Por Tomás Páez
Los gobiernos
latinoamericanos, en la reunión de Quito y la OEA, han hecho suya la
perspectiva de Von Mises, quien sostenía la necesidad de establecer la libertad
de la migración en el mundo para hacer la paz más duradera y, agregaba, si
quienes creen en la libertad no asumen este punto de partida, no habrá mucho
espacio para la esperanza de convencer a alguien a favor de una sociedad libre.
Las diásporas contribuyen a disminuir la pobreza global y benefician a los
agentes que intervienen en el proceso: al migrante y a los países de tránsito,
destino y origen. Celebramos y agradecemos esta decisión, símbolo de libertad,
pues ellas facilitan el movimiento de dinero, bienes, servicios y personas. La
posición de Latinoamérica es un ejemplo para todo el mundo.
Mientras los gobiernos de la
región y el mundo, la Organización Internacional de las Migraciones, la OIT y
las Naciones Unidas se interesan y preocupan por la tragedia humana sin
precedentes en la historia de la región, el régimen venezolano, de manera
ingrata, pone en entredicho una realidad imposible de enmascarar. Hasta sus más
conspicuos representantes, como Rodríguez Zapatero, se guardan de negar lo
obvio. Intentan enmendar la plana reconociendo la existencia de la diáspora y
explican su crecimiento como resultado de las sanciones individuales a los
altos jerarcas del régimen venezolano, por las obesas cuentas bancarias de
dudoso origen, por parte de distintos gobiernos. Confunde, desconocemos si lo
hace intencionalmente, las sanciones individuales con sanciones al país. Sus
razones tendrá.
Responsabilizar a terceros,
exculpar al gobierno de cualquier responsabilidad ante semejante desplazamiento
humano y absolver a los individuos sancionados por los daños causados con el
robo que han perpetrado, algunos de ellos descubiertos por la Guardia Civil
española, es hacerle un flaco servicio a la explicación de la diáspora, amén de
una completa incomprensión del hecho.
Pese a utilizar a los
camaradas, en este caso un ex presidente, quien utiliza los manidos argumentos
del pasado para explicar el éxodo, la realidad, siempre tozuda, los contradice.
El socialismo, indistintamente de la forma de adjetivarlo, reúne una serie de
características exclusivas que producen resultados similares independientemente
del país, de la cultura y del período en el cual se instala. Con tan solo
revisar las historias de vida y las entrevistas hechas a quienes han tenido que
vivir en regímenes socialistas nos topamos con las semejanzas de los
padecimientos: colas, escasez y racionamiento, recorrer kilómetros para
encontrar un pedazo de mantequilla, todos intentando comprar lo que no hay y
formando colas sin saber lo que encontrarán al entrar.
La más emblemática de todas
las características del socialismo es su capacidad para destruir un país. De
este rasgo deriva la ley de la movilidad humana bajo regímenes socialistas: en
ellos, los ciudadanos no se van, huyen, desertan, los persiguen o deportan; la
migración es, por tanto, forzada y forzosa. La otra ley resultante es la
prohibición de migrar, bajo el pretexto de impedir la “fuga de talentos”.
El éxodo masivo ha dejado
perplejos a los voceros del régimen, lo cual explica sus expresiones destempladas
y contradictorias, creando un verdadero desconcierto en sus propias filas. Para
muchos de ellos solo se trata de un grupo de “tontillos” estafados por los
medios, víctimas de una estrategia mediática del imperialismo galáctico.
¿Cómo se explica la puesta
en escena de esa pésima y burda obra de teatro del gobierno en la que,
fingiendo humanidad, pagan viajes para llevar a los venezolanos “desesperados”
de regreso a su patria cuando, al mismo tiempo, acusan de traidores a quienes
se han ido, como hicieron Duvalier, Somoza o los Castro? ¿Cómo asimilar que
esos despliegues de solidaridad provengan de los mismos que dijeron “quienes
estén en desacuerdo con nosotros que se larguen del país” y “ojalá y no
regresen nunca”, como si estuvieran hablando de su propiedad? El colmo es
afirmar que solicitarán 500 millones de dólares a los organismos
internacionales para repatriar a los venezolanos. Una vez más demuestran
que la ignorancia puede ser muy atrevida, pues este monto es insuficiente hasta
para cubrir los costos de los pasaportes por persona (a lo que se suma que
tampoco hay pasaportes).
Esto último es una ofensa,
una agresión, un gesto de total ingratitud hacia aquellos países que han
acogido a los ciudadanos venezolanos, que cuentan con bancos de comida gratis,
que ofrecen salones con computadoras, que vacunan a los ciudadanos, que les
brindan cobijo, educación, salud y facilidades para su integración, servicios a
los que pueden acceder sin requerir un “carnet de la patria”. Sus expresiones
altisonantes podrían formar parte de la “estrategia del divertimento”, como la
define el departamento América de la dictadura cubana, con el único propósito
de embrollarlo todo y que la sociedad pierda de vista lo esencial.
