Trino Márquez 27 de junio de 2019
@trinomarquezc
La
Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos no va en
misiones oficiales a países donde prevalece el Estado de Derecho, se respetan
las minorías, la figura del preso político no existe, la gente come las tres
veces al día con una dieta balanceada, hay libertad de prensa, se consiguen con
facilidad medicamentos y la gente no emigra, ni les crea problemas a sus
vecinos, pues se siente a gusto de vivir en su territorio. La Alta Comisionada
no va a Suiza o a Noruega, salvo que quiera ver vaquitas con cencerros o
fiordos.
La
doctora Michelle Bachelet nos visitó porque Venezuela es notitia criminis. Pasó
a estar en la agenda internacional de forma permanente por los desmanes que el
régimen de Maduro comete. De ser una democracia que causaba envidia en una
región plagada de dictaduras, se transformó en una nación cuyo Gobierno y
Estado avergüenzan por la cantidad y gravedad de atropellos que perpetran.
La
sola presencia de la Bachelet en nuestro país fue una victoria de las fuerzas
democráticas. Las protestas internas y la presión internacional lograron
sacudir la pesada burocracia internacional. Nicolás Maduro, consciente de que
la venida de Michelle Bachelet a tierras venezolanas sería inevitable, optó por
invitarla en noviembre del año pasado. Estimó preferible tomar la iniciativa y
aparecer como promotor de la visita, que quedar acorralado y verse obligado a
aceptar una inspección a la cual no habría podido negarse. La expresidente
había sido, sin mucho entusiasmo, su aliada en el plano internacional mientras
gobernó a Chile.
En
la oposición, algunos grupos y personalidades se imaginaron que Michelle
Bachelet se quitaría su ropaje de funcionaria internacional y se convertiría,
por arte de magia, en militante de Voluntad Popular, de Primero Justicia o de
cualquier otro partido opositor. Que atacaría sin piedad los abusos del gobierno.
En el oficialismo, en contrapartida, la jerarquía del Psuv y del régimen a lo
mejor estaban esperando que la doctora se derretiría en elogios a los logros de
la revolución en materia de derechos humanos. No ocurrió ni lo uno ni lo otro.
En medio de su apretada agenda encontró tiempo para reunirse con las figuras
claves del régimen, con Juan Guaidó, líder de la oposición, y diputados de la
Asamblea Nacional, con organizaciones de la sociedad civil y familiares de las
víctimas que han muerto o han sido torturados, que sufren porque no consiguen
las medicinas requeridas o pasan hambre porque no pueden comprar alimentos.
Testigos de esos encuentros destacaron el respeto y la atención con los cuales
la Alta Comisionada los trató. De esos testimonios, destaco el de Susana
Rafalli, una autoridad en el área alimentaria. La especialista quedó gratamente
impresionada por la actitud comprensiva de Michelle Bachelet, quien, además de
política exitosa, es médica pediatra.
Algunas
voces, lamento que se encuentre entre ellas la de Beatriz Becerra, la combativa
e incondicional eurodiputada, se levantaron para señalar que la representante
de la ONU vino a blanquear el rostro de la dictadura. Otros repiten de forma
obstinada que la Alta Comisionada no debió reunirse con los torturadores, ni
con el presidente de la írrita asamblea constituyente. Se horrorizan porque
tuvo un guiño con Maduro, al acotar que las sanciones internacionales agravan
la crisis económica y social.
Esas
reacciones viscerales se comprenden en personas alejadas de la atmósfera
política; pero, sorprende cuando se trata de dirigentes veteranos, quienes
deberían estar conscientes de las complejas tramas que preceden la presencia de
una funcionaria de tan alta jerarquía, en un país atravesado por conflictos tan
graves como Venezuela.
El
contenido del comunicado final de la visita fue ecuánime. Ni adulante con el
régimen opresor, ni meloso con la oposición. Se mantuvo equidistante. Ajustado
a los protocolos que deben seguirse cuando lo que se busca es ayudar a
resolver, o al menos atenuar, la vulneración de los derechos humanos. Bachelet
designó a dos representantes que se encargarán de evitar los excesos del
gobierno. La decisión representa una ganancia neta.
La
visita de Bachelet no supone un triunfo de la justicia y el Estado de Derecho
en el corto o mediano plazo. De hecho, el mismo día de su partida, el régimen
capturó y desapareció a cuatro militares y a dos funcionarios del Cicpc. Poco
tiempo después agredió a un equipo de colaboradores de Juan Guaidó. La paranoia
de Maduro –justificada por la deslealtad de algunos de sus colaboradores más
cercanos- lo llevará a cometer nuevas agresiones.
El
régimen, que no anda pensando en que los pajaritos van a la maternidad,
reivindica la venida de Bachelet como un triunfo. En realidad fue una concesión
y una derrota a su política de negar que en Venezuela se violan los derechos
humanos, hay crisis humanitaria y se encarcela a dirigentes políticos. El
comportamiento de Michelle Bachelet fue correcto. La victoria fue de la
democracia, no de la dictadura.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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