PROF FERNÁNDEZ TORO 31 de mayo de 2018
EL
TRIUNFO DE LA LIBERTAD SOBRE EL DESPOTISMO
La
libertad del pueblo de Venezuela, y su emancipación frente a cualquier poder de
facto, extranjero o nacional, no sólo se forjaron en una cruenta épica militar,
sino que, en esencia, son el constructor de un acalorado debate político, en el
que las ideas se anticiparon a la rebelión, en el que las plumas precedieron a
las espadas, en el que los escritos antecedieron a la metralla.
Entre
tinta y sangre, la tinta concibió la idea de libertad frente al hecho nefasto
del despotismo. En definitiva, nuestros llaneros con sus lanzas no hicieron
otra cosa que cabalgar en batalla anhelando alcanzar aquella idea de libertad
que la tinta les ofreció. Y al final de la epopeya independentista, en una
síntesis de tinta y sangre, a un costo muy alto, triunfó la libertad sobre el
despotismo.
Juan
Germán Roscio es el ideólogo del proceso independentista que contundentemente
demuele el dogma político-religioso de la soberanía del Rey como justificación
de la sumisión del pueblo al monarca. Para ello parte de una nueva hermenéutica
de la Biblia ajustada a las realidades políticas de su tiempo en América. Entre
las ideas que Roscio enarbola son relevantes, en primer lugar, que la soberanía
reside en el pueblo, y que, en consecuencia, el poder y la legitimidad de quien
gobierna provienen del pueblo.
En
segundo lugar, que el gobierno, dice Roscio, está “[…] para servir, no para
dominar a los hombres; para hacerlos felices, no para abatirlos, para conservar
su vida, su libertad, sus propiedades, no para oprimirlos ni sustraerles sus
fueros sagrados e imprescriptibles”. Por lo que, si la soberanía encomendada al
gobernante es arbitrariamente desvirtuada o empleada contra el pueblo, la
soberanía habrá sido usurpada y ese gobernante será déspota y usurpador.
En
tercer lugar, este genio de la emancipación venezolana rechaza la obediencia
ciega del ciudadano frente a los designios de cualquier gobernante, porque la
obediencia ciega conlleva a la aceptación de la usurpación de la soberanía y a
la sumisión ante el despotismo. En sus palabras, “Depender de la voluntad de un
hombre sólo es esclavitud”.
En
cuarto lugar, establece que si el gobernante no cumple sus obligaciones de
proteger y suministrar bienestar a los ciudadanos, y con ello aquél usurpa la
soberanía que le ha sido delegada, por salud pública, surge el derecho natural
del pueblo a la insurrección, para destituir o modificar el gobierno
establecido. En cuyo caso, Roscio proclama de manera contundente que la
revocabilidad del déspota, además de ser un derecho, es un deber del pueblo
soberano. Esas son las ideas que movieron la voluntad libertaria y emancipadora
de nuestros libertadores.
Pero
la libertad conquistada no es un preciado bien que pueda ser atesorado
permanentemente en el fondo de un arca, bajo el riesgo de que se olvide su
significado. Tampoco puede ser entregada en custodia a unos guardianes que, en
algún momento, sufran la tentación de quedarse con ella. Y menos puede ser
degradada en un dispendio de privilegios banales.
La
libertad sólo puede perdurar en tanto contribuya al bien común y se trasmute en
una constante, prudente y sabia participación política de la ciudadanía en la
formulación constante de un desiderátum acorde con aquellos principios
políticos fundamentales que la originaron.
Al contrario, si con el paso del tiempo la libertad no se valora en su justa dimensión, si la libertad no se ejerce adecuadamente, si la libertad no se preserva de las perversiones que pueden derivarse de un inconveniente ejercicio del poder, entonces se corre el riesgo que nuevamente emerja el despotismo.
Ello
nos lo muestra nuestra historia republicana, con el transcurso de una cíclica
oscilación entre el constante retorno del despotismo y la resistencia heroica
de la libertad. De allí que tenemos que comprender que el triunfo definitivo de
la libertad sobre el despotismo y su preservación es necesariamente una tarea
nacional permanente.
Hoy, al igual que en nuestros inicios republicanos, la libertad sufre las embestidas del despotismo.
