CARLOS GARCIA RAWLINS 25 de junio de 2019
Viajan
con sus hijos y nietos por tierra a través de tres países, recorriendo puestos
de control fronterizos y cruzando ríos cuyas aguas alcanzan la altura de sus
cinturas. 16 mujeres cuentan su testimonio en un viaje que han emprendido hacia
lo desconocido para resguardar a sus familias
1. Marlioth
Armas, de 28 años, sostiene en brazos a su hija Erimar, de 2, mientras espera
en una fila para procesar sus documentos en el centro de servicio fronterizo
entre Ecuador y Perú, antes de continuar su viaje a Lima. Marlioth llora de
frustración al recordar la escasez de bienes básicos por la que emigró de
Venezuela: "Solo quiero vivir en un lugar donde podamos obtener cosas y
ser normales".
2. "Realmente
apostaba por Guaidó. Estaba segura de que iba a cambiar el país", señala
Andraimi Laya, de 22 años, mientras es retratada con su hija Jessy, de 2, en
Tumbes (Perú). Andraimi, que soñaba con ser oficial de policía, abandonó su
sueño y su casa cuando el presidente peruano, Martín Vizcarra, anunció que los
venezolanos deben tener pasaportes y visas para ingresar a Perú a partir del 15
de junio. "Dije, 'no, no voy a morir aquí. Esta podría ser mi última
oportunidad'".
3. Teresa
Amaro, de 83 años, oriunda de Barquisimeto es retratada junto a su hija Maite
Pérez, de 43, y su nieto Edwar Coste, de 7, antes de continuar su viaje a Perú.
Teresa se rehusaba a salir del país, pero tras sufrir un ataque cardíaco y
frente a la dificultad para encontrar medicamentos, accedió a la petición de su
hija para emigrar. En su casa ya no contaban con electricidad ni gas para
cocinar.
4. Suramay
Farias, de 47 años, abraza a su hija Franchesca, de 8, mientras esperan para
procesar sus documentos en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y
Perú antes de continuar su viaje a Chiclayo. Suramay nunca había pensado en
abandonar el país, pero estaba preocupada por el futuro de su hija menor y
decidió ir a Perú, donde sus otros hijos han estado viviendo durante un año:
"Me dijeron, mamá, ven aquí para que puedas darle a la niña la oportunidad
de tener una mejor dieta y una mejor vida". Para Suramay lo más difícil ha
sido dejar en Venezuela a su madre y su marido: "Esto no es lo que quería.
Me gustaría tener a mis hijos en Venezuela".
5. Erika
Fernández, de 33 años, espera en una fila con sus hijos Ronald, de 10, y José,
de 3, en el centro de servicio fronterizo entre Ecuador y Perú. Fernández,
enfermera de profesión, viaja para encontrarse con su esposo, quien ha estado
en Perú por un año. "Todo ha sido terrible desde que salí de mi casa y
todavía es una pesadilla (...) Mi hijo ha estado vomitando desde la noche
anterior, lo llevé a la Cruz Roja y me dieron agua para rehidratarlo y
paracetamol en caso de que tenga fiebre", explica Erika. Entre sus
motivaciones para emigrar, destaca el ideal de conseguir una mejor calidad de
vida para sus hijos: "No quiero enseñarles que tienen que luchar por la
comida, sino que cualquiera que trabaje, puede comprarla".
6. Arlene
Gerder, de 38 años, espera un taxi junto a sus hijos José, de 4, y Dayana, de
14, para continuar su jornada a Pisco. "Un día ya no teníamos comida y mi
hija me dijo que tenía hambre. Ya habíamos comido lo poco que teníamos y lo que
quedaba era para el día siguiente, pero ella me dijo que tenía hambre y le di
lo que tenía". Arlene salió de Venezuela por primera vez hace siete meses
y ahora regresa a Perú después de recoger a sus hijos en Venezuela. "Me
fui con 130 dólares y algunas joyas de oro, eso fue todo lo que llevé conmigo.
Mis hijos sufrirán, pero aquí sufrirán con un estómago lleno", explica
Arlene.
