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sábado, 2 de junio de 2018

PROF FERNÁNDEZ TORO: “HAY UN ESPÍRITU QUE RONDA POR LAS CALLES DE VENEZUELA, ES EL ESPÍRITU DEL 23 DE ENERO DE 1958”




PROF FERNÁNDEZ TORO 31 de mayo de 2018

EL TRIUNFO DE LA LIBERTAD SOBRE EL DESPOTISMO

La libertad del pueblo de Venezuela, y su emancipación frente a cualquier poder de facto, extranjero o nacional, no sólo se forjaron en una cruenta épica militar, sino que, en esencia, son el constructor de un acalorado debate político, en el que las ideas se anticiparon a la rebelión, en el que las plumas precedieron a las espadas, en el que los escritos antecedieron a la metralla.

Entre tinta y sangre, la tinta concibió la idea de libertad frente al hecho nefasto del despotismo. En definitiva, nuestros llaneros con sus lanzas no hicieron otra cosa que cabalgar en batalla anhelando alcanzar aquella idea de libertad que la tinta les ofreció. Y al final de la epopeya independentista, en una síntesis de tinta y sangre, a un costo muy alto, triunfó la libertad sobre el despotismo.

Juan Germán Roscio es el ideólogo del proceso independentista que contundentemente demuele el dogma político-religioso de la soberanía del Rey como justificación de la sumisión del pueblo al monarca. Para ello parte de una nueva hermenéutica de la Biblia ajustada a las realidades políticas de su tiempo en América. Entre las ideas que Roscio enarbola son relevantes, en primer lugar, que la soberanía reside en el pueblo, y que, en consecuencia, el poder y la legitimidad de quien gobierna provienen del pueblo.

En segundo lugar, que el gobierno, dice Roscio, está “[…] para servir, no para dominar a los hombres; para hacerlos felices, no para abatirlos, para conservar su vida, su libertad, sus propiedades, no para oprimirlos ni sustraerles sus fueros sagrados e imprescriptibles”. Por lo que, si la soberanía encomendada al gobernante es arbitrariamente desvirtuada o empleada contra el pueblo, la soberanía habrá sido usurpada y ese gobernante será déspota y usurpador.

En tercer lugar, este genio de la emancipación venezolana rechaza la obediencia ciega del ciudadano frente a los designios de cualquier gobernante, porque la obediencia ciega conlleva a la aceptación de la usurpación de la soberanía y a la sumisión ante el despotismo. En sus palabras, “Depender de la voluntad de un hombre sólo es esclavitud”.

En cuarto lugar, establece que si el gobernante no cumple sus obligaciones de proteger y suministrar bienestar a los ciudadanos, y con ello aquél usurpa la soberanía que le ha sido delegada, por salud pública, surge el derecho natural del pueblo a la insurrección, para destituir o modificar el gobierno establecido. En cuyo caso, Roscio proclama de manera contundente que la revocabilidad del déspota, además de ser un derecho, es un deber del pueblo soberano. Esas son las ideas que movieron la voluntad libertaria y emancipadora de nuestros libertadores.

Pero la libertad conquistada no es un preciado bien que pueda ser atesorado permanentemente en el fondo de un arca, bajo el riesgo de que se olvide su significado. Tampoco puede ser entregada en custodia a unos guardianes que, en algún momento, sufran la tentación de quedarse con ella. Y menos puede ser degradada en un dispendio de privilegios banales.

La libertad sólo puede perdurar en tanto contribuya al bien común y se trasmute en una constante, prudente y sabia participación política de la ciudadanía en la formulación constante de un desiderátum acorde con aquellos principios políticos fundamentales que la originaron.

Al contrario, si con el paso del tiempo la libertad no se valora en su justa dimensión, si la libertad no se ejerce adecuadamente, si la libertad no se preserva de las perversiones que pueden derivarse de un inconveniente ejercicio del poder, entonces se corre el riesgo que nuevamente emerja el despotismo.

Ello nos lo muestra nuestra historia republicana, con el transcurso de una cíclica oscilación entre el constante retorno del despotismo y la resistencia heroica de la libertad. De allí que tenemos que comprender que el triunfo definitivo de la libertad sobre el despotismo y su preservación es necesariamente una tarea nacional permanente.

