Tulio Ramírez 03 de octubre de 2018
No voy
a comenzar destilando odio contra los que nos tienen comiéndonos un cable desde
hace un buen rato. El temor a que aparezca de la nada un tribunal a aplicarme
la Ley del Odio, me obliga a tener la prudencia de un chino budista, no
comunistas.
Comenzaré
con un lugar común; “todas las revoluciones nacen preñadas de buenas
intenciones”. Este principio es aplicable hasta al movimiento de “Doñas Unidas
por una Buena Administración del Inmueble (Dubai)” que destituyó “por las
buenas” a la sempiterna Junta de Condominio del edificio donde sobrevivo.
Cómo
ellas, todos los grupos insurgentes justifican su revuelta con base a la
“imperiosa necesidad de conquistar para todos, mejores condiciones de vida”.
Con esas frases nada originales estos movimientos, en las primeras de cambio,
son apoyados con entusiasmo y esperanza por aquéllos que se han sentido
desplazados u olvidados por el régimen anterior, así sean vecinos de un condominio.
Lo bueno, viene después.
Estos
movimientos que llegan al poder para quedárselos, ya en el gobierno, se empeñan
en ocultar o tergiversar los desafueros, errores y políticas erróneas. Sin
embargo, en algún momento, estos problemas salen a flote y desenmascaran a
aquéllos que intentaron imponer la versión oficial edulcorada.
Así
pasó con el comunismo soviético. Los Gulag (acrónimo de Glávnoie upravlenie
ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, o Dirección General de Campos de
Trabajo), se vendieron como centros para el “Trabajo Creativo y Liberador”,
ocultando su verdadera misión.
La
historia reveló que fueron campos de concentración y de trabajo forzado para
los “enemigos de la Patria”, como les gustaba calificar a la disidencia.
También causó indignación mundial lo descubierto luego de la desintegración de
la URSS.
Durante
los años 1932 y 1933, murieron por hambre 1,5 a 4 millones de personas en
Ucrania. Fue el periodo de imposición por la fuerza de “la colectivización de
la tierra” para obtener más granos para vender al capitalismo y así financiar a
la URSS a costa del hambre de los ucranianos. Fue el llamado Holodomor, el cual
selló para la historia, el carácter inhumano y cruel del comunismo soviético.
Otro
tanto sucedió en la China de Mao. Durante los años 1960 y 1961 murieron más de
10 millones de personas por la hambruna que se generó por el fracaso de la
colectivización de la tierra para hacer lograr “la soberanía alimentaria”. El
gobierno chino llamó a este fracaso descomunal “Tres años de Desastres
Naturales”, tratando de atribuirle a la naturaleza, sus errores y disparates en
materia económica. Como se podrá observar, la manía de culpar a otro de los
males ocasionados por el gobierno, no es exclusiva de esta ribera del Arauca
Vibrador.
Esos
intentos de tergiversar la historia para eludir responsabilidades también se
consigue en Cuba. Todavía a estas alturas siguen culpando al “bloqueo” del
imperialismo yanky, de su hambruna y desabastecimiento. Ya el mundo sabe que
tal bloqueo es más cuento que verdad.
Para
nadie es un secreto que los gobernantes tienen acceso al whisky Jack Daniels,
el cual es más gringo que John Wayne, a automóviles Ford último modelo, a
cigarrillos Marlboro, a Directv, así como es público y notorio que los hijos de
la nomenklatura acceden, sin problemas, al Korn Flakes de Kellog’s, a los
chocolates M y M, a los jeans Levi Strauss y a la Coca Cola en todas sus
presentaciones.
En el
caso venezolano la situación no es diferente. El gobierno elude su
responsabilidad y atribuye a terceros la situación insostenible de los
venezolanos. Pinta un país de ensueño y de prosperidad, ocultando que más del
83% esta hastiado del socialismo del siglo XXI.
Pero
eso no es todo, por la pasividad del gobierno se está incubando una tormenta
perfecta en nuestro sufrido país. Una suerte de coctel que incluye dosis del
Holodomor ucraniano, del “Desastre de la Naturaleza” chino y del “Bloqueo
Imperialista” cubano, se cierne como un tsunami anunciado sobre nuestra
población.
Ya no
se puede ocultar el aumento de los niveles de pobreza, las muertes por falta de
medicamentos, la criminalidad desbordada, la migración masiva, la basura como
fuente de alimentos y la anarquización de la sociedad. ¡No más revolución, por
favor!, es el grito ahogado de quienes están muriendo de pobreza en los
humildes hogares venezolanos.
Tulio
Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico