Por Arnaldo Esté
Luego de los eventos del Aula
Magna y otros ambientes, quedan claros dos conjuntos de tareas: las referidas a
la organización de la resistencia a la dictadura y a la organización para la
construcción del país. Dos conjuntos necesariamente complementarios. En uno es
mayor el peso político, en el otro la concurrencia de la creación y el trabajo.
En las próximas semanas se
concretará el fraude electoral ya cantado y se hará relevante el conflicto
interno del gobierno. Una suerte de purgas de civiles y militares que lo
reducen a un ámbito cada vez más estrecho e incómodo y que trae al recuerdo la
caída de aquel coronel dictador ladrón y asesino. Ello en medio de la mengua
creciente y la carnetización de la servidumbre. Eso deberá confrontarse con la
denuncia y un enfrentamiento que no se quede en el grito o la marcha. Hay que
establecer los gritos como expresión de una resistencia organizada que insiste
y persiste en todos los espacios y momentos.
La organización habrá de tener
así muchos cursos y niveles. Desde lo presencial hasta lo virtual, digital, con
su notable potencia. Calles, vecindarios, condominios, comunas, gremios,
personal de las disminuidas instituciones: ministerios, tribunales, escuelas,
universidades. Industrias, fincas y caseríos… atendiendo llamados de partidos y
organizaciones políticas formales, iglesias, estudiantes, personas de
iniciativa. La fuerza concitadora de los símbolos y los artistas y los
periodistas e informadores –hay algunos muy valiosos– que saben separar la paja
de los medios oficiales de la sustancia necesaria para la resistencia.
Importantes grupos de economistas trabajan y discuten sobre la construcción. No
encuentro lo mismo en otros campos: en la educación en la salud, en la
justicia…
El dolor y la incertidumbre,
que ahora se expresan en lamentos eunucos, deberán encauzarse. Toda esa fuerza
y energía llorosa debe tomar el curso hacia esa organización para la
resistencia, la creación y la construcción. Mucho, muchísimo que hacer y en lo
cual hay que invertir tiempo y esfuerzo.
No hay plazos ni inmediateces.
La construcción tomará mucho más tiempo y no menos conflictos que el cambio de
gobierno. La organización y la unidad tendrán que lidiar con esos conflictos.
No es fácil. La tradición
petrofílica ha establecido valores de espera y postergación, de autonegación y
dignidad rota. La queja y el infausto deben dejarle paso a lo positivo, al
proyecto, al entusiasmo que debe tener quien llega a su propia tierra
destrozada y desolada, pero que es la única que tiene. Hay que organizarse para
la construcción.
Así, la unidad, con toda su
importancia, más que un llamado es un aprendizaje. Un aprendizaje que se adquiere
y logra en el ejercicio social, en el cultivo de la diversidad, ante un reto,
ante un problema que será el gran motivo de discusión y conversación. Es
reunirse y encontrarse para proponer, crear y realizar. La queja ya no está de
moda.
arnaldoeste@gmail.com
17-03-18
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/organizar-resistencia-construccion_227141
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