7. Iris
Mejías, de 68 años, fue diagnosticada con cáncer unos meses después de que su
hija y su yerno dejaran Venezuela para ir a trabajar a Perú. Ahora, descansa
con su nieta Victoria, de 10 años, en el centro de servicio fronterizo entre
Ecuador y Perú antes de continuar su viaje a Lima. Iris trabajó más de 40 años
como enfermera, pero su salario actual no alcanzaba para comprar la comida de
una semana. "Después de la cirugía, no he podido recibir quimioterapia
porque no tenemos acceso a medicamentos. Me decepciona que me hayan robado la
vejez". Iris emprendió el viaje para llevar a Victoria con su madre, por
miedo a que el cáncer la consumiera dejando a la pequeña "en el
limbo", mientras los dos hermanos mayores de Victoria se quedaron en Venezuela
completando sus estudios.
8. Génesis
Valera, de 27 años, está embarazada de seis meses. Antes de llegar a Perú, tuvo
que cruzar la frontera entre Colombia y Venezuela por senderos y ríos junto a
sus tres hijos: Sebastían, de 7 años; Claudia, de 6 e Isaías, de 2. "Fui a
través del agua, me dijeron que me callara porque había guerrilleros
alrededor". Una vez en Colombia, Génesis viajó en autobús pero tuvo que
caminar parte del camino para evitar un punto de control. "Tuvimos que
esperar en el medio de los arbustos durante dos horas, estaba oscuro y muy
frío, mientras esperábamos que el autobús nos recogiera de nuevo", cuenta
Génesis. Ahora, desea dar a luz en Perú y conseguir un trabajo para suplir las
necesidades básicas de sus cuatro hijos.
9. Erika
Quevedo , de 28 años, carga en sus brazos a su hijo Gabriel, de 1, y toma de su
mano a su hija Osmariel, de 6. Ocho días duró su viaje desde que salió de su
ciudad natal, Barquisimeto (Venezuela), hasta el punto de control fronterizo en
Tumbes (Perú). Erika y su familia fueron víctimas de la estafa de
"guías" en Colombia que prometen ayudar a los migrantes con el viaje
y luego desaparecen con el dinero. Tras el timo, se unió a otras madres
solteras que conoció en el camino y así logró llegar a Perú. "Cualquier
cosa es mejor que ser madre en Venezuela" explica Quevedo y cuenta que al
dar prematuramente a luz a su hijo Gabriel, no pudo llamar a una ambulancia ni
costearse un viaje al hospital. En cambio, su madre fue su partera: "Si no
fuera por mi madre, mi hijo no estaría aquí".
10. María
Valdez, de 31 años, vendió hace un año su casa para reunir el dinero que su
esposo necesitaba en su viaje a Perú. Ahora, María viaja junto a sus hijos
Yoimairy, de 9 años, y Darien, de 1, para reencontrarse con él, porque el dinero
que enviaba a Venezuela no era suficiente para sostenerse. "Tan pronto
estuve en Caracas, quise regresar a casa, el autobús me pedía dinero y no lo
tenía, mi hija comenzó a llorar y dijo que no quería ir, que era
horrible". María confiesa que el pensar en el bienestar de sus hijos le
permitió mantenerse fuerte en la travesía.
11. Juviamdy
García, de 19 años, viaja junto a su hijo Luian, de 2, para reencontrarse con
su esposo, quien ha vivido desde hace un año en Perú. Juviamdy, paramédica,
cuenta con 20 dólares para intentar llegar a Lima, mientras su hijo con amibiasis
ha tenido episodios de diarrea y sangre en las heces durante la travesía.
"Llegamos a San Antonio (Venezuela) el lunes y (el guía) nos ayudó a
cruzar (la frontera) utilizando los caminos. Cuando llegamos al otro lado, la
policía colombiana nos detuvo y nos hizo regresar. Tuvimos que regresar al río,
pero esa vez solo con los niños, porque nadie nos ayudó". Juviamdy
estudiaba medicina, pero desertó al quedar embarazada y tras una experiencia
traumática en la que durante un día de clases, entraron varios hombres con
armas al aula para robar al grupo.
12. Némesis
Ramírez, de 22 años, contrató un guía para facilitar su viaje por Colombia
junto a sus hijos Ailin, de 6, y Raimar, de 5 meses. Ahora lo lamenta. La
dejaron en Cúcuta cuatro días y tuvo que dormir con sus hijos en el suelo.
"Lloré y quise volver, pero mi hija me dijo que quería continuar, que
quería seguir viajando para ver a su padre. Y si ella era fuerte, tenía que ser
más fuerte que ella". Hace tres meses su esposo viajó a Perú y ahora
buscan reencontrarse con él. "Acabamos de traer las cosas como si fuéramos
el fin de semana a la playa. No pude traer una sola muñeca para mi hija",
cuenta Némesis.
13. Ailin
Tua, de 43 años, espera un taxi junto a sus hijas Paola, de 18, y Sofía, de 13.
En Venezuela, Ailin era costurera, dueña de su propio taller; pero la falta de
clientes y el alto precio de la materia prima le obligó a cerrar. En 2017, su
esposo abandonó el país y emigró a Perú, donde a los seis meses de su llegada
consiguió finalmente un trabajo estable que le permitió enviar dinero a
Venezuela. Mientras tanto, tuvo que dormir en la calle casi cuatro meses. El
detonante para decidir salir del país fue una amenaza de secuestro:
"Recibí una llamada y me dijeron: 'Quiero 350 dólares o iré a secuestrar a
Paola y Sofía, iré a sus escuelas'". Ailin cogió un taxi, buscó a sus
hijas en el colegio y empacó en dos bolsas negras lo que pudo encontrar para ir
a casa de su hermana. Luego, emigró a Perú para intentar establecer un nuevo
hogar, antes de regresar a Venezuela para recoger a sus hijas.
14. Crisyesmil
Rosales, de 23 años, viaja a Arequipa con cinco menores bajo su tutela: sus
hijos Andres, de 6; Aranza, de 2; Sara, de 20 meses y sus hermanos Angeli, de
8; Abraham, de 6. Para ella, lo más difícil ha sido dormir con todos los niños
en la calle. Tras la medida anunciada por el Gobierno peruano, la madre de
Crisyesmil —quien ya reside en Perú— decidió enviarles dinero para emprender un
viaje que ya les ha tomado ocho días. "Mi mamá estaba desesperada allí en
Venezuela porque si puedes comer, no puedes vestirte, y si te vistes, no comes.
Eso es algo difícil". Crisyesmil espera conseguir un buen trabajo para
avanzar y dar así lo mejor a sus hijos y hermanos.
15. Rosalba
Barrios, de 51 años, viaja junto a su hija Joselin y sus nietras Horailyn y
Rogerlin. "Emigrar no es fácil", explica Rosalba entre lágrimas y
agrega: "Nunca quise irme. No es fácil decir adiós y dejar la vida que
conoces". En menos de 18 meses, perdió a su hijo de 28 años en un robo a
mano armada y a su madre, de 83 años, quien no pudo acceder a los medicamentos
de su tratamiento por cáncer. Ahora Rosalba viaja a Perú para encontrarse con
sus hijos en Lima.
16. Elizabeth
Rondón, de 28 años, emprendió un viaje desde Maracaibo (Venezuela) hacia
Trujillo (Perú) con sus hijos Luis, de 5, Samantha, de 2 y Samuel, de cuatro
meses. Desde marzo, Elizabeth había decidido dar clases a sus hijos en casa por
las malas condiciones de las escuelas. "No tienen agua en los baños ni
para beber". Además, cuenta que la decisión de emigrar la tomó por el
desafío que supone ser madre en Venezuela actualmente: "Estás tan cansada
de todo lo que haces durante el día. Cuidar a los niños, lavar su ropa,
encontrar la comida y tener que lidiar con un corte de energía en la noche
sabiendo que durará por lo menos 12 horas". El fallo eléctrico se prolongó
desde marzo hasta junio en la ciudad de Maracaibo.
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