Pero
de un despotismo que se arropa y esconde tras un velo de falsa democracia, un
despotismo que simula ser popular, un despotismo que oprime al pueblo
alardeando ser su salvador, un despotismo que destruye las instituciones
constitucionales bajo el roído pretexto de que lo hace para garantizar el orden
y la paz. Al igual que en aquel entonces, hoy el pueblo de Venezuela padece la
ominosa opresión de una élite despótica que se subroga ilegítimamente la
soberanía del pueblo.
Hoy
también se nos imponen condiciones avasallantes con el propósito de mantenernos
doblegados ante la tiranía.
El actual despotismo intenta perpetuarse implantando en el imaginario colectivo una idolatría ideológica que, soportada en la distorsión de nuestra historia política, en una narrativa de frases huecas, de fetiches y de una estética del poder dominante, pretende la alienación política de la nación.
El actual despotismo intenta perpetuarse implantando en el imaginario colectivo una idolatría ideológica que, soportada en la distorsión de nuestra historia política, en una narrativa de frases huecas, de fetiches y de una estética del poder dominante, pretende la alienación política de la nación.
Esta
idolatría ideológica encarna la impronta de un pensamiento único, que desecha
la diversidad de ideas, irrespeta el libre pensamiento, solivianta la libertad
de expresión y aplasta toda disidencia intelectual. Un despotismo que subjetiva
la política con el culto a la personalidad, para mitificar un mesianismo
político supuestamente infalible, cuasi divino. Un despotismo que intenta
constreñir la conciencia política del ciudadano y someterla incondicionalmente
a las órdenes de un caudillo.
Un
despotismo que prescinde de todo compromiso normativo, refractario a cualquier
valor social, político o ético que lo oriente en el ejercicio del poder. Un
despotismo que por su naturaleza ejerce el poder por el poder mismo. Hoy, como
en otrora, el despotismo pretende despojar a nuestro pueblo de su libertad.
Son
innumerables los hechos que prueban la vocación tiránica de quienes en la
actualidad usurpan la soberanía del noble pueblo de Venezuela:
1) La
obstaculización descarada de una iniciativa de referendo revocatorio del
mandato del Presidente de la República, bajo la certeza del gobierno de que la
mayoría del pueblo venezolano lo rechaza.
2) La
designación ilegitima de vasallos de la élite dominante como magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia, efectuada por una Asamblea Nacional con su
mandato políticamente revocado por la elección en diciembre de 2015 de una
nueva mayoría de diputados opositores, con el único propósito de contar con un
Poder Judicial sumiso a las instrucciones emitidas desde el Palacio de
Miraflores.
3) La
burla a la voluntad popular en las elecciones de los diputados de Amazonas,
mediante un recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia soportado en el falso
supuesto de unas irregularidades que nunca se han demostrado en un proceso que
no ha avanzado, con la intención de impedir que la oposición tomara una serie
de decisiones en las que la Constitución exige una mayoría calificada.
4) La
imposición de un estado de excepción por una supuesta emergencia económica,
violando la exigencia constitucional de que dicha excepcionalidad en la
organización y funcionamiento del Estado cuente con la autorización de la
Asamblea Nacional. Que a la postre, después de sucesivas renovaciones, no ha
acabado con el desastre económico causado por la nefasta política del desgobierno
despótico.
5) El
golpe de Estado por vía judicial por el que la Sala Constitucional del TSJ, en
sus sentencias 155 y 156, se auto atribuyó competencias que constitucionalmente
no posee, invadiendo facultades de la Asamblea Nacional y otorgándole al Presidente
de la República poderes que nuestra magna carta no le asigna. Con la finalidad
de neutralizar el único órgano de la República con legitimidad popular real.
6) La
usurpación de la voluntad del pueblo soberano, titular del poder constituyente,
por parte del Presidente de la República, quien convoca a la elección de una
Asamblea Nacional Constituyente sin consultar al pueblo. Elección en la que se
rompe con el carácter unitario e indivisible del poder constituyente al
inventar arbitrariamente distintos sectores poblacionales con representación
corporativa, y se violan principios fundamentales de la democracia para
verificar la auténtica voluntad del pueblo, como lo son los principios de un
ciudadano un voto, de la libertad y secreto del voto, y el consecuente
principio de que la mayoría de los ciudadanos decide.
7) La
violación de todas las garantías electorales por convocatorias a conveniencia
de la élite despótica; con ventajismo mediático del gobierno a través de medios
de comunicación controlados por su administración directa, o por su censura
mediante chantajes; con la utilización de los recursos del Estado para
manipular y controlar el voto de los electores; con un Consejo Nacional
Electoral subordinado al partido de gobierno; con la inhabilitación de los
políticos opositores cuya popularidad amenaza la elección de los candidatos del
despotismo; con la inhabilitación inconstitucional de los principales partidos
de oposición; y, sobre todo, con el fraude electoral descarado, alterando los
resultados de la participación, de la abstención y de las preferencias de los
electores.
