Por Claudio Nazoa
Estas líneas podrían
acarrearme problemas con algunos compañeros en el diario El Nacional. No
soy experto en lingüística, eso se lo dejo a mi profesora de Castellano y Literatura,
la digna y sabia Digna de Rivas. No pretendo ser escritor, más bien soy un
observador de cosas y situaciones.
Lo que se escribe debe atrapar
al lector. No importa el tema a tratar, lo que sí es obligatorio, es que el
texto sea inteligible.
García Márquez, Franz Kafka y
Julio Verne escribían cosas absurdas e increíbles, pero se entendían. Un
artículo, una reseña, un libro, una obra de teatro e incluso un simple afiche o
pasquín, deben tener un lenguaje claro y atractivo. No es importante estar o no
de acuerdo con lo que se intenta decir, lo que es imprescindible es que el
lector comprenda lo que lee.
En los periódicos impresos y
en las redes, a veces, publican notas relacionadas con el arte que son
francamente incomprensibles. Les daré un ejemplo inventado por mí, que quizás
tiene más coherencia que algunas cosas absurdas que he leído: “…este artista
nos introduce en la valkiria del pensamiento taino y abstracto, en donde un
ansia de roentgenoterapia psicotominética cierne al espectador de manera contradictoria
y alterna, conmoviendo a quienes evalúan la obra de fulano de tal en la misma
onda de Geissler (1815-1879) cuando estudió los fenómenos de la descarga
eléctrica en el aire enrarecido”. Y uno se pregunta: Pero… ¿qué vaina es esta?
Y la lees, la relees, llamas a un amigo culto y… ¡no entiendes absolutamente
nada!
Algunos escritores, creyendo
que se la están comiendo, abusan de las citas o pareciera que tienen a la mano
el Diccionario Larousse de Palabras Enredadas, al cual acuden cada vez que creen
que el lector está a punto de entender lo que tratan de transmitir.
Qué difícil es escribir bien y
bonito como Leonardo Padrón, Alberto Barrera Tyszka, Alberto Soria, Rodolfo
Izaguirre, Miguel Henrique Otero, Sergio Dahbar, Rafael Arráiz Lucca, Milagros Socorro
o Laureano Márquez.
Qué ironía, fíjense que hoy
traté de escribir enredado y hasta yo estoy entendiendo lo que quise decir. Y
miren que me esforcé buscando palabras raras para subyugar, de forma
psicotrópica en su introspección acústica, al lector desestructurado.
Lo bueno es que cuando me leo,
yo mismo me digo: ¡Qué culto soy! Esto no lo va a entender nadie, estoy a la
altura de los grandes escritores que escriben enredado.
Disculpen la osadía,
seguramente la envidia me llevó a escribir este artículo.
26-03-18
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