Por Antonio Pérez Esclarín
Para enrumbar a Venezuela
por los caminos de la prosperidad y la convivencia, necesitamos superar el
ambiente de enfrentamiento que nos ha llevado al abismo e impide
superar las gravísimas crisis (política, económica, social y moral), que están
carcomiendo las entrañas de la República. ¡Son ya demasiados años de
ambiciones, personalismos, incoherencias, ineficiencia y obstinación en mantener
medidas desacertadas que sólo han traído ruina y destrucción!
Necesitamos anteponer a
Venezuela sobre los intereses personalistas, reencontrarnos y empezar
juntos a construir la paz. La paz se construye sobre el diálogo, la
negociación, la verdad, la justicia y el perdón, pero exige
también competencia, trabajo digno y bien remunerado,
seguridad, observancia de las leyes, cumplimiento de la
Constitución, acceso sin humillaciones ni colas a los bienes y
servicios esenciales.
Reconstruir la paz y la
convivencia va a exigir cambiar las ambiciones por la
solidaridad; la desconfianza por alianzas; la soberbia por
humildad; la retórica y el ocultamiento de la realidad por políticas
eficientes; la mentira por la verdad. Cuando la verdad no es reconocida
y se miente abiertamente, no es posible la reconciliación y se producen
desencantos y bravura. La verdad requiere humildad, es decir, deponer el
orgullo que consiste en la defensa absoluta de una causa, sin ojos para ver las
consecuencias de esa causa que, en el discurso, puede sonar como muy
buena. Las causas y banderas por las que se lucha pueden parecer dignas y
también su defensa; sin embargo pueden estar atravesadas de ignominia y
resultados desastrosos, como ha ocurrido en Venezuela. La honradez
en reconocerlo hace posible asumir la verdad y caminar con pasos firmes hacia
la reconciliación y la superación de los problemas. La verdad implica también
superar la tentación de confundir promesas con realidades, culpar siempre
al otro de los errores, y negar la historia reescribiéndola a
conveniencia.
El orgullo, la
incompetencia y la ceguera, disfrazados de patriotismo,
llevan a la impunidad, el autoritarismo y a la negación de la
democracia. La impunidad es una lacra social y política que favorece la
corrupción, los abusos y las conductas delincuenciales. En Venezuela, la
delincuencia se ha convertido en una forma de vida y cada vez más
personas viven hoy de ella, como nos lo evidencian los números de la
corrupción y de robos, atracos y asesinatos, y el auge incontrolado
de todos los tipos de especulación, bachaqueo, contrabando, apropiación,
y reventa de los productos regulados. No es posible que se siga utilizando
el hambre y la escasez para ganar fidelidades, obtener dividendos
politiqueros y castigar a los adversarios.
Actuar de este modo no sólo
supone una gran inmoralidad, sino que contribuye al hundimiento del país porque
lleva a la desvalorización del estudio, el trabajo, y el esfuerzo, y
alimenta el parasitismo. No puede ser que cualquier persona,
bachaqueando, gane en un rato más que lo que gana un profesional con su
trabajo. Tampoco es justo que algunos, sin hacer nada, reciban varios bonos y
terminen ganando más que los que nos matamos trabajando y tenemos varios títulos
universitarios.
01-06-18
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