Lo dicho permitiría pensar
en una estrategia del régimen, en una política de Estado concebida para
desembarazarse de quienes disienten y apropiarse con mayor facilidad del país.
Confieso mi desacuerdo con este argumento, aunque en ocasiones, las menos, dude
y me incline a considerarlo.
El régimen ha sido exitoso
en mantenerse en el poder destruyendo el país y haciéndose con los recursos de
los venezolanos. Es la única estrategia en la que han triunfado, que no es poco
decir, pero en todos los demás terrenos solo pueden exhibir una extensa lista
de fracasos. No resulta lógico pensar que esta política sea un logro producto
de la puesta en marcha de un laboratorio de inteligencia, pues la diáspora es
el mejor testimonio del fracaso del modelo.
Tampoco pareciera que el
objetivo era apropiarse del país para disfrutar de sus riquezas y de lo que han
sustraído. De ser así, también habrían fracasado; dejaron un país en ruinas y
lo que han hurtado está invertido y colocado en Miami, Londres, Sevilla, París,
Madrid, Texas, de acuerdo con la información que arrojan los organismos
internacionales de justicia. Quienes han estafado a la nación, con sus
respectivos compinches y testaferros, hoy piden visas, se mudan y hacen
negocios fuera de Venezuela y, sin vergüenza alguna, intentan mimetizarse con
la diáspora.
Otra evidencia en contra, y
como todo socialismo que se precie de serlo, en el año 2015 el régimen
venezolano cerró la frontera con Colombia durante casi un año, lo que no es una
forma de favorecer la emigración. En esa ocasión desterró a miles de ciudadanos
colombianos al mejor estilo nazi, marcando sus casas. Otro ejemplo de lo que
hace el modelo socialista con quienes emigran fue la construcción del Muro de
Berlín en 1961. El venezolano, fiel a esta tradición, ha hecho casi imposible
el acceso de los ciudadanos a sus documentos de identidad, cédula y pasaporte,
y ha paralizado el apostillamiento de cualquier otro documento.
Como los alemanes ayer, como
los cubanos ayer y hoy, los venezolanos huyen en masa de un modelo cuya única
vocación es el fracaso. Como afirmaba Von Mises refiriéndose al totalitarismo
gemelo, el nazismo, modelo en el cual la propiedad privada solo existe
nominalmente, la sustancia medular, la propiedad sobre los medios de producción
residía en ese gobierno. Correspondía a este decidir qué debía producirse, las
cantidades, los métodos con los cuales producir, a quién debería distribuirse,
establecía los precios y los salarios y los dividendos permitidos. En
definitiva, el sector privado se convierte en rehén del régimen.
Mientras tanto, los gobiernos
democráticos vecinos y en particular el de Colombia, por el impresionante
número de venezolanos que ha acogido con los brazos abiertos, ha socorrido a
decenas de miles de personas que huyen de la tragedia humana de nuestro país.
Agradecemos ese apoyo, la inversión que realizan países e instituciones para
atender a nuestros hermanos, y deploramos la respuesta ingrata del régimen
venezolano.
Colombia ocupa el primer
lugar como país destino de los venezolanos y es un proveedor fundamental de
víveres, medicinas y repuestos. Más de 1 millón de ciudadanos venezolanos y de
origen colombiano han sido censados con el objeto de diseñar políticas públicas
más idóneas con las cuales atender este inédito fenómeno migratorio.
También agradecemos a todos los gobiernos de la región el esfuerzo realizado
por generar información responsable sobre la diáspora venezolana, con lo cual
se enriquece la comprensión de esta nueva realidad.
El punto de partida de la
política de los gobiernos de la región hacia la diáspora asume que esta no es
el problema, es parte de la solución. Facilitará la integración regional, las
inversiones conjuntas y el desarrollo de proyectos para apoyar el proceso de
reconstrucción de Venezuela. La diáspora se abre espacio creando redes en
entornos desconocidos y plenos de incertidumbre. Colombia, país vecino con el
que compartimos una lengua y una historia común y un exitoso intercambio
comercial, es el preferido por los venezolanos, quienes tienen reservado un
importante papel en un futuro cada vez más próximo. Es mucho lo que es posible
y necesario hacer y en ello la diáspora tiene un papel decisivo, promoverá la
inversión internacional directa. La diáspora está en movimiento, la diáspora
circula y pronto dejarán de ser los ciudadanos olvidados para convertirse en
actores relevantes del proceso de reconstrucción de Venezuela.
01-09-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico