar con su nombre los eventos más resaltantes en cualquier escenario. No
por casualidad en la guerra del golfo pérsico en 1990 se habló de “la madre de
todas las batallas”; en el cine es común titular un filme de aventuras como la
madre de todas las bestias, incluso en la cotidiana andadura del parroquiano es
común escuchar la expresión “ay, mi madre”, cuando una desgracia amenaza la
existencia; incluso los españoles cuando se refieren a algo excepcional,
maravilloso, lo califican de “puta madre”.
En este caso nos toca escribir
sobre los desvaríos del cono monetario venezolano que por desgracia ha
impactado brutalmente la vida de toda una nación. Y es que los actuales
gobernantes no han tenido compasión alguna con la tragedia que padecen más de
30 millones de seres humanos, quienes viven por destino divino en un territorio
cuyo lema pareciera ser “se remata un país”.
Una región del continente
americano poseedora de una moneda que ha permanecido durante más de un siglo,
incluso con sólida estabilidad hasta 1983, hoy está condenada a desaparecer
bajo el signo de la conversión monetaria del bolívar al bolívar fuerte (2007) y
ahora al bolívar soberano (2018). En el éxtasis de los ritos gubernamentales
y su lucha quijotesca contra el imperialismo, se asiste al funeral de un
signo monetario que una vez llegó a ser preferido más que al dólar o cualquier
moneda europea.
La prevaricación del signo
monetario no tiene límites. La conversión al bolívar fuerte anunciada por
Hugo Chávez en 2007 fue signada por la profecía de retornar al poderoso
bolívar del siglo XX. Vociferaba el inefable comandante: “Tendremos el marrón
de nuevo”.. Aludía así al billete de 100 bolívares, que equivalía a 23 dólares,
y al dólar a 4,30. Vana ilusión y propaganda barata del socialismo del siglo
XXI, al conocer hoy el valor pulverizado del bolívar.
Las maromas del desprestigiado
sucesor han demostrado sus niveles de eficiencia. En octubre 2016 anunció el
nuevo cono monetario, derivando en largas y penosas colas para depositar en los
bancos el viejo bolívar antes del 31-12-2016, otro traspié, ya que la escasez
del nuevo cono determinó prolongar mensualmente hasta el presente el cono
anterior, el del bolívar fuerte, observándose el retorno como el juego de la
oca para retirar lo depositado anteriormente. En resumen, ni con
viejo ni nuevo cono se normalizó la economía del país, pues de nada sirve
borrar tres ceros en un papel, cuando no se puede disfrazar la realidad y la
hiperinflación continúa.
Pero eso sí, se ha desgraciado
la vida de toda la población que permanece secuestrada en cualquier lugar del
territorio nacional al no acceder a efectivo suficiente para trasladarse de una
ciudad a otra, ir al trabajo, a la escuela, universidades, al hospital, debido
a que la banca establece límites diarios de entrega de efectivo de 10.000 a
30.000 bs, por la escasez del billete. Es tan agudo el problema que los precios
de los productos son premiados con un valor menor, si el cliente paga en
efectivo, y un valor duplicado si pagas el mismo servicio o la mercancía por
transferencia bancaria.
En definitiva, se le han
partido las piernas a un país víctima de un proyecto político, que subestima y
abusa de la vida de sus ciudadanos y de los derechos humanos consagrados en la
Constitución y los convenios internacionales, en el contexto de una situación
donde la influencia de la comunidad internacional es vital para restablecer la
democracia y la condición de vida digna.
28-03-18
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