Por Piero Trepiccione
La fenomenología
del poder se rige por ciclos. La historia lo ha demostrado hasta la
saciedad. Han existido ciclos muy largos y muy cortos así como de término medio
en el marco del ejercicio de la política. Su duración depende de múltiples
variables. Narrativa legítima, apoyo popular, apoyo militar, solidez
económica, alianzas geopolíticas, niveles de oxigenación y rotación de
cuadros, constructos ideológicos, entre otros. En el caso de Venezuela no cabe
duda que se está cerrando un ciclo. La marca política “revolución
bolivariana” perdió hace rato la conectividad emocional con la amplia mayoría
de la población fundamentalmente, por haber impedido su oxigenación
constante y la capacidad de adaptación a nuevas circunstancias económicas y
sociales.
Ante la necesidad de leer
correctamente el entorno, optó por dejarse atrapar por la “ceguera situacional”
y permitir la burocratización de sus cuadros al mejor estilo de la “ley de
hierro de la oligarquía” esbozada por Robert Michels con una claridad
meridiana. Esto, la ha dejado cada vez más debilitada y sin posibilidad de
recuperación en el corto o mediano plazo. Es decir, se ha cumplido
su ciclo de poder en Venezuela y está en fase de sustitución por una
nueva marca política.
Cuando se presenta el fin de
un ciclo político, se abren las ventanas para un proceso
de transición que debe ejecutar un realineamiento de fuerzas
políticas y sociales cuyo objetivo central es definir las líneas estratégicas y
un nuevo pacto nacional que establezca los parámetros de funcionamiento del
sistema político. La transición puede nacer desde diferentes perspectivas,
desde las más pacíficas y constitucionales, por ejemplo, el fin del
puntofijismo ocurrió por vía electoral en 1998, dando paso más por la
desintegración y debilitamiento de los actores protagonistas que por
agrupamiento de fuerzas bélicas.
Pero también ha nacido
desde hechos sangrientos y complejos como hemos visto en diferentes
naciones alrededor del planeta (Rusia, Túnez, Egipto, El Salvador, Nicaragua,
entre muchos otros) en Venezuela, todas las fuerzas se están aglutinando
para aislar y minimizar la capacidad de maniobra de Nicolás
Maduro y poder así tender un puente de plata que permita su sacrificio
político (hasta ahora todas las variables apuntan en esa dirección) y permita
una transición con un formato de “ancha base” que relance la democracia y
la economía del país.
Luego viene el inicio de
la reconstrucción que no deja de ser complejo pero también
esperanzador. En esta fase se debe jugar a la “macropolítica”.
Venezuela ha sido la punta
de lanza de la inestabilidad del continente durante más de una década.
Usó su petróleo como herramienta geopolítica y geoestratégica para influir en
la luchas internas de poder de muchos países de la región y cambió la
correlación de fuerzas en la Organización de Estados Americanos; aunque el
hecho más significativo y grave tiene que ver con la migración compulsiva de
los últimos tiempos que amenaza con volver a encender el hemisferio dándole la
razón a el exdirector de la CIA, George Tenet, quien en su último informe
presentado al senado de los Estados Unidos, daba cuenta de la enormes
dificultades políticas y polarización que se avecinaban por aquel tiempo y que
terminarían convirtiéndose en realidad.
Transición y reconstrucción
Por ello, muchos países del
hemisferio alineados con organismos financieros multilaterales
y corporaciones transnacionales deben aupar el relanzamiento de la
economía venezolana y de su democracia. Deben convertir en un gran ejemplo para
la región y el mundo lo que significa un modelo transparente y dinámico, de
cara a aislar y debilitar a las fuerzas políticas que llenaron de odio
y polarización a todo el continente. Es una tarea nada fácil, pero
necesaria. Y así lo han entendido las principales agencias de inteligencia de
más de sesenta países alineados en aupar la transición y la reconstrucción de
Venezuela en el corto plazo.
Pero todo ello, debe contar con
el aval y el esfuerzo de los venezolanos, principales protagonistas del cambio.
Hasta los milagros deben ser promovidos y estimulados por la gente.
El milagro de la reconstrucción de Venezuela debe ser una tarea de
todos y todas, sin excusas. Esta es la mejor oportunidad histórica para decirle
adiós al rentismo y adentrarnos en una nueva era de productividad y
desarrollo sustentable.
30-06-19
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