Por Emma Sánchez Álvarez
Ahora parece claro "que
el mal espíritu está dando paso al buen espíritu unitario, y por eso las
enormes multitudes que acompañan a Guaidó, la estrecha relación que el
presidente provisorio tiene con la AN y el ancho horizonte de victoria"
El 4 de febrero es una fecha
que la historia registrará como el quiebre del modelo político visto hasta
1992. Para los militares protagonistas fue un triunfo sobre el statu quo, pero
para los críticos de esta acción no fue más que el inicio de un camino que
trajo al país hasta las circunstancias de hoy.
Contrapunto entrevistó
al abogado, político y escritor venezolano Américo Martín sobre su visión del
4F de 1992 y su conexión con el 23 de enero de 1958 y el de 2019.
—¿Cuál es la importancia del
4-F?
—El 4 de febrero de 1992 se
produjo un golpe que el Ministerio de la Defensa había detectado sin imaginar
su magnitud, sorprendentemente elevada en hombres, armamento y unidades
comprometidas.
El golpe, encabezado por
Hugo Chávez, comenzaría con la detención del presidente Carlos Andrés Pérez,
pero la Guardia Nacional lo impidió. Aunque la inteligencia gubernamental
reunía suficientes evidencias para actuar, no lo hizo a tiempo ni con la
necesaria contundencia porque estimó que se trataba de un peligro no
especialmente importante. Lo que es difícil de entender es que, habiéndose
detectado el núcleo dirigente de la conspiración (Chávez, Arias Cárdenas,
Acosta Chirinos, Urdaneta), lo dejaran desplegar sus operaciones. Se habían
comprometido oficiales hasta el grado de teniente coronel (comandante):
subtenientes, tenientes, capitanes, mayores y tenientes coroneles. De allí el
nombre de “comacates”. Ideológicamente carecían de definiciones. Su filiación
castrista vendrá después, pero al momento del alzamiento lo predominante era un
impulso generacional, un vago descontento por las denuncias de corrupción y una
sed incontenible de poder.
A su juicio "quienes
piensen que fue un movimiento revolucionario socialista no tienen ni un adarme
de razón. En cambio, se identificó desde el principio con el nacionalismo
bolivariano. La exaltación de los próceres de la Independencia sustituyó
cualquier inspiración ideológica moderna. Creo que Bolívar fue para ellos un
pretexto que les permitió cubrirse con prestigio ajeno, y que les ahorró el
trabajo de pensar un programa de gobierno más o menos serio".
Aun así, agrega, cabe
preguntarse: "¿Cómo pudo ser que con tan vagos y contradictorios
parámetros ideológicos el alzamiento contara con tanto respaldo? La explicación
que se me ocurre es que, aún rendido, el alzamiento del 4-F fue oportuno y útil
para sectores importantes de la política nacional que buscaban cómo derrotar a
Pérez e impedirle a AD que preservara su ya mítico predominio. A eso debe
unirse que en la década de los 80 la antigua prosperidad del paquete
Pérez-Rodríguez comenzaba a dar resultados en términos de recuperación
económica y de caída de la inflación sin necesidad de manipulaciones con la
moneda y controles contraproducentes".
Cuando estalla el golpe,
rememora, "la popularidad de Pérez venía cayendo rápidamente, y de la
unidad puntofijista no quedaban rastros. Simpatizar con Chávez, o de alguna
manera justificarlo, fue para muchos un arma política caída del cielo para
barrenar a CAP. Varios aspirantes al solio de Miraflores, sin medir para nada
las consecuencias, jugaron su carta chavista sin creer en salidas militares ni
proscribir la democracia. Subestimaron al personaje y despertaron el dormido
león militarista".
—¿Qué consecuencias
negativas le dejó a Venezuela ese 4 de febrero?
