Por Fernando Pereira
Disculpe el tono impersonal.
En la escuela me dijeron que el encabezado de las cartas podía comenzar con
Querida, pero ese me pareció muy íntimo o Estimada, tampoco me atrevo a
utilizarlo porque no siento la cercanía y la confianza.
Estoy redactando esta carta
pensando en los millones de niños y adolescentes de Venezuela que no
tendrán la posibilidad de contarle lo que viven y sienten en el día a día. Se
que tiene una agenda extremadamente apretada para recibir y conocer la visión
de autoridades, políticos, líderes de distintos sectores, organizaciones de derechos
humanos, familiares de víctimas, presos políticos… Son muchas y muy importantes
los planteamientos que se harán; pero es una lástima que no te puedas (se me
sale la familiaridad) reunir con algunos de nosotros directamente pues como
sabes, como máxima responsable de los derechos humanos en Naciones Unidas, somos
sujetos de derecho desde que se aprobó la Convención de los Derechos del Niño
en el año 1989.
Esta semana en la escuela se
hizo un conversatorio y vinieron unos señores que nos hicieron ver
que este año se cumplen ya 30 años de la Convención que garantiza los
derechos humanos para todos los niños. Nos dijeron que esa es una buena
noticia; pero la verdad es que nosotros no lo entendemos muy bien.
Este año seis compañeros
dejaron la escuela porque se fueron con sus familias a vivir a otros países.
Tres a Colombia, dos a Ecuador y uno a Perú. Sin contar con que estamos
terminando el año con una maestra suplente porque la nuestra también se fue.
Con motivo del día del Padre, la maestra preguntó cuántos de nosotros estamos
viviendo con nuestras abuelas o algún familiar porque nuestros padres se han
ido a trabajar a otro país y ocho compañeros levantamos la mano. Sí, yo soy uno
de esos “niños dejados atrás” que mencionaban en una hoja de periódico que la
maestra pegó en la cartelera.
Llegar a la escuela se
ha vuelto más complicado. Cada día debo salir más temprano pues no hay
suficientes camionetas y debo caminar. Mi abuela se levanta tempranito para que
pueda llevar una arepa con algún relleno. Algunos compañeros no pueden llevar
merienda y he visto a la maestra dándole un poco de lo que ella lleva. Hubo un
tiempo que nos daban el desayuno; pero hace tiempo que no. Además, en la
escuela no hay cantina porque todo es muy caro y no hay suficiente dinero en
efectivo.
Otra carta desde el hospital
Tengo un primo de 11 años
que sufre de leucemia. Mi tía lo lleva al Hospital de Niños que está
en San Bernardino. Los hemos visto varias veces en el noticiero de la
televisión pues tienen problemas porque no hay el tratamiento. Mi abuela dice
que eso está pasando en todos los hospitales y que en el interior hasta es peor
la situación pero que no se conoce tanto.
Mi abuela dice que usted va
a conversar con los políticos que son quienes pueden tomar medidas
para que el país cambie. Yo le podría pedir que pueda volver a estar con mis
papás; que me puedan llevar al cine como cuando yo era pequeño y hasta cotufas
y refresco podíamos comprar. Me gustaría que reabriera el club de artes
marciales al que iba en las tardes porque el entrenador se fue a vivir a Chile.
Estoy seguro que el
contenido de mi carta es más sencillo que las cartas que le pueden hacer llegar
los niños y adolescentes que viven en comunidades indígenas, trabajan en las
fronteras, en las minas, los que están en algún centro porque no están con sus
padres, los que han quedado huérfanos porque sus papás fueron asesinados…
20-06-19
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