Por Arnaldo Esté
Suena paradójico, y no es
nuevo, decir que de las crisis salen los partos.
Supongan que no salga el
gobierno, que la gente seguirá pasando hambre, que la mengua siga devorando los
hospitales y que la corrupción continúe como lenguaje necesario. Lo que ya se
ha hecho en estas dos semanas es suficiente para que podamos contar que hemos
vivido. Así, entre tragedia y presentimiento, la alegría de sentirnos
profundamente humanos y sensibles ya pasó a integrarnos, a constituirnos.
Es bien posible que el temor
del acorralado saque una zafra de sangre y que a su fama internacional y
mediocre se agregue más dolor.
Pero existimos y lo sabemos
bien con marchas y cantos.
Lo que no sabemos es que eso
ha mostrado la gran potencia de este país para ser una democracia profunda.
Cabildos y reuniones de barrio para decidir rutas y persistencias y fabricar
fechas y sitios de encuentro. Aprendimos a discutir y discrepar, y ahora
sabemos, por haberlo hecho, que los ladrillos se pueden recoger y armar.
No es perceptible aún una
ideología nueva ni un lenguaje viejo dominando las escenas. Pero es claro que
ha llegado otra gente o la misma gente, pero con otras miradas, con otros
sentidos tal vez más modestos.
Ni el socialismo momificado,
ni el liberalismo con uñas sangrientas. Nosotros y nuestros países vecinos
estamos aprendiendo que ya no habrá espacio para dictaduras, pero no solo que
las dictaduras quedarán sepultadas, sino que nuestro país ha logrado otro nivel
de democracia. Ello requiere instrumentar lo que ha sido una experiencia más
bien emocional: organizar procedimientos, maneras de actuar y producir que, sin
salirse de la Constitución vigente, transformen unos enunciados vacíos y
solemnes en acciones y procederes que generen compromisos y superen las huellas
de la petrofilia. Lo que ocurrió el 16 de julio de 2017, cuando concurrimos,
con nuestra propia presión y voluntad, a decir en plebiscito que no los
queríamos, ahora se repite en muchas jornadas y en todo sitio.
Tareas complejas de
construcción.
Estas cosas suenan y son
optimistas, sobre todo cuando la operación de asistencia humanitaria está en un
curso no fácil de entender. Pero hay que amarrarse a esta nota optimista.
10-02-19
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