Mitra Taj y Carlos García Rawlins 20 de junio
de 2019
@mitrataj
y @carlosrawlins
Recorrieron
tres países junto a sus hijos. Algunas madres cruzaron ríos con el agua hasta
la cintura para evitar controles fronterizos, mientras que otras fueron
engañadas por falsos agentes de viajes o sufrieron robos en el camino.
Amamantaron
a sus hijos haciendo filas en puestos de control migratorios, atendieron
fiebres en estacionamientos de autos y acariciaron las diminutas manos de sus
hijos en viajes de autobús hacia un futuro incierto.
Un
número sin precedentes de mujeres venezolanas llegaron el fin de semana a la
frontera norte de Perú, según la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR.
Son parte de las decenas de miles de venezolanos que se apresuraron antes de
que Perú endureciera el requisito de ingreso para los migrantes.
“Estamos
así como los ciegos, tratando juntas de llegar aquí”, dijo Érika Quevedo, de 28
años, tras sobrevivir un viaje de ocho días desde su natal Barquisimeto con sus
dos hijos y su madre.
Como
muchas de las docenas de mujeres venezolanas entrevistadas por Reuters en la
ciudad fronteriza de Tumbes, en el norte de Perú, Quevedo dijo que pagó a
“asesores” en Colombia para un viaje mas fácil para sus hijos, pero después
descubrieron que éstos habían desaparecido con su dinero.
Con
poco efectivo en su poder, sobrevivió el resto del trayecto uniéndose a otras
madres solteras que conoció en el camino. “No sé qué hubiera hecho sin ellas”,
dijo Quevedo.
REMESAS
NO ALCANZAN
Los
hombres predominaron en las primeras olas de la emigración venezolana, que suma
una diáspora de más de 4 millones de personas, según Naciones Unidas.
Pero la creciente crisis de Venezuela ahora
está desplazando a los más necesitados. Muchas de las mujeres, niños y ancianos
que los hombres dejaron atrás se apresuran a llegar a ciudades de América del
Sur y más allá.
Las esperanzas de un cambio en Venezuela
son cada vez menores, ya que los planes de la oposición para obligar a que el
presidente Nicolás Maduro abandone el poder pierden impulso.
Al
mismo tiempo, las sanciones de Estados Unidos dirigidas a golpear a Maduro
están exacerbando la crisis económica, afectando con creciente fuerza a los más
necesitados.
“Con lo que ellos me mandan nada alcanza,”,
dijo Rosalba Barrios, una madre de 51 años que cruzaba la frontera a Perú con
una hija y dos nietos, en camino a reunirse con sus hijos adultos en Lima.
Con
solo 18 meses de diferencia, Barrios perdió a su hijo de 28 años en uno de los
frecuentes robos a mano armada en Caracas y a su madre de 83 años por un cáncer
que no pudo ser tratado debido a la escasez de medicamentos. Sus familiares
empezaron a migrar al extranjero después de eso, pero Barrio resistió.
“No es fácil migrar. No es fácil”, dijo
Barrios, llorando mientras su familia se acurrucaba bajo la lluvia en el punto
de control fronterizo. “Yo no quise salir. No es fácil despedirte, a dejar la
vida que conoces.”
“APOSTÉ POR GUAIDÓ”
Marlioth Armas, de 28 años, lloró de
frustración al describir la escasez de productos básicos en Venezuela. “¡Leche!
¡Un shampoo! ¡Nada!” dijo meciendo a su hija antes de continuar su viaje para
reunirse con su esposo en Lima.
“Solo
quiero vivir en un lugar donde se puede conseguir cosas y tener una vida
normal”, agregó.
Muchas
dijeron que habían contemplado migrar desde hace meses, pero que tenían la
esperanza de que la crisis pasara. Encontraron inspiración en Juan Guaidó, el
líder de la oposición que a principios de este año invocó la Constitución para
declararse presidente interino en un abierto desafío a Maduro.
“Aposté por Guaidó. Aposté a que iba a
cambiar nuestro país,” dijo Andraimi Laya, de 22 años, mientras su hijo de 2
años se movía en sus brazos.
Pero cuando el presidente de Perú, Martín
Vizcarra, anunció que los venezolanos deberían contar con pasaporte y visa para
ingresar al país desde el 15 de junio, Laya lo dejó todo.
Puso en espera su sueño de convertirse en
policía, vendió su última posesión valiosa, un televisor, y se dirigió a Perú
con su hija. “Dije, ‘no, no voy a morir aquí. Podría ser mi última
oportunidad”.
Laya
no estaba sola. Según las cifras oficiales, cerca de 50.000 venezolanos
ingresaron a Perú la semana pasada, lo que generó retrasos en la frontera de
Tumbes. En meses previos entraron entre 1.500 y 2.000 personas por día.
“Esta es una demostración. Esto es
Venezuela diciendo que no queremos ser gobernados así. No queremos a ese hombre
de presidente”, dijo Margarita Sulbaran, de 55 años y madre de siete hijos. “El
infierno va a ser chiquito para él”, destacó en relación a Maduro.
Pero
el viaje apresurado hacia Perú en la última semana fue, en gran medida,
innecesario. Perú solo endureció los requisitos de entrada a los migrantes
venezolanos adultos, dejando sin cambios sus políticas respecto a los
solicitantes de asilo, quienes pueden seguir ingresando sin pasaporte.
La última ola de venezolanos esta llegando
a Perú justo cuando el sentimiento hacia la migración se ha vuelto más negativo
en el país andino.
Pero Quevedo dijo que cualquier cosa es
mejor que ser madre en Venezuela. Pasó hambre durante su ultimo embarazo, y
cuando nació su hijo, prematuramente, no pudo conseguir a una ambulancia ni a
un taxi para ir al hospital.
“Mi hijo nació en mi casa y mi madre era la
partera”, dijo Quevedo. “Si no fuera por mi madre, mi hijo no estaría aquí.”
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