COMISIÓN
EPISCOPAL DE JUSTICIA Y PAZ
COMUNICADO ANTE LA MASACRE DE VALENCIA
Ante
el lamentable suceso ocurrido en esta Semana Santa en una Comisaría Policial
del Estado Carabobo, con el trágico saldo de numerosas personas fallecidas,
probablemente otras heridas, familias presas de dolor, aumentado por el
silencio y la sospecha de que no se quiera encarar la verdad de los hechos, la
Presidencia de la CEV y la Comisión de Justicia y Paz, consideran deber
cristiano primario hacerse presente, con una palabra de cercanía fraterna, de
denuncia moral y de esperanza compasiva.
1.- Ante todo, y en una fecha tan significativa
para el conjunto de nuestro pueblo como es el Viernes Santo, memorial de la
Pasión y Muerte del Señor Jesús, deseamos hacer llegar al conjunto de
familiares de las víctimas , nuestros sentimientos de sinceras condolencias, de
solidaridad humana y cristiana, de comunión en la oración ante el Padre de
bondad y misericordia, para que acoja en su bondad a los fallecidos y acompañe
con el bálsamo de la paz interior y la esperanza cierta a sus seres queridos.
Ofrecemos también, con espíritu de misericordia y cercanía samaritana, los
servicios que la Iglesia Católica tiene en su pastoral penitenciaria integrada
por sacerdotes, religiosas y laicos, para acercarse y atender espiritual y
físicamente en la medida de nuestras posibilidades tanto a los privados de
libertad como a sus familiares y personas cercanas.
2.- Expresar nuestra consternación más profunda
y nuestro rechazo más firme ante lo ocurrido. Urge la voluntad decidida, la
sinceridad más diáfana y la disponibilidad más eficaz para encarar con verdad y
autenticidad las causas y circunstancias de lo ocurrido, para proceder con
justicia, responsabilidad y eficacia. Entretanto no es temerario afirmar que lo
ocurrido se inscribe en una fatídica crónica anunciada y denunciada, habida
cuenta de la cadena de imprevisiones, carencias, distorsiones y complicidades
que imperan en el entramado judicial, policial y penitenciario. Ejemplos
fehacientes son las impunidades, retrasos judiciales, dotación insuficiente y a
ratos cómplice, hacinamientos y otros tratos inhumanos y un largo etcétera,
reflejo de una ausencia de políticas idóneas, de corrupciones diversas,
negligencias patentes y la mentira o el disimulo. Son muchos los familiares de
los presos en las distintas cárceles y centros de reclusión que tocan las
puertas de la Iglesia para que hagamos algo para que haya una atención en
condiciones más humanas.
3.- Dos reclamos podrían resumir los
sentimientos y las expectativas más sentidos. El primero, espontáneo y
primordial: “basta ya” de compatriotas crucificados por el dolor, la angustia,
la injusticia, porque hay que devolver su lugar de honor a la presunción de
inocencia mientras no haya condena firme y porque incluso el culpable de delito
debe ser tratado siempre con respeto en sus derechos humanos básicos y la
expectativa de su reinserción social positiva. Un modelo para ello lo tenemos a
mano en el ejemplo de Jesús en la cruz y su relación de humanidad
misericordiosa con el “buen ladrón” y con sus propios verdugos.
El
otro, necesario y exigente, sanador y reconciliador: atrevámonos a la verdad,
porque “la verdad nos hará libres” (….) . Verdad de investigación
correspondiente, exhaustiva y convincente. Verdad política de asumir las
consecuencias de responsabilidades o culpabilidades por acción u omisión.
Verdad ética y espiritual de conversión, de cambio de rumbo, de nueva
humanización como personas y como pueblo.
4.- Una última palabra, en el horizonte del
Domingo de Resurrección, de la Pascua o “paso” del Señor, corresponde a la
esperanza. No basta con indignarnos y denunciar, unámonos a las muchas
instituciones de iglesias o de organizaciones privadas que trabajan por el
adecentamiento y mejor trato humano y jurídico, para que los muchos reclusos
que hay en el país tengan una vida digna en medio de estar privados de
libertad.
Que el
Señor de la pasión y muerte del viernes santo, bendiga y acoja a nuestros
privados de libertad como Jesús al buen ladrón. Y que las lágrimas de la Virgen
Dolorosa se conviertan en sonrisa y alegría de resurrección.
Caracas,
29 de marzo de 2018.
Con
nuestra copiosa bendición.
Presidencia
de la CEV y Comisión de Justicia y Paz.
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