8) El
control y sometimiento de las Fuerzas Armadas Nacionales por un proceso de
ideologización prohibido constitucionalmente, involucrando a los altos mandos
en procesos productivos y de comercialización que aparentemente les permite un
enriquecimiento no debido.
9) La
persecución y represión sistemática contra todo aquel que piensa distinto a la
idolatría ideológica oficial, que es crítico a la gestión del gobierno, que es
un contendor político de la élite despótica dominante, o simplemente que ejerce
su derecho constitucional a la protesta pública. En particular, las detenciones
sin orden judicial; los encarcelados que no son presentados a los tribunales o
que se mantienen detenidos a pesar de ser beneficiarios de boletas de
excarcelación; la presentación de civiles en tribunales militares violentando
la garantía del juez natural; todos ellos presos por ser opositores políticos a
la cúpula despótica.
10)
Y lo más terrible, la presunta comisión de
delitos de lesa humanidad, como lo constituyen las acciones por las que se
hieren y asesinan manifestantes que protestan públicamente; o por las que se
secuestra, tortura y ejecuta sumariamente a opositores del gobierno.
Sin
embargo, a pesar de todas las acciones tiránicas dirigidas a fragmentar,
debilitar, reducir y desalentar el vasto movimiento popular por la defensa de
la libertad contra el despotismo, el espíritu libertario se ha mantenido, se
fortalece y crece. NO HAY QUE EQUIVOCARSE! El silencio o la falta de masivas
expresiones de protesta en la calle, la enorme diáspora de venezolanos, o la
ilusión de un despotismo electoralmente victorioso, en realidad no implican la
derrota de la libertad, y sólo disimulan tenuemente la creciente debilidad del
gobierno tiránico.
En la
confrontación política, el movimiento democrático y libertario, por su
integración heterogénea, por la diversidad de pensamientos, por la escasez de
recursos en comparación con los que dispone el gobierno, y por el proceso
decisorio complejo que le impone su naturaleza democrática y pacífica, tiende a
ser percibido como derrotado pese a su fortalecimiento progresivo.
Lo
cierto es que el país es cada vez más ingobernable para el despotismo. Las
terribles consecuencias de sus políticas económicas y sociales desacertadas; el
fracaso de sus propuestas y acciones que la terca realidad devela todos los
días; el deslave de la base popular que durante algún tiempo lo respaldó; las
contradicciones internas que se intensifican por la pérdida de capacidad para
seguir distribuyendo los recursos del Estado entre los factores de poder que lo
integran; su enorme aislamiento internacional en lo político y en lo económico;
son hechos incontrovertibles.
Por
ello hay un espíritu que ha reaparecido y recorre Venezuela, es el espíritu del
23 de enero de 1958. Ronda por las ciudades, pueblos, barrios y urbanizaciones;
por las carreteras, calles y veredas; por las comunidades, gremios y
sindicatos; entre los trabajadores, productores y comerciantes; por los liceos
y universidades; por dispensarios y hospitales; en las colas de las panaderías,
farmacias y pulperías; entre los ancianos pensionados a la espera de la
apertura de los bancos; entre los jóvenes en las canchas de beisbol, básquet y
fútbol; en los cines y teatros; en los hogares a la hora de la cena sin
alimentos en la mesa; en las camas de los enfermos sin medicinas; en los
ministerios y en los cuarteles; y en las entrañas mismas del entorno inmediato
del despotismo.
Hoy
más que nunca, ante el fraude democrático-electoral y frente la usurpación de
la soberanía popular, entre los venezolanos resuena con más fuerza la idea
enarbolada por Juan Germán Roscio: Frente al despotismo se tiene el derecho
natural a la resistencia, el derecho natural a la desobediencia, el derecho
natural a la insurrección, el derecho natural a la destitución del gobierno
despótico.
Hoy más que nunca, Venezuela no se rinde!
Más temprano que tarde, la libertad triunfará sobre el despotismo!
Hoy más que nunca, Venezuela no se rinde!
Más temprano que tarde, la libertad triunfará sobre el despotismo!
¡UNIÓN,
ORGANIZACIÓN Y LUCHA!
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