—Resurgió el fenómeno
militarista paralelamente con la abierta subordinación del llamado “proceso” al
fidelismo. Fue la premisa para que el régimen intentara expandirse más allá de
las fronteras venezolanas. Con la fuerza del petróleo al alza por más de una
década y hasta niveles nunca conocidos, Chávez financió un armatoste regional
con la mira de dejar a un lado la OEA e institucionalizar su hegemonía en
Latinoamérica. Su talón de Aquiles era el predominio del interés político antes
que la salud de la relación comercial y del crédito. Los fantasmas de la
imaginación convencieron a Chávez de que el auge de los commodities (y
especialmente de la cotización del petróleo y derivados) había llegado al tope
para no retroceder, pese al desastre causado por el modelo socialista que quiso
aplicar a trancas y barrancas.
El mundo comparte plenamente
que tan escandaloso fracaso no puede explicarse por errores ocasionales. Viene
esencialmente del fallido modelo alimentado igualmente por los hábitos
corruptos del pomposo régimen revolucionario. En todo caso, la ruina trágica
que en todos los órdenes lega a la administración democrática que lo sustituirá
será una carga muy penosa, un reto a su imaginación creativa y a las
dimensiones de la generosa y prometida solidaridad internacional.
—Pero no todo fue malo. Hubo
aprendizaje. ¿Qué aspectos positivos dejó el 4 de febrero?
—Entiéndase que lo positivo
en un régimen de esa índole solo puede exhibir éxitos “a contrapelo”. Primero,
se ha modernizado el pensamiento opositor tras la dura prueba a que se le ha
sometido. Los conceptos de libertad y democracia se modernizan y actualizan
para derrotar las penumbrosas ideas que sobre ellas y contra ellas se
desarrollan desde la cúpula del poder. Y segundo, a pesar de un reflotar de los
anacronismos antipartidistas y antipolíticos, se produjo un cambio importante
en la concepción de los partidos políticos y su correcta relación con la enorme
sociedad civil. La adecuada combinación de ambos actores explica el viraje que
hoy está a la vista del mundo.
—¿Cómo influyó el 4F en el
comportamiento de la FAN?
—Se cambió por completo el
antimilitarismo que había prendido en la alternativa democrática como
consecuencia del militarismo encendido en el poder. El militarismo es una
ideología, no una condición que acompaña a la condición militar. Hay militares
civilistas y civiles militaristas. El fracaso del régimen hiere a civiles y
militares por igual, y por lo tanto es tarea fundamental propiciar entre ambos
una unidad para el cambio democrático. De allí la manera amistosa de dirigirse
a los militares sin subsumirlos a todos en lo que es flagrante en algunos altos
militares y altos civiles. La ley de amnistía aprobada por la AN da cuenta de
este importante y justo viraje.
—Nos encontramos en este
momento del país donde convergen dos fechas resaltantes de la historia del país:
el 23 de enero de 1958 y el 4 de febrero de 1992. ¿Qué similitud guardan ambas?
—En mi criterio el 23 de
enero de 1958 es uno de los hechos más importantes de nuestra historia
republicana. El dictador creía haber tranquilizado al país con la fuerza, la amenaza
y la tortura. La Constitución emanada de la Constituyente fraudulenta de 1952
dictó en 1953 una Carta Magna de signo autocrático pero, probablemente por
inadvertencia, dejó espacios que podrían ser aprovechados para colar procesos
democráticos. Uno de ellos, las elecciones quinquenales que, casualmente,
debían realizarse en diciembre de 1957. La dictadura decidió violar su propia
Constitución, procedió a sustituir el mandato que la obligaba a hacerlas y optó
por borrarlas del mapa, sustituyéndolas por un burdo plebiscito sin base
normativa alguna. En ese momento comenzó a desplomarse.
El 23 de enero no fue un
golpe militar. Fue una rebelión civil que penetró hondo en las Fuerzas Armadas
y contribuyó a que una mayoría militar se uniera a ella. La confluencia de los
dos factores derribó la dictadura y permitió fundar la democracia. Socialmente
hablando, el 23 de enero radiografió el encuentro solidario de todos los
estamentos sociales. Nada de lucha de clases. Como bien se dijo y repitió en
todos los rincones: Venezuela entera se unió, desde La Charneca hasta el
Country Club.
