Mabel Sarmiento 30 de abril de 2018
Este
viernes 27, ante un auditorio repleto de vecinos, estudiantes, médicos,
trabajadores sociales, profesores y amas de casa, se desarrollo el foro “De
cuna de oportunidades a país de emigrantes”. Fueron tres horas de ponencias y
reflexiones sobre este fenómeno del cual no se tienen estadísticas oficiales y
que, dado su crecimiento exponencial, ya no se califica a las personas como
emigrantes sino como refugiados.
Dos
especialistas presentes en el grupo de los panelistas, Siboney Pérez,
psicóloga, y Claudia Vargas, socióloga, aclararon el camino de la diáspora. La
primera alertó sobre los impactos psicológicos y conductuales, y la segunda,
resaltó el hecho de que este proceso incluso aumentó la vulnerabilidad de los
venezolanos y es una amenaza a sus Derechos Humanos.
Caracas.
En un salón con más de 60 personas resultó que todos tienen a alguien, un
familiar o un amigo, fuera del país. Y, de ese número, cerca de 20 manifestaron
que se querían ir a Colombia, España, Argentina o Chile.
Con
esos datos se inició el foro “De cuna de oportunidades a país de emigrantes”,
organizado por Crónica.Uno, realizado este viernes 27 de abril en el salón
Monseñor Romero, de la casa parroquial de la Universidad Central de Venezuela
(UCV), y conducido por la periodista Florantonia Singer.
Siboney
Pérez, psicóloga de la organización Psicólogos sin Fronteras, destacó que este
es un tema del que nadie se está escapando y, por tanto, enfocó su ponencia en
los impactos y efectos psicológicos del proceso migratorio, que está dejando un
país de familias monoparentales, fracturadas: se va la madre y deja los niños
con los abuelos o se va el padre y deja a la madre como jefa de familia.
Pérez
dejó claro que este proceso está arrojando consecuencias profundas y tremendas,
pues en el país, a diferencia de otras naciones, no hay cultura de migración
“Lo
estamos haciendo a modo de impulso, de sobrevivencia, y eso va a ir
configurando unos patrones conductuales y psicológicos completamente distintos,
porque no estamos acostumbrados. Esto además genera estrés, y en niveles
exacerbados. Cada uno tiene razones para irse o quedarse y ambas opciones van a
demandar por parte nuestra que nos adaptemos. El estrés es una manera que nos
permite responder ante una situación específica”.
¿Qué
pasa cuándo migramos?
Pérez
sostuvo en su reflexión que el país se encuentra en medio del desierto, sus
ciudadanos desorientados, porque al elegir un nuevo destino pierden todas las
referencias y todas las coordenadas a las que están acostumbrados. Por tanto,
puede ser un choque asimilar los hábitos en el entorno de acogida. Cabe
destacar que los que más se van son los jóvenes, el relevo del país, “y eso va
a dejar una brecha generacional tremenda que nos traerá unos riesgos enormes”.
“El
hecho de que sean jóvenes no significa que se adapten más rápido. No es así,
igual van a pasar por el mismo proceso, así sepan cuál es el país de destino se
van a sentir perdidos. Conocer el sitio no es suficiente para tener seguridad,
eso es apenas el comienzo de lo que va a pasar cuando migran”.
Una
persona se puede estar preparando, apostillando documentos, y eso es una
dimensión temporal; la otra experimentación a la que se somete es a la
dimensión psicológica, y eso, de acuerdo con Pérez, es sumamente distinto, pues
tiene que ver con los síntomas que se sienten cuando se acerca el viaje, las
despedidas, es el momento del dolor, de la rabia, la tristeza, son
características individuales distintas, pues además hay un proceso de
desinformación, ya que se han perdido los puntos cardinales.
“Aquí
hemos nacido y crecido, sabemos cómo movernos, conocemos los caminos verdes y a
donde vamos somos extraños. Es un proceso de adaptación muy fuerte. Ahí
comienzan los sentimientos de soledad, es la separación de las redes sociales y
familiares. Tal vez alguien nos espera. No obstante, esa persona también está
sobreviviendo allá. Hay que estar claro de que lo que sabemos aquí no va a
funcionar allá. Así nos vayamos para otro país latino, somos venezolanos, ese
es nuestro sentido de pertenencia, nuestro arraigo, nuestro anclaje de
seguridad. Cuando nos vamos nos desprendemos de eso y no sabemos si vamos a ser
exitosos”.
En
síntesis, la decisión de emigrar, en el contexto actual, comprende unos
factores que no hacen el proceso sencillo. Por una parte, están las aspiraciones personales del emigrante —ya
sean profesionales, sociales, económicas, etc.— y por otra, está la situación
de los que se quedan y deben mantenerse en una realidad donde son conscientes de
que sus necesidades básicas no están satisfechas. No obstante, entre ambos
lados hay un punto común: el duelo, que, a decir de la especialista, está
compuesto por 7 aspectos:
Afuera
nos enfrentamos a la discriminación, a la xenofobia, por ejemplo, y la gente no
está preparada para esas circunstancias, como tampoco para enfrentar los duelos
de la diáspora: el de la separación, el de la pérdida de la lengua materna, el
que se tiene por dejar atrás la cultura y las tradiciones; por la tierra y los
paisajes; por el estatus social; por el profesional y por el contacto con el
grupo étnico, eso que llamamos la identidad como venezolanos”.
Migración desordenada
Finalizado
el turno de Pérez, pasó al frente la socióloga Claudia Vargas, quien
complementó la intervención de la especialista anterior al exponer que, en este
momento, quienes optan por dejar la tierra natal no solo están expuestos a
impactos psicológicos fuertes sino que además deben lidiar directamente con un
proceso migratorio que calificó como “desordenado y forzado”.
Ciertamente,
Vargas, quien también es profesora del departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad Simón Bolívar, luego de puntualizar la migración en Venezuela
durante el siglo XXI —con la llegada al poder del fallecido Higo Chávez en 1998
y con la radicalización de su modelo político a partir de 2002— hizo énfasis en
el hecho de que no hay estadísticas oficiales actualizadas desde el año 1999,
lo que impide tener una mayor claridad del flujo migratorio venezolano.
Lo que
se sabe, y que mostró durante su participación, son datos recopilados a partir
de organismos multilaterales y producto de las proyecciones a partir de
estudios académicos.
Entonces,
destacó que, según el Banco Mundial, en 2010 se fueron del país 521.620
ciudadanos y en 2017, 655.400; que la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
reconoce 1,4 millones en 2015 y que, de acuerdo con la Organización Internacional
de las Migraciones (OIM), partieron este año 1,6 millones.
Las
estimaciones de los estudios e investigaciones expuestas por la socióloga dan
cuenta de más de 3,5 millones de venezolanos en otras fronteras, entre
ciudadanos ilegales, con doble nacionalidad, asilados y refugiados no
aprobados.
También
habló de las cifras de solicitudes de asilo por país entre ellos: Brasil,
12.193; Argentina, 11.735; Perú, 14.000; EE. UU., 23.417; España, 4300 y México
1044.
Viendo
las estadísticas, dijo que los países de la región se convirtieron en las
principales alternativas y que los venezolanos pasaron de la categoría de
emigrantes a la de refugiados/asilados.
“El
proceso migratorio venezolano ha variado en cuanto a las características. Sin
embargo, la mayoría tiene un nivel académico de preparación [al menos educación
media] lo cual significa pérdida del capital intelectual, humano y fuerza
laboral para el desarrollo en el mediano y largo plazo en Venezuela”.
Según
su análisis, la inmigración acelerada y creciente de los últimos dos años —y
más específicamente de los últimos 6 meses— ha traído como consecuencia cambios
abruptos en las dinámicas sociales, económicas y de espacio político de las
localidades receptoras y eso ha desencadenado hechos como xenofobia y
profundizado problemas existentes, como desempleo, delincuencia y prostitución,
sobre todo en las zonas fronterizas.
Para
parar todo esto, recomendó al Gobierno políticas públicas para la mejora
inmediata de las condiciones internas y otras exclusivas al tema de la
migración, entre ellas, la geolocalización oficial de los venezolanos,
elaboración de una base de datos y el establecimiento de relaciones y vínculos
con el apoyo de organizaciones públicas y privadas.
Estas
ponencias, de la primera tanda del foro, duraron aproximadamente 17 minutos
cada una. Luego, continuaron Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de
Enfermeras, y el profesor Hernán Matute, con más de 30 años de experiencia en
el sector educativo.
Tomado
de: http://cronica.uno/la-diaspora-venezolana-es-desordenada-deja-familias-monoparentales-y-refugiados/
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