Hoy, al igual que en nuestros inicios republicanos, la libertad sufre las embestidas del despotismo.

Pero de un despotismo que se arropa y esconde tras un velo de falsa democracia, un despotismo que simula ser popular, un despotismo que oprime al pueblo alardeando ser su salvador, un despotismo que destruye las instituciones constitucionales bajo el roído pretexto de que lo hace para garantizar el orden y la paz. Al igual que en aquel entonces, hoy el pueblo de Venezuela padece la ominosa opresión de una élite despótica que se subroga ilegítimamente la soberanía del pueblo.

Hoy también se nos imponen condiciones avasallantes con el propósito de mantenernos doblegados ante la tiranía.
El actual despotismo intenta perpetuarse implantando en el imaginario colectivo una idolatría ideológica que, soportada en la distorsión de nuestra historia política, en una narrativa de frases huecas, de fetiches y de una estética del poder dominante, pretende la alienación política de la nación.

Esta idolatría ideológica encarna la impronta de un pensamiento único, que desecha la diversidad de ideas, irrespeta el libre pensamiento, solivianta la libertad de expresión y aplasta toda disidencia intelectual. Un despotismo que subjetiva la política con el culto a la personalidad, para mitificar un mesianismo político supuestamente infalible, cuasi divino. Un despotismo que intenta constreñir la conciencia política del ciudadano y someterla incondicionalmente a las órdenes de un caudillo.

Un despotismo que prescinde de todo compromiso normativo, refractario a cualquier valor social, político o ético que lo oriente en el ejercicio del poder. Un despotismo que por su naturaleza ejerce el poder por el poder mismo. Hoy, como en otrora, el despotismo pretende despojar a nuestro pueblo de su libertad.

Son innumerables los hechos que prueban la vocación tiránica de quienes en la actualidad usurpan la soberanía del noble pueblo de Venezuela:

1)   La obstaculización descarada de una iniciativa de referendo revocatorio del mandato del Presidente de la República, bajo la certeza del gobierno de que la mayoría del pueblo venezolano lo rechaza.

2)   La designación ilegitima de vasallos de la élite dominante como magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, efectuada por una Asamblea Nacional con su mandato políticamente revocado por la elección en diciembre de 2015 de una nueva mayoría de diputados opositores, con el único propósito de contar con un Poder Judicial sumiso a las instrucciones emitidas desde el Palacio de Miraflores.

3)   La burla a la voluntad popular en las elecciones de los diputados de Amazonas, mediante un recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia soportado en el falso supuesto de unas irregularidades que nunca se han demostrado en un proceso que no ha avanzado, con la intención de impedir que la oposición tomara una serie de decisiones en las que la Constitución exige una mayoría calificada.

4)   La imposición de un estado de excepción por una supuesta emergencia económica, violando la exigencia constitucional de que dicha excepcionalidad en la organización y funcionamiento del Estado cuente con la autorización de la Asamblea Nacional. Que a la postre, después de sucesivas renovaciones, no ha acabado con el desastre económico causado por la nefasta política del desgobierno despótico.

5)   El golpe de Estado por vía judicial por el que la Sala Constitucional del TSJ, en sus sentencias 155 y 156, se auto atribuyó competencias que constitucionalmente no posee, invadiendo facultades de la Asamblea Nacional y otorgándole al Presidente de la República poderes que nuestra magna carta no le asigna. Con la finalidad de neutralizar el único órgano de la República con legitimidad popular real.

6)   La usurpación de la voluntad del pueblo soberano, titular del poder constituyente, por parte del Presidente de la República, quien convoca a la elección de una Asamblea Nacional Constituyente sin consultar al pueblo. Elección en la que se rompe con el carácter unitario e indivisible del poder constituyente al inventar arbitrariamente distintos sectores poblacionales con representación corporativa, y se violan principios fundamentales de la democracia para verificar la auténtica voluntad del pueblo, como lo son los principios de un ciudadano un voto, de la libertad y secreto del voto, y el consecuente principio de que la mayoría de los ciudadanos decide.

7)   La violación de todas las garantías electorales por convocatorias a conveniencia de la élite despótica; con ventajismo mediático del gobierno a través de medios de comunicación controlados por su administración directa, o por su censura mediante chantajes; con la utilización de los recursos del Estado para manipular y controlar el voto de los electores; con un Consejo Nacional Electoral subordinado al partido de gobierno; con la inhabilitación de los políticos opositores cuya popularidad amenaza la elección de los candidatos del despotismo; con la inhabilitación inconstitucional de los principales partidos de oposición; y, sobre todo, con el fraude electoral descarado, alterando los resultados de la participación, de la abstención y de las preferencias de los electores.

8)   El control y sometimiento de las Fuerzas Armadas Nacionales por un proceso de ideologización prohibido constitucionalmente, involucrando a los altos mandos en procesos productivos y de comercialización que aparentemente les permite un enriquecimiento no debido.

9)   La persecución y represión sistemática contra todo aquel que piensa distinto a la idolatría ideológica oficial, que es crítico a la gestión del gobierno, que es un contendor político de la élite despótica dominante, o simplemente que ejerce su derecho constitucional a la protesta pública. En particular, las detenciones sin orden judicial; los encarcelados que no son presentados a los tribunales o que se mantienen detenidos a pesar de ser beneficiarios de boletas de excarcelación; la presentación de civiles en tribunales militares violentando la garantía del juez natural; todos ellos presos por ser opositores políticos a la cúpula despótica.

10)              Y lo más terrible, la presunta comisión de delitos de lesa humanidad, como lo constituyen las acciones por las que se hieren y asesinan manifestantes que protestan públicamente; o por las que se secuestra, tortura y ejecuta sumariamente a opositores del gobierno.

Sin embargo, a pesar de todas las acciones tiránicas dirigidas a fragmentar, debilitar, reducir y desalentar el vasto movimiento popular por la defensa de la libertad contra el despotismo, el espíritu libertario se ha mantenido, se fortalece y crece. NO HAY QUE EQUIVOCARSE! El silencio o la falta de masivas expresiones de protesta en la calle, la enorme diáspora de venezolanos, o la ilusión de un despotismo electoralmente victorioso, en realidad no implican la derrota de la libertad, y sólo disimulan tenuemente la creciente debilidad del gobierno tiránico.

En la confrontación política, el movimiento democrático y libertario, por su integración heterogénea, por la diversidad de pensamientos, por la escasez de recursos en comparación con los que dispone el gobierno, y por el proceso decisorio complejo que le impone su naturaleza democrática y pacífica, tiende a ser percibido como derrotado pese a su fortalecimiento progresivo.

Lo cierto es que el país es cada vez más ingobernable para el despotismo. Las terribles consecuencias de sus políticas económicas y sociales desacertadas; el fracaso de sus propuestas y acciones que la terca realidad devela todos los días; el deslave de la base popular que durante algún tiempo lo respaldó; las contradicciones internas que se intensifican por la pérdida de capacidad para seguir distribuyendo los recursos del Estado entre los factores de poder que lo integran; su enorme aislamiento internacional en lo político y en lo económico; son hechos incontrovertibles.

Por ello hay un espíritu que ha reaparecido y recorre Venezuela, es el espíritu del 23 de enero de 1958. Ronda por las ciudades, pueblos, barrios y urbanizaciones; por las carreteras, calles y veredas; por las comunidades, gremios y sindicatos; entre los trabajadores, productores y comerciantes; por los liceos y universidades; por dispensarios y hospitales; en las colas de las panaderías, farmacias y pulperías; entre los ancianos pensionados a la espera de la apertura de los bancos; entre los jóvenes en las canchas de beisbol, básquet y fútbol; en los cines y teatros; en los hogares a la hora de la cena sin alimentos en la mesa; en las camas de los enfermos sin medicinas; en los ministerios y en los cuarteles; y en las entrañas mismas del entorno inmediato del despotismo.

Hoy más que nunca, ante el fraude democrático-electoral y frente la usurpación de la soberanía popular, entre los venezolanos resuena con más fuerza la idea enarbolada por Juan Germán Roscio: Frente al despotismo se tiene el derecho natural a la resistencia, el derecho natural a la desobediencia, el derecho natural a la insurrección, el derecho natural a la destitución del gobierno despótico.
Hoy más que nunca, Venezuela no se rinde!
Más temprano que tarde, la libertad triunfará sobre el despotismo!

¡UNIÓN, ORGANIZACIÓN Y LUCHA!


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