Por Marino J. González R.
En días recientes se
presentó el documento “Perspectivas económicas de América Latina 2019:
desarrollo en transición”, elaborado en conjunto por Cepal, OECD, CAF y la
Comisión Europea. Con el concepto “desarrollo en transición” se propone
enfatizar un tipo de desarrollo inclusivo y sostenible, en consonancia con los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se deben alcanzar en 2030.
En el documento se justifica,
tal como se ha hecho desde los años cincuenta del siglo pasado, que el
desarrollo no puede tomar en cuenta solamente el criterio del ingreso per
cápita. En la misma dirección de los avances en las últimas décadas en estudios
del desarrollo, se propone que las políticas a implementar deben ser
multidimensionales. También el documento insiste en cuatro “trampas del
desarrollo” en América Latina, a saber: productividad, vulnerabilidad social,
institucional, y ambiental.
En el documento se
recomienda que para avanzar en el “desarrollo en transición”, los países de
América Latina deben: (1) mejorar el proceso de toma de decisiones en políticas
públicas, (2) elaborar planes nacionales de desarrollo, (3) invertir mejor, y
(4) generar consensos para superar las complejidades de la economía política de
las reformas. Sin desconocer que estas cuatro medidas son siempre necesarias,
no es tan claro que ellas por si solas sean condición suficiente para alcanzar
el llamado “desarrollo en transición”.
Aunque el documento presenta
algunas de las brechas que confronta la región, no se menciona una de las más
críticas: la relacionada con el tipo de productos que se elaboran. No es solo
la brecha de productividad, esto es, que se produzcan menos productos o de
menor calidad. Es que el tipo de productos que creamos no son compatibles con
los que se demandan cada día más en sociedad intensivas en conocimiento. Es
decir, no se puede “transitar” a un nuevo estadio de desarrollo cuando no se
establece la brecha de conocimiento. Es por la misma razón que las
sociedades industriales desplazaron a las sociedades agrícolas. No era en
primer lugar la forma de organizarse políticamente, eran las modalidades de
producción.
No puede extrañar, entonces,
que no se mencione en el documento que se debe ampliar la generación de
conocimientos en las sociedades de América Latina. Que la transformación
sustantiva de las condiciones de vida es consecuencia de un cambio fundamental
en lo que se produce. Y que para ello se deben modificar las prioridades
generales de la sociedad. Esto es, que la asignación de los recursos públicos
debe tener como centro la conversión de sociedades que utilizan conocimientos a
sociedades que crean conocimientos.
De manera que la interacción
entre gobiernos, empresas y universidades pasa a ser el eje de la vinculación
con el desarrollo. El documento también deja en evidencia que son los
liderazgos políticos los que están en mejor posición para indicar las políticas
que deberán movilizar a la región a construir sociedades de conocimientos
Que la discusión esté
centrada en el “desarrollo en transición” sin considerar la generación de
conocimientos, solo revela que las dimensiones de la brecha son mayores a lo
imaginado.
26-06-19
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