—Pero, ¿podemos comparar
ambas fechas y cómo se gestiona el desenlace hoy en día?
—Con la unidad nacional en
la diversidad que contempla los siguientes aspectos: Primero, no parte de la
lucha de clases sino de la unidad de todas ellas para un objetivo común: salir
de la ominosa dictadura y establecer un sistema que no es de socialismo contra
el capitalismo, ni de civiles contra militares. Por el contrario, contempla la
suma de todas esas parcelas en un movimiento unido por el sólido objetivo
común, pero respetando la profesión de fe de cada quien en lo ideológico,
religioso, estamental, civil.
En segundo término, es
sabido que el golpe contra Rómulo Gallegos fue militar, tanto por el método
empleado como por el hecho de que fue aprobado y suscrito por los cuatro
componentes de las FAN: Ejército, Marina, Aviación y Guardia Nacional. Pero la
política que la resistencia democrática siguió aquel 23 de enero, no se enfocó
contra las militares en conjunto. Siempre hizo distinciones: No trató a todos
los oficiales como si su obligado silencio (disciplina, verticalidad,
obediencia) equivaliera a adhesión a la dictadura, las torturas, persecuciones
y desconocimiento sistemático de la Constitución y la ley. Esa forma de
distinción fue premiada el 23 de enero. Y, por cierto, está siendo premiada en
los acontecimientos de 2019, dirigidos por el presidente interino Juan Guaidó.
Por último, analiza,
"la unidad no es concebida únicamente como suma material de factores
diversos. En 1958 fue también suma 'espiritual'. Y tal índole está alcanzando
aceleradamente en nuestros días, especialmente a partir del 4 de enero de
2019".
Martín se refiere al
“espíritu del 23 de enero” que es "el alma de la unidad, el lazo fraternal
anudado en la común trinchera. Mi aliado es mi hermano. Podemos tener naturales
diferencias, que serán insignificantes cuando un país ignominiosamente
sepultado en la miseria les exige que se unan de veras. En nuestros días ese
espíritu ha alcanzado el procerato a partir del 4 de enero de este año".
El dirigente subraya que si
antes "se multiplicaban las descalificaciones, las calumnias, los rumores
enfermizos sobre ocultas negociaciones con el gobierno con dinero
corrupto", parece claro "que el mal espíritu está dando paso al buen
espíritu unitario, y por eso las enormes multitudes que acompañan a Guaidó, la
estrecha relación que el presidente provisorio tiene con la AN y el ancho
horizonte de victoria que ilumina el ambiente".
—¿Cree que se logre
coherencia por parte de los actores de la oposición?
—Aunque con retardos, y
minada por la insistente campaña descalificadora emanada de laboratorios del
régimen o de incomprensión de las complejidades de la política por parte de
honestos luchadores democráticos, ha resurgido con ímpetu la unidad opositora.
Va decidida a trabajar con sentido político, más que con simplismos moralistas.
Contra especulaciones que hablaban de conspiraciones en la oposición para
impedirlo, el 4 de enero de 2019 se cumplió el pacto de rotación de la
directiva de la AN, y con ello se impulsó poderosamente la unidad de cara al
país y al universo.
Con Juan Guaidó al frente de
una directiva y una AN de explosivo entusiasmo, la política del cambio se puso
bajo el signo de la unidad. Influida sin duda por el recrecido ánimo unitario,
el 10 de enero la falaz juramentación de Nicolás Maduro fue tachada como
usurpación por numerosos países y el 23 de enero, en proceso de victorias
encadenadas, en todos las ciudades importantes de Venezuela y en incontables
ciudades del mundo, se realizaron concentraciones de respaldo a Guaidó y
rechazo al régimen, todas sorprendentemente exitosas. La de Caracas, la más
grande que se haya reunido nunca en la historia de la capital, lo que ya es
decir. Para asombro colectivo, esas concentraciones se repitieron con mayor
afluencia el sábado 2 de febrero.
04-02-19
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