Por Ramón Guillermo Aveledo
La realidad y sus cambios
constantes nos reclaman atención para adaptarnos y ser eficaces. Pero adaptarse
no es instalarse, como advertía Mounier.
Abierto al cambio siempre
estoy, sin olvidar lo esencial, sigo creyendo en el carácter clave que tiene la
unidad de todos los que queremos un cambio, para que Venezuela tenga una
democracia que nos reconozca el derecho a vivir y progresar en paz. Sin
divisiones irreconciliables, sin exclusiones, sin discriminaciones.
Como esa es mi visión del
futuro, la unidad es mi idea del presente. Unidad estratégica y política en
torno a objetivos y acciones en común. Es la responsabilidad de los demócratas
y la base de su credibilidad nacional e internacional. Además de las
persecuciones y acosos conocidos y la presión descarada contra la Asamblea
Nacional y sus miembros, las posibilidades de acción política se reducen.
Cada vez es más difícil
viajar por el país. Mucho menos vuelos a menos ciudades. Carreteras inseguras y
en mal estado con problemas severos de suministro de gasolina, enormes colas en
todas las regiones. Problemas para conseguir repuestos y partes automotrices,
así como cauchos que se venden en dólares, restringen los viajes terrestres.
Escasos medios impresos y censura o constreñimiento de diverso tipo en los
radiales y televisivos, ponen más cuesta arriba las comunicaciones.
Ese cuadro, propio de una
confrontación final ante un adversario poderoso, inescrupuloso y malherido,
obliga a los sectores democráticos, sean de la oposición de más larga data o de
la significativa disidencia proveniente del chavismo, a pensar muy bien lo que
hace y cómo lo hace.
No es sensato entretenerse
en torneos eliminatorios para definir quien disputará con el grupito en el
poder la final y tendrá el privilegio de sustituirlo. Eso es hacerle la tarea
al continuismo de la arbitrariedad.
El poder arrogante ha fracasado
en su lucha terca contra la realidad. Esta no se deja y cobra caro el error de
ignorarla. Tampoco ha podido la represión abusiva acabar con el deseo de cambio
de los venezolanos y con el admirable espíritu de lucha de nuestra dirigencia
política, cuyos errores con tanta insistencia subrayamos y exageramos, pero que
ya es hora que le reconozcamos su valentía y su persistencia. Unos y otros,
pueblo y políticos, han derrochado lo que los psicólogos llaman resiliencia. Y
ahora es cuando hará falta.
Pero el mandado no está
hecho. Y al producirse el cambio político que todos lo deseamos del modo más
pacífico y menos traumático, todavía quedará faena por cumplir, pues este país
sufriente va a reclamar mucho esfuerzo, mucha inteligencia y mucha buena
voluntad para salir adelante. Como saldrá.
Unidad en la estrategia para
ser eficaces: definir unos objetivos comunes, trabajar por ellos y dejar
lo demás para después. Unidad en el mensaje, para ser eficientes. Unidad en el
aprovechamiento de los escasos medios en función de los fines comunes.
17-06-19
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