Juan Guerrero 27 de junio de 2019
@camilodeasis
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Milagros, amiga de la familia, que en el gimnasio donde una amiga va
semanalmente, al trainner le está pasando algo curioso. –Es que resulta que en
su último mes de trabajo le ha bajado la asistencia a su centro. –Sus
seguidores por las redes sociales (RRSS) le han estado criticando una de sus
últimas imágenes que subió. –Cómo así, le indico.
-Pues
resulta que el entrenador, prosigue Milagros, quien es una persona con mucho
talento y un cuerpo escultural. O sea; músculos por todas partes y hasta para
tirar para el techo. Se hizo una selfie con su novia. –Ajá, -le acoto con
cierta suspicacia. –Es que la novia del entrenador parece una esquelética
andante y eso no gustó a sus seguidores. –Entonces, ahora el trainner está
dudando, si bajar la selfie, seguir con su novia… o dejarla, porque no quiere
seguir perdiendo seguidores.
Esto
de los influencer por las RRSS se está convirtiendo en los últimos años en una
cuestión de verdadera tendencia, -como se le conoce en estos medios- porque
están cambiando, como bien lo indica su nombre, el modo de ser y toma de
decisiones en absolutamente todos los temas de la vida diaria.
Es
que una de las características de estos influencer está relacionado con la cotidianidad
o la sociabilidad, como se le conoce en otras latitudes. Lo cotidiano, como
forma común de la existencia, está revelando una forma de protagonismo que saca
a relucir los anónimos rostros, nombres e intereses de esa humanidad que por
siglos, ha sido relevada a un segundo, tercer o ningún puesto en las relaciones
humanas.
Lo
trascendente de esto radica en comprender que los denominados influencer son
seres, personas, individuos, que provienen, generalmente, del oscuro hueco del
anonimato de la vida y sus entornos. Lo que importa ahora es la banalidad de la
vida como espectáculo. Esa trivialidad de la existencia de la cotidianidad que
se erige como forma trascendente de lo efímero e intrascendente.
Por
eso el influencer reina sobre la verosimilitud de esa noticia, comentario o
imagen, que posiblemente se transforme en importante y veraz. Porque lo
verosímil, -eso semejante o parecido a la verdad- es inherente a la realidad
virtual; esa forma de existencia cada día más importante y que se construye como
complemento de la realidad-real.
Existen
influencer para todos los gustos e intereses. Los hay desde aquellos musculosos
y de ta-lento, como chicas esculturales, quienes suman y suman seguidores,
merced a la práctica de imágenes de traseros, rostros y poses, entre encuadres
y registros fotográficos calculados y bien dirigidos. Otros logran seguidores
por la serie de escritos que no pasan de tres o cuatro líneas, generalmente con
frases preconstruidas, irrelevantes y repetitivas.
Los
hay un poco más recatados. Son los orientadores de la vida en positivo o
aquellos que te retan para que rías, ores y medites las 24 horas de los 365
días del año, incluyendo vacaciones. Cierto. Predicadores de gustos variados,
mientras otros les dan por ser absolutamente y para siempre agnósticos y
repulsivos anti todo. Nunca faltan los peluditos de 4 patas, así como
defensores de las causas minoritarias, tipo sexo diversidad, feminismo,
ecologistas y demás especies.
Todos
buscan influir, tener un espacio cada vez mayor donde su imagen se imponga a
como dé lugar. Las razones de este desenfreno de imagen multiplicada al
infinito parece ser la retribución de una ganancia, sea monetaria –se conoce
como monetización por RRSS- asimilación de imagen para multiplicarla o generar
cambios significativos en el receptor.
Es
el caso de los faranduleros o monstruos del espectáculo. La influencia que
ellos tienen sobre la masa es casi hipnótica. Tanto, que los extremos alcanzan
a quienes se han sometido a actos quirúrgicos para cambiar de rostro, sexo y
colocarse implantes. Hablamos acá (-es mi reflexión) de una hibridación, entre
eso tradicional de lo humano en términos mamíferos, y lo post humano. Ese
intermedio donde encuentras personas que llegan a los extremos físicos de
transformaciones con un pensamiento ancestral.
Mientras
más te centres en la cotidianidad de la vida y de tu entorno sacas de esas
naderías, la visión trascendente de ti que te sirve para proyectarte y
encontrar quienes se familiaricen con tu causa y se “enganchen” para ser tus
fieles seguidores. Porque la acriticidad es otra característica del influencer
y seguidores, en el mundo de las RRSS.
Mientras
más informal, más natural y más auténtico con tus seguidores, la tendencia
parece ser a captar quien te siga. Esta otra característica está derrumbando el
acartonamiento de esos protagonistas de antes, tipo novelas de televisión, años
’70-’80-’90, con corbatas ellos, y mucha laca en las cabelleras, las divas
antañonas.
Dejo
como última característica, tanto el avatar como la verdad-preconstruida o fake
news (bulo o noticia falsa) usada en medios de comunicación para desinformar.
El
avatar, como puede observarse y analizarse, va evolucionando en la medida que
el usuario se familiariza con su portal o página virtual. Esa evolución se
simplifica y adapta a los intereses, relaciones y principalmente, el humor y
emociones del usuario. De igual manera, se fija una manera de escritura que se
identifica y presenta como único y lo resalta. Lo escritural revela una verdad
que, bien si es copiada o generada por él, proyecta ese Otro que busca
dibujarse como imagen, como verdad.
Es
que mientras la realidad virtual va construyendo imagen y lenguaje, el Uno
existe merced al Otro que lo acepta por similitud. Por hechos que se cuentan y
que siempre van a ser extremos. Bien nimiedades o grandes excentricidades que
pueden ser copiadas y hasta experimentadas a través de esa otra realidad que es
verdad, mientras yo creo en ella porque es producto de un intercambio humano o
posthumano.
La
realidad que se experimenta en las RRSS debe verse con suma atención. No es un
hecho fortuito que sucede como consecuencia de un desarrollo tecnológico común.
Llegó para instalarse en la humanidad y como tal, sucede, fluye continuamente y
está aportando su propia dinámica. Su verdad, y lo más trascendental:
modificando la cotidianidad y el lenguaje.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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