Julio César Arreaza B. 16 de junio de 2019
A
estas alturas lo sabemos todo sobre una corporación criminal con nexos
internacionales, que se ha instalado en el poder durante 20 años. Nunca antes
la ignominia había logrado mancillar en tal grado la dignidad nacional como en
los tiempos que corren, con la intromisión de los cubanos hasta en los
tuétanos. Destruyeron las instituciones construidas sobre bases solidas en los
llamados 40 años de la era democrática. Son violadores sistemáticos de los
derechos humanos y la impunidad es su hábitat, junto con la violencia física y
desapariciones forzosas.
Ante
este cuadro real, avasallante y patético, no caben diálogos en Oslo ni promesas
de elecciones, sino la amenaza real. Resulta claro hoy que el 23-F, la ayuda
humanitaria requerida perentoriamente debido a la quiebra adrede del aparato
productivo y el sistema de salud causantes de un sufrimiento indescriptible,
provocados por los impenitentes asesinos comunistas para permanecer en el
poder, ha debido ser acompañada por una fuerza militar extranjera de paz. La
película se ve clarita hoy día.
El
acuerdo de la AN de 2016, sobre la restitución del orden constitucional quebrantado
y el plebiscito formidable y masivo de 2017, son hechos enaltecedores
propiciados por la sociedad democrática y la AN, único poder legítimo votado
por 14 millones de electores; y que la comunidad internacional ha reconocido
como posturas dignas y soberanas de un pueblo con ADN democrático.
Sin
duda alguna, con las rebeliones civiles contundentes de calle por el rescate
del Estado de Derecho y otras muchas acciones de protesta social, hemos calzado
los puntos de la civilidad exigidos para dirimir un conflicto que se ha hecho
insostenible. Pero volvemos a que no hay instituciones, y los exponentes de las
mafias criminales enquistados en la estructura de poder, le han dicho a Juan
Guaidó, presidente constitucional, que no entregarán el poder.
Sin
instituciones que permitan transitar caminos de superación de situaciones
delictivas, no habrá salida y mucho menos con un poder brutal, sostenido por
las bayonetas de una FA que desde hace tiempo dejó de ser FA y es otra cosa,
que no protege la integridad territorial ni la Constitución. Lo confirma la
ocupación del territorio por la entente de cubanos, ELN, FARC, Hezbolah, rusos
y los pranes del oro, coltán, contrabando de gasolina y narcotráfico.
La
realidad refleja unas mafias que controlan un Estado fallido y forajido, que no
abandonarán el poder, ni por diálogos, elecciones y sentencias. No creen en eso
y han dado muestras de sobra en estos 20 años, solo saldrán por una amenaza
real que no apareció con la ayuda humanitaria y por tanto no ingresó.
A
quienes solo aplican la fuerza bruta saldrán con los mecanismos aplicables para
esa situación como es el 187 y el TIAR. Es la lucha del bien contra el mal.
Necesario es romper el círculo y las complicidades de todo tipo, vasos
comunicantes, nacidos por la administración sin contraloría de un millón de
millones de dólares.
No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico