Por Carolina Gómez-Ávila
Falcón, el cainita, cerró a
patadas su ventana de oportunidad para posicionarse como el posible líder de
una transición. Tampoco mató lo que insiste en declarar muerto, porque los
cuatro partidos opositores que más votos han movilizado en los últimos 20 años
siguen presentándose como miembros de la Mesa de la Unidad Democrática. Debe
ser por eso que intenta obtener, al menos, un saldo organizativo de la
movilización que generó para el 20 de mayo, anunciando que fundará una nueva
plataforma de partidos que, asegura, son de oposición; así que con esta
tendremos tres, a cuál más “unitaria” de todas ellas.
Como ya son tres los grupos
que desconfían entre sí, no creo que convenga leer la división como la
consecuencia de un largo listado de errores ni seguir creyendo que todos
nuestros políticos son cortos de dendritas y que no tienen vocación de poder.
En ese viñedo también hay astucias que necesitan espacio; hablo del espacio que
debe haber entre los propios planes y quienes puedan sabotearlos
Con ese catalejo quizás
veamos una rara avis estratega, la que ha logrado mantener a los partidos
políticos que más han captado votos –y a sus líderes más reconocibles– dentro
de la Mesa de la Unidad Democrática que sigue viva a pesar de quienes gritan lo
contrario.
Esta rara avis estratega
habría promovido el nacimiento del Frente Amplio como forma de distraer al
segmento antipolítico con algo que se pareciera a la Coordinadora Democrática
(esa que en dos años nos retrocedió veinte) para no darle acceso al petit
comité de operaciones. Aunque el Frente Amplio sea una plataforma
aprovechable para la agitación de calle, no lo apoyaré a menos que articule las
brigadas de orden y de reconocimiento de terreno que tanto pedí en 2017, cuya
ausencia tuvo el efecto “panela de hielo” para quienes apoyamos la protesta
pacífica tanto como valoramos nuestra integridad física.
Volviendo a la rara avis
estratega, es un buen augurio el retorno oficial de Ramón Guillermo Aveledo a
la coalición que fundó con tanta dedicación. Nadie que se atreva a dar la cara
ha señalado jamás a Aveledo de lo que lo difaman los anónimos al amparo de la
dictadura. He estado en desacuerdo con él más de una vez pero lo considero un
venezolano íntegro y un republicano inestimable, imprescindible en cualquier
proyecto de rescate del país porque, además de ser su vocación, conoció muy
bien y desde adentro mejores tiempos institucionales. No creo equivocarme si
digo que a Aveledo le debe doler muy hondo ver en qué se ha convertido el
Estado y aunque a veces perciba su preferencia por el liderazgo de Capriles, de
quien difiero mucho más, lo considero capaz de anteponerle el interés de la
República. Si hay algún político venezolano con talla y perfil de estadista, y
con esto quiero decir con conocimiento y experiencia en los asuntos del Estado,
ese es Ramón Guillermo Aveledo y él lo sabe. Y como presumo que le debe
interesar ese sitio en la historia, no pongo en duda que sus acciones
continuarán en la misma dirección.
Pero veo muy mal que siga
vivo el engendro de la vocería rotativa que sólo ha contribuido a diluir el
mensaje en las falencias de cada portavoz. La verdad es que no confío en que el
“Grupo de tarea de comunicaciones políticas” corregirá el que ha sido el error
permanente y más grave de la coalición opositora: la ausencia de una política
informativa que vaya a la vanguardia, acuñando un lenguaje propio y reconocible
para que nunca más se le acuse de complaciente o de hacer una lenta y pobre
defensa de todo lo que le marquen las agendas de la dictadura y de la
antipolítica. Aveledo sabe -admirador de Churchill, como es- que en política se
puede morir más de una vez.
Y matar también, digo yo.
Así que en vista de que aquellos a quienes mató el cainita gozan de buena
salud, lo próximo será ver a Falcón fagocitarse a Copei y al MAS. Sentados.
02-06-18
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