Por Fernando Mires
¿Cuándo se jodió la oposición
venezolana?
La pregunta de impronta
vargallocista–si es verdad que se ha “jodido” la oposición- deberá ser materia
de discusión historiográfica cuando llege el momento de ajustar causas y
efectos, antecedentes y hechos. Pero para ese momento falta todavía.
Algunos dirán, la oposición
“se jodió” cuando no supo capitalizar políticamente su gran triunfo del 6-D.
Otros dirán, cuando las luchas por el R16 no fueron combinadas con el tema de
las siguientes elecciones. Otros agregarán, cuando las grandes movilizaciones
del 2017 nacidas en defensa de la AN y por la exigencia de elecciones
regionales fueron sobrepasadas por grupos de insurrectos desarmados combatiendo
con piedras en contra de un ejército profesional. ¿O fue cuándo la oposición
regaló las elecciones regionales y municipales? Y así sucesivamente.
¿Cuándo se jodió la oposición
venezolana? Esa es también una pregunta sobre “la causa”. Pero quienes hemos
entendido la provocadora tesis de Hannah Arendt “las causas no existen”,
sabemos que las causas no crean a los hechos sino los hechos a sus (supuestas) causas.
Es en ese que sentido la “causa” como tal, no existe. Lo que existe son
diversos momentos que, combinados unos con otros, pueden ser reconstruidos como
parte de un proceso. Visto así, podríamos decir que la oposición
venezolana ha optado por “joderse” a sí misma en diversos momentos de su
historia. Pero en otros no lo ha hecho.
¿Cuándo ha tenido y cuándo no
ha tenido éxito la oposición venezolana? La respuesta parece ser simple: todos
los éxitos de la oposición –desde el plebiscito que derrotó a Chávez el 2007,
pasando por la victoria electoral robada a Capriles el 2013, hasta llegar al
grandioso 6-D del 2015, han sido electorales. Y los éxitos de la oposición han
sido electorales porque la oposición es por naturaleza electoral. No
puede, no sabe, y por lo mismo, no debe hacer otra cosa que, o acudir a las
elecciones o luchar por las elecciones desde dentro de las elecciones, aún en
las condiciones más fraudulentas -¿qué otra cosa cabe esperar de elecciones
bajo una dictadura?-.
Sin elecciones no hay ruta,
sin ruta no hay oposición. Pero hoy la oposición ha abandonado la ruta. La
única que tiene. Hoy se encuentra otra vez frente a la misma disyuntiva de
siempre: la de optar entre las elecciones y la nada.
Como ocurrió el nefasto año
2005, la oposición, aún siendo mayoritaria, ha decidido batirse en retirada.
Sin embargo, como alternativa de segundo orden, como si fuera una “astucia de
la historia”, ha aparecido en la escena pública la candidatura de Henri Falcón.
El ex disidente chavista ha disentido de la MUD y con ello del resto de la
oposición. Así, Falcón surge como la única alternativa electoral frente a
Maduro.
La oposición se encuentra
tri-vidida: a un lado del triángulo, los inmaculados que jamás votarán mientras
exista dictadura, al otro los que quieren votar pero no lo harán bajo las
condiciones impuestas por la dictadura (y que la dictadura, por supuesto, no
cambiará) y en el tercer lado, los que votarán por el doble disidente
Falcón. ¿Cómo llegó la MUD a encerrarse a sí misma en este laberinto? Reconstruyamos:
Para no hundirnos en las
causas más profundas de la historia universal, partamos de los antecedentes más
cercanos. Y el más cercano de todos se encuentra en las negociaciones que
tuvieron lugar en la República Dominicana. Allí, como es sabido, el tema
central fue el de las elecciones. En especial, la fecha y las condiciones
electorales. Como también es sabido, los representantes de la MUD lograron
ganar una batalla simbólica pues fue la dictadura y no la MUD la que dio la
patada final a la mesa.
La MUD se encontró así frente
a dos alternativas. La primera: no ir a las elecciones si Maduro no
cambiaba las condiciones. La segunda: ir a las elecciones a luchar por mejores
condiciones, con posibilidades de perder pero también de denunciar públicamente
el fraude convirtiendo a la campaña electoral en un movimiento democrático con
fuerte reconocimiento internacional.
¿Por qué la MUD eligió la
primera alternativa? Los argumentos no pueden ser más incoherentes. Aducir
que votar significa legitimar a la dictadura es un absurdo pues por definición
toda dictadura es ilegítima. ¿Acoplarse a las declaraciones de una mítica
“comunidad internacional” cuyos miembros -Grupo de Lima, por ejemplo- no se
reúnen más de una vez al mes? Eso habría significado, además, delegar la
conducción política a terceros. ¿No concurrir porque los únicos líderes de
renombre se encuentran presos o inhabilitados? Puede ser. Pero para nadie es un
misterio que dentro de los partidos de la MUD hay muchas personas -entre ellos
el propio Falcón- en condiciones de ejercer liderazgo. ¿O no saber ponerse de
acuerdo en torno a un nombre porque había muchos nombres? Imposible responder a
esa pregunta. La respuesta solo la conocen esos nombres. Lo cierto es que, al
no aceptar participar en las elecciones –tan fraudulentas como todas las
habidas bajo Maduro- la MUD, no Falcón, se apartó de su camino. La MUD y
no Falcón se apartó de su historia.
No fue Falcón, fue la MUD la
que rompió con su línea política. Más todavía, Falcón va como candidato en
representación de la línea política de la MUD mientras la MUD representa
–aunque sea momentáneamente- la línea del abstencionismo radical, la de los
puristas e inmaculados, la de los que conciben a la política como una simple
suma de actos testimoniales, la de los que sueñan con la invasión marciana. ¿Y
el golpe? Mientras no suceda un golpe no hay golpe. Ninguna línea política
puede ser trazada sobre la base de hipótesis.
Falcón no ha traicionado a la
línea política de la MUD porque, aparte de la línea electoral, la MUD no ha
tenido jamás otra línea política. El recién formado Frente Amplio es una gran
institución, pero no puede sustituir a una línea política. Puede sí llegar a
ser un poderoso instrumento electoral en función de una línea política. Sin
participación electoral, ese Frente Amplio está destinado a constituirse en una
organización simbólica, o en un lugar donde se reunen entre sí los dirigentes y
activistas de una oposición desconectada del mundo. Pues sin elecciones la
línea política de la MUD es nada y a la nada no se puede seguir, simplemente
porque es nada.
De modo paradojal, el
mejor representante de la línea política de la MUD es en estos momentos el
propio Falcón. Pues Falcón, dicho en breve, hizo lo que debe hacer un político
cuando no acata una decisión errada: disintió. Y si disentir en un ejército es
una falta grave, en una organización política es, en determinados momentos, una
obligación. La unidad por la unidad no es un sacramento político. Sin
disenso no hay política. Y si la unidad disintió de su línea, Falcón disintió
de la unidad.
Por cierto, la apuesta de
Falcón es altamente riesgosa. Gracias a ella se expone al descrédito. La
enorme suma de agravios, infundios y calumnias hacia su persona no solo
provienen de la fracción inmaculada del maricorinismo. La intolerancia y el
fanatismo son, evidentemente, parte de la herencia cultural de América Latina.
Pero por otro lado, parece estar claro que Falcón ha abierto un nuevo
espacio político de acción. Como pocos dentro de la unidad opositora, Falcón
está en condiciones de interpelar a diversos sectores del chavismo descontento.
El probablemente sabe que su biografía –tan criticada por muchos- puede llegar
a ser un plus para cuando llegue el momento de la necesaria transición. Más todavía,
Falcón parece entender que su campaña electoral podría ser, aún perdiendo, el
inicio de esa transición. Quizás esa es la razón por la cual los principales
dirigentes de los partidos de la MUD se han abstenido de atacar a Falcón. El
mismo Falcón, a su vez, siempre se ha dirigido de modo afectuoso hacia “sus
hermanos” (sic). Algunos de sus “hermanos”, como hacen los pielesrojas, ya le
están enviando señales de humo. Puede ser incluso que parte de la estrategia de
Falcón tenga contemplada la posibilidad de obtener la adhesión de por lo menos
algunos partidos o miembros de la MUD. Ciertos formadores de opinión –y no
precisamente los menos inteligentes- ya le han dado su abierto apoyo.
Desde el punto de vista de la
lógica de la razón pura, una alianza entre la candidatura de Falcón y la, o
parte de, la MUD, es decir, una alianza hecha sobre la base de acuerdos
mútuamente establecidos (entre ellos la supresión de la Constituyente en el
caso de un triunfo electoral) aparece como la alternativa más racional. Pero
para que eso suceda será necesario que los partidos de la MUD salten por sobre
sus propias sombras. La otra alternativa es la nada.
Escribimos -nótese- la palabra
nada en sentido literal. Pues, téngase por seguro: si nuevamente el
abstencionismo logra triunfar, no habrá más elecciones en Venezuela. Ni
legítimas ni fraudulentas.
No sería primera vez en la
historia que políticos incapaces de ceder a su vanidad lleven a sus pueblos a
la inmolación colectiva. Sigmund Freud descubrió que el impulso hacia la muerte
(Thanatos) logra, bajo determinadas condiciones, imponer su hegemonía sobre los
seres vivos. Entre ellos hay algunos casos históricos de los cuales no quiero
ni siquiera acordarme.